domingo, 7 de julio de 2013

Si Maduro fuese Mandela


Miguel A. Megias

En un reciente artículo (John Carlin, Si mandase Mandela, El País, julio 6 de 2013), el autor hace un ejercicio literario imaginativo y sugiere que hubiera hecho o dicho Mandela de haber sido alguno de estos presidentes: Obama, Mursi o Rajoy. Desde luego, es su interpretación, más o menos razonable, basada en los datos de que se dispone: Mandela poseía un gran talento para la concertación y el compromiso y una visión de la política que iba mucho más allá de sus tiempos y de su mandato. Encontró, a la salida de la cárcel  un país dividido, profundamente dividido, y logró el milagro de unificarlo.

Mandela entendió, cuando llegó a la presidencia que, en condiciones de fragilidad política, la unidad nacional era lo imprescindible, que su misión esencial consistía en lograr que todos se vieran identificados y representados en el primer Gobierno democrático de la historia de su país. Si fracasaba corría el riesgo de desatar una contrarrevolución armada o de provocar un golpe de Estado militar.

Agrego, al sesudo análisis de Carlin, mis propias ideas de lo que pudiera haber hecho Mandela de haber sido presidente de Venezuela. Tal vez la primera consideración hubiera sido la de que recibe un país profundamente dividido en dos facciones casi del mismo tamaño, que se ignoran, o tratan de ignorarse, y en una transición ocurrida a raíz de la muerte del líder carismático Hugo Chávez. Sus herederos políticos reciben un país inmerso en una profunda crisis de todo tipo: institucional, económica, social, política. Con una economía totalmente dependiente de la exportación del petróleo y con todo tipo de carencias que van desde el papel higiénico, artículos de aseo personal, alimentos básicos, medicamentos, piezas de repuesto para todo tipo de equipos y maquinarias y mil cosas más. Con una inflación del 40%, o tal vez mayor, probablemente una de las más elevadas del planeta. Con una moneda controlada artificialmente que se cotiza en el mercado negro a valores altísimos que, por decreto del gobierno, son inombrables. Con vías de comunicación deterioradas hasta tal punto que la espina dorsal del país, la autovía Caracas-Valencia que otrora era transitada en menos de dos horas ahora requiere hasta cinco horas o más. Con continuas protestas de todo tipo y por todos los motivos imaginables, que paralizan vías de comunicación, ciudades enteras, fábricas o barrios. Con un conflicto, aún no resuelto, con todas las universidades autónomas que conforman más de 40.000 profesores y 600.000 estudiantes, totalmente paralizadas. Con la sombra de la ilegitimidad de su mandato, dadas las condiciones en que obtuvo mayoría de voltos en las elecciones. Y con una inseguridad que a todas luces hacen de Venezuela uno de los más peligrosos países del mundo. Esa es la Venezuela del siglo XXI que encontraría el señor Mandela.

Bajo esas circunstancias, nos asomamos a las hipótesis de lo que éste haría. Tal vez lo primero, asunto en el que fue extremadamente exitoso en Sudáfrica, sería llamar a la reconciliación. Pero de verdad, no con insultos y atropellos sino con el corazón en la mano: "dialoguemos", diría; indíquenme que debo hacer, como resolver el problema de no reconocer al otro. Oír  oír para comprender el porqué de la división existente actualmente. Llamaría a los más aptos, en todos los ramos del saber, para que aportaran sus conocimientos, sus sueños e ilusiones a fin de lograr una Venezuela mejor que la actual, una Venezuela sin resentimientos, con los antagonismos propios de la pluralidad de ideas y concepciones de una democracia moderna donde quepan todos, sin exclusiones. Llamaría a los universitarios, para averiguar de qué se quejan, porqué un paro tan prolongado que no parece tener fin. Y les dotaría de los recursos que requieren, exigiendo, desde luego, resultados, productividad, investigación, innovación. Haciendo bueno aquel dicho acuñado por el maestro Simón Rodríguez, “o inventamos o erramos”. Iniciaría una cruzada verdadera contra la corrupción que corroe el alma del país y que es lo único que el gobierno ha logrado democratizar. Parafraseando a Carlin, “Mandela hubiera aplacado temores, con gestos simbólicos y acciones prácticas, y hubiera resaltado la prioridad nacional de crear estabilidad, de encontrar puntos de encuentro entre todos los sectores de la sociedad. Como acaba de explicar el Financial Times, el pecado original de Morsi “fue responder a lo que querían los Hermanos Musulmanes, no a lo que querían los ciudadanos de la república”. Tal parece que el pecado original de Maduro ha sido “responder a lo que querían los chavistas (que lo eligieron, claro) y no a lo que querían los ciudadanos”.

Mandela daría un discurso de apertura real, donde dijera algo como esto: “Conciudadanos todos, bienvenidos a esta nueva etapa de gobierno. Todos, sin distinción de clase social, sexo, religión o afiliación política son bienvenidos a la nueva Venezuela. Si usted tiene talento, véngase a trabajar por su país; si usted sabe algo que los demás ignoran, póngalo al servicio de la patria; si usted puede aportar, hágalo, sin que medien consideraciones sobre su color de piel o político”. Un discurso así, serio, ponderado, sin insultos le hubiera ganado la buena voluntad de esa otra mitad con los que no quiere conversar, con esos “otros” que trata de ignorar pero que están ahí, que son seres vivos, que piensan, que sienten, que son también venezolanos y que, por el momento parecen ser “el enemigo a vencer”, en vez del amigo a conquistar.

Siguiendo con el artículo de Carlin, Mandela hubiera identificado a los demócratas de la Mesa de la Unidad más influyentes, les hubiera invitado al palacio de Miraflores, les hubiera servido, con sus propias manos, té o café, hubiera hecho bromas, hubiera destacado los intereses en común y, sutilmente poniéndolos contra la pared, hubiera apelado a su patriotismo y responsabilidad social.

Por último, hubiera oído con consideración y respeto la voces de la provincia cuando claman por la implantación del federalismo, que las regiones dispongan de la autonomía suficiente para manejar buena parte de los asuntos que atañen al ciudadano; y haría un esfuerzo importante para continuar la descentralización que se inició hace mas de 20 años pero que recientemente ha sido revertida –contrariamente a lo que los ciudadanos aspiran.

Aunque parece tarea difícil, muchos creen que aún es posible un viraje hacia la convivencia. Para ello, Nicolás Maduro tendrá que deshacerse de muchos de los pesados fardos ideológicos que cargan en sus espaldas algunos de sus colaboradores. Que se lo piense, que llame con humildad a la comprensión, que estimule poner de relieve lo que nos une y no lo que nos separa.

Pero tal vez estamos pidiendo demasiado. En Venezuela se ha repetido hasta la saciedad la frase “Maduro no es Chávez”. Y yo agrego, “Maduro no es Mandela”.


5 comentarios:

Antonio Avellan dijo...

Quien nos deleita con este artículo sabe muy bien que la diferencia entre un Mándela estadista, y un maduro heredero es abismal. Le pinta a Mándela, en pocas palabras el panorama aterrador de la Venezuela actual, y con la lógica y claridad de un destacado Ingeniero, imagina, inventa soluciones con tal habilidad, que hasta en el lector más pesimista, renace la esperanza, Mándela pasa de símbolo abstracto, a un venezolano de carne y hueso.

Anónimo dijo...

Felicitaciones Miguel. Excelente trabajo...Keep up the wonderful work. "Mas claro no canta un gallo!!"
Un abrazo fraternal de tu amigo de siempre
Arne

La Braga Azul dijo...

Voy a cambiar una de las "emes" (M).
Se nombra a Mandela por ser el estadista y la figura política que es. Yo también tengo anhelos de un Mandela. Pero los Mandelas no se dan con mucha frecuencia. Sin embargo el mundo está lleno de gente pensante, inteligente y con la suficiente sensatez para distinguir lo que es bueno y es malo para una sociedad y para el hombre como individuo. Lamentablemente la inteligencia y las buenas intenciones parecen no tener mayor alcance si no son transportadas por la figura carismática que encante a las masas. Muchas veces las soluciones suelen ser sencillas, pero no llegan.
Como en esta oportunidad se trata de soñar y los sueños sí tienen plena libertad para viajar y cambiar todo en su mundo de fantasía, yo no me iría tan lejos a buscar a Mandela. Acabo de leer este trabajo y allí encuentro la solución. Entonces solamente reflexionaría: "Si Maduro fuese Miguel".

Unknown dijo...

Primera vez que te leo y fue un bálsamo a mis oídos, pero todos sabemos que no es así, tienen tanto ego y pobreza cerebral para discernir que nunca van a querer una unidad cívica y plural. Aun así es lo que muchos queremos, unidad para Venezuela.

Venezuela Paralela Dolar dijo...

No puedo describir con palabras la alegria que me da leer este articulo con tanta magnitud , muy acertada la descripcion de mandela , te invito a visitar este blog tambien muy bueno