domingo, 16 de marzo de 2014

¿Inverna la oposición en su capullo discursivo?


Nelson Acosta Espinoza

Hay que señalarlo con firmeza. No son golpistas ni están comprometidos con una supuesta asonada militar los jóvenes y ciudadanos que se han mantenido en las calles a lo largo de estos últimos treinta días. Desde luego, es legítima cierta preocupación generada por aspectos violentos presentes en las protestas contra el gobierno. Son situaciones excepcionales que contrastan con la ferocidad criminal exhibida por la Guardia Nacional y los grupos paramilitares movilizados por el oficialismo. Estas demostraciones ciudadanas han sido espontáneas. Hijas de la desesperación y la necesidad de expresarse ante los atropellos y el deterioro de su calidad de vida.

Es necesario admitir, sin embargo, que estas demostraciones ciudadanas se encuentran huérfanas de orientación. Sus acciones son espontáneas; no obedecen a un plan estratégico que le proporcione direccionalidad política. Una cierta perplejidad se ha apoderado del liderazgo opositor. Se encuentra dividido, desarticulado y ensimismado lo cual no le permite ejercer la dirección política y encauzar la protesta hacia el tránsito de vías más creativas y de mayor eficacia estratégica. Parece inevitable, entonces, advertir sobre un serio peligro: de permanecer este sesgo anárquico se estaría ante la posibilidad de repetir el desencanto que se vivió en el año 2002 con consecuencias políticas y electorales dañinas para la causa democrática. La MUD debe tomar una decisión. Acompañar a la gente. Ponerse al frente de las protestas y canalizarlas hacia un objetivo político concreto y alcanzable.

Hay aspectos de la cultura política que no favorecen la construcción de esta alternativa aliento mayoritario. Nuestra elite política, por ejemplo, practica lo que los antropólogos denominamos endogamia política. Para el amigo lector que desconoce el término, me voy a permitir definirlo. Este rasgo de nuestra cultura política puede describirse como una práctica social de rechazo a las ideas, actitudes y valores ajenos a un grupo determinado. Expresa exclusión, segregación, clientelismo y constituye un obstáculo poderoso que impide institucionalizar una verdadera modernidad política.

La extremada polarización que experimenta la sociedad venezolana, por ejemplo, es una expresión de esta práctica endogámica. Situación peligrosa que pone en peligro los esquemas de convivencia social y achica los espacios comunes y necesarios para la negociación y resolución de los conflictos presentes en la sociedad. No reconocer al otro, en cualquier direccionalidad, es una práctica antidemocrática y abre caminos para la profundización de los mecanismos autoritarios. Vencer estas mañas endogámicas y salir al encuentro del otro debería constituir punto de partida en la búsqueda de un acuerdo nacional.

Desde luego esta no es una tarea fácil. Las políticas represivas del gobierno y la ausencia de un liderazgo efectivo de parte de la oposición dificultan la posibilidad de romper con estas barreras. No poseo la clave maestra para poder salir del cerco que tiende la endogamia donde se encuentran ambos bandos en pugna. La oposición, sin embargo, cuenta con ventajas objetivas indiscutibles: una situación económica deplorable que tiende a acentuar sus perversidades en un futuro próximo; un deterioro de la calidad de vida y empobrecimiento acelerado de los sectores medios. En fin, objetivamente hay condiciones para hacer coincidir, en sus demandas, a la mayoría de la población: clases medias empobrecidas y sectores populares en la pobreza. Pero para lograr esta conexión y alianza entre estos sectores se requiere salir de los “capullos discursivos” dentro de los cuales “inverna” el liderazgo oposicionista y abrirse a la diversidad social y cultural que define a la mayoría de los venezolanos.

Mi solidaridad con los habitantes de El Trigal. Sometidos al acoso policial.

A continuación un vídeo sobre la resistencia propuesta por Gene Sharp, autor del libro "De la dictadura a la democracia".


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