domingo, 23 de marzo de 2014

Resistir es vencer


Nelson Acosta Espinoza

La estrategia represiva del régimen ha avanzado un escalón más. La detención de los alcaldes de las comunidades de San Diego y San Cristóbal, Enzo Scarano y Daniel Ceballos respectivamente y la solicitud a la Fiscalía General de la República de iniciar las acciones que conduzcan a un antejuicio de mérito contra la diputada María Corina Machado marcan, en forma indeleble, el carácter autoritario del post chavismo personificado en su presidente Nicolás Maduro.

Treinta muertos, cientos de heridos, miles de detenidos, maltratos, torturas y una represión feroz ha sido el balance, hasta este momento, de las protestas encabezadas por estudiantes y jóvenes venezolanos. El oficialismo no ha podido entender que estas manifestaciones constituyen la declaración legítima de miles de patriotas que aspiran que sus voces sean escuchadas y respetadas. El bloqueo de los canales de expresión autónomos los obliga a refugiarse y expresarse en esas “trincheras de la libertad” (Vargas Llosa dixit) que han sido organizadas en las principales ciudades del país.

El régimen ha implementado una estrategia maliciosa: hablar de paz y hacer la guerra. Por un lado, ensambla un tinglado para iniciar conversaciones de paz (en realidad un monólogo, con invitados tarifados) y, por el otro, arrecia la represión, promueve iniciativas tendentes a decapitar el poder municipal y produce declaraciones agresivas como las pronunciadas, en relación a María Corina Machado, por el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello: “Esa diputada es cómplice, incitadora de asesinatos en este país. A esto hay que ponerle el nombre correcto: asesinato, 29 muertos en este país”. Desde luego, en este contexto, esas iniciativas de diálogo están destinadas a fracasar y reflejan la debilidad del gobierno y, de ahí, su necesidad de recurrir a la represión.

Vamos a estar claro, este gobierno no va a retroceder ni va a propiciar diálogo alguno. La explicación es sencilla: reconocer a la oposición como un interlocutor válido implicaría descalificar y recular en relación a su proyecto autoritario. No olvidemos que la lógica política que informa su conducta es aquella que prevalece en situaciones de carácter bélico: no hay adversarios, sólo enemigos a ser destruidos. Es por ello que la conciliación, con esta oligarquía bolivariana, no es posible a estas alturas del juego político en el país.
Los estudiantes y jóvenes, con valentía, arrojo y con un costo en heridos, detenidos y fallecidos, han mostrado la ruta a seguir. Han revelado, nacional e internacionalmente, el verdadero rostro del gobierno. Lograrón poner en evidencia la dictadura que ejerce Nicolás Maduro.

La mesa se encuentra servida para la dirigencia opositora: seguir la ruta trazada por los estudiantes. Dejar atrás el pragmatismo electoral, la improvisación táctica para poder asumir el proyecto estratégico de cambiar este régimen político. No es tarea fácil. Se requiere del concurso de todos, sin excepción. A diferencia del oficialismo, la oposición deberá ir al encuentro del “otro”; indagar sobre los canales de comunicación que permitirían conectar con los sentimientos de la mayoría del país; comprender que es indispensable “emocionar para convencer”. En fin, diseñar políticas comunicacionales para entrar en el corazón de los venezolanos y, así, poder asumir el modo irreverente que caracteriza la conducta de los sectores populares del país.

La épica estudiantil ha colocado el punto de partida para el diseño de una política de esta naturaleza. Desnudaron el carácter totalitario del régimen. Le toca ahora a la dirigencia opositora asumir el reto de combatir esta dictadura bolivariana.

En esta trama totalitaria es bueno retomar la consigna del demócrata y socialista español Juan Negrín: resistir es vencer.


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