lunes, 12 de noviembre de 2018

La democracia iliberal venezolana



Nelson Acosta Espinoza
En años recientes ha surgido un concepto que intenta describir una forma novedosa de autoritarismo que se ha hecho presente en diferentes países occidentales. Fareed Zakaria, periodista estadounidense, en un escrito publicado en el año 1997 acuño el termino democracias iliberales. Con este concepto el autor llamaba la atención sobre el hecho de que un conjunto de países que lograron instaurar democracias entre 1974 y 1990 no siempre alcanzaron establecer sistemas de liberalismo constitucional. Se celebraban y ganaban elecciones pero se regían por una lógica poco respetuosa con el Estado de derecho y las libertades individuales.

Esta circunstancia, acuñada por el periodista estadounidense, en la actualidad es una realidad política en un sinnúmero de países. Describe, por ejemplo, regímenes como el de Erdogan en Turquía, la Hungría de Viktor Orban, la Rusia de Putin y Polonia de Jaroslaw Kaczynski, entre otros países. En nuestro predio, la Venezuela socialista es un ejemplo paradigmático de esta separación entre democracia y su contenido liberal.

¿Qué implica la disociación de estas dos dimensiones políticas? En un primer momento envuelve el alejamiento de la variable democrática del constitucionalismo liberal. Y, por otro lado, el intento de subordinar la garantía de los derechos individuales a la voluntad de la mayoría. En otros términos, esta orientación iliberal no obedece a insuficiencias de naturaleza democrática, sino a la falta de respeto por las instituciones independientes y los derechos individuales.

Vamos a detenernos y posar la mirada sobre la coyuntura política en nuestro país. Sostengo que estamos en presencia de una oportunidad histórica para enlazar en forma orgánica la dimensión democrática con la liberal. El propósito de intentar esta articulación es profundizar estas dos dimensiones y construir una democracia verdaderamente liberal.

Iniciemos esta breve reflexión formulando esta interrogante. ¿En algún momento de nuestra historia la dimensión liberal de la democracia ha sido relevante? Creo que la repuesta es negativa. La iliberalidad ha sido la característica básica de nuestra historia política. De hecho, la mayoría de nuestras agrupaciones políticas han asumido un perfil socializante articulado a una cierta orientación de naturaleza populista. 

Una breve revisión de nuestra historia política mostrará como el relato democrático ha sido separado del constitucionalismo liberal; vale decir, instituciones liberales como el Estado de derecho o las garantías de los derechos individuales han tendido a ser subordinados o sacrificados en el altar de la voluntad de las mayorías. Es en este sentido que podríamos calificar nuestro sistema político como una democracia iliberal.

En las líneas que siguen intentaré desarrollar una hipótesis de naturaleza política. Esbozaré, igualmente, lo que a mi juicio podría constituir una oportunidad histórica para refundar nuestra democracia y lograr una articulación fuerte con los principios liberales. Vale decir, intentar generar un relato político que oferte una profundización de la democracia y, al mismo tiempo, se engarce con la defensa de los derechos individuales.

El chavismo-madurismo ha tenido éxito en desgastar la versión populista del discurso democrático. No tan solo han profundizado este desgaste. Aunque parezca contradictorio ha generado espacios discursivos para la articulación de dos relatos, en apariencia, contradictorios: el liberal del Estado de derecho, de la separación de poderes y de la afirmación de la libertad individual y el relato democrático que apunta a la igualdad y la soberanía popular.

Una estrategia opositora inteligente debería intentar conectar a su apuesta política estas dos vertientes. En otras palabras, la tarea a desarrollar ha de ser la construcción de una nueva voluntad democrática con capacidad de establecer nexos connotativos con la vertiente liberal y, a partir de ahí, construir una nueva identidad política a la diversidad de nuestros actores colectivos. Desde luego no es una tarea fácil. Sin embargo, el fracaso del socialismo del siglo XXI ofrece una oportunidad única para intentar dotar de contenido liberal a nuestra cultura democrática.

Para alcanzar este objetivo, seria imprescindible elaborar un relato que tenga una orientación transversal que desborde la división izquierda/derecha y articule armoniosamente las lógicas liberal y democrática. De alcanzar esta meta se estaría en condiciones de construir una nueva voluntad ciudadana, democrática y liberal.

Esta tarea es una exigencia de las actuales circunstancias políticas.



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