domingo, 6 de abril de 2014

Sofismas del chavismo


Danilo Laya

Hoy día, a inicios del siglo XXI, está claro que para tener justicia social no es necesario recurrir a regímenes totalitarios que priven al ciudadano de su derecho a la libertad de conciencia, como los hubo en buena parte del siglo pasado. Hay, hoy por hoy, e incluso desde el mismo siglo pasado, muchos países democráticos que son modelo para el mundo entero de paz y justicia social. Luciría, entonces, que esos son los modelos que los venezolanos debiéramos seguir, pero nuestro gobierno chavista actual tiene otra idea; aferrado a un remoto y obsoleto pasado, está empeñado en seguir los dogmas del “Padre Fidel”, como llamaba Hugo Chávez a Fidel Castro, quien convirtió a Cuba en uno de los países más pobres del planeta y causó penurias inimaginables a millones de cubanos. Los dirigentes chavistas, sin embargo, tienen pleno derecho a pensar como quieran, pero a lo que no tienen derecho es a imponerle sus dogmas, en base a engaños y sofismas sin fin, a un pueblo que no desea el totalitarismo y que no quiere seguir cayendo por el precipicio sin fondo de la quiebra económica y el deterioro social causados por la incompetencia, la corrupción y el uso de nuestros recursos para hacer proselitismo político en América Latina y otras partes. Esos dirigentes chavistas podrían argumentar que la mayoría de los venezolanos quiere ese sistema de gobierno inspirado en la filosofía del Padre Fidel, por cuanto fue esa mayoría la que la puso en el poder (que, de paso, fue un poder logrado en base a casi un empate la última vez, y muy cuestionado). Y eso parece verdad, a primera vista. Pero la verdad es que si bien los sectores de la población venezolana que votan por ellos están contentos con lo que de ellos han recibido, ello no quiere decir que quieran el fracasado sistema comunista, que el Chavismo llama “Socialismo del siglo XXI”, pero que del siglo XXI no tiene nada. El que no lo quieran quedó demostrado con el referéndum del año 2007, que el Chavismo perdió. En dicho referéndum, donde participaron, por supuesto, afectos y adversarios al gobierno, se negó la proposición de declarar a Venezuela un país comunista, a pesar de que se usó la palabra “socialista” que era mucho menos repugnante. Pero a juzgar por los hechos, eso le tiene sin cuidado a los dirigentes chavistas, quienes quieren hacerle creer al país y al mundo que su gobierno es constitucional y democrático, como trataremos de hacer ver con lo que sigue.

En medio de las protestas antigubernamentales iniciadas en febrero de 2014 y todavía en curso, el gobierno chavista sostiene que no se le puede exigir la renuncia por cuanto es un gobierno constitucional; dice, además, que sus opositores no tienen derecho a acciones no contempladas en la constitución; ambas cosas parecen verdad, pero son falsas; veamos.

Llegar al poder por un proceso electoral propio de una constitución de un sistema democrático para luego, afianzados en ese poder, descartar la constitución para implantar un régimen totalitario no contemplado en ella, despoja al gobierno de toda legitimidad y le da derecho a quienes se ven despojados de su sistema democrático a rebelarse y a exigir la salida del gobierno impostor. Los dirigentes chavistas, que se dicen bolivarianos, lo debieran saber mejor que nadie; Bolívar dijo: “Cuando la tiranía se hace ley, la rebelión es un derecho”. Pero la rebelión es un derecho no sólo cuando la tiranía se hace ley; también lo es cuando un gobierno, por incapaz o por corrupto, lanza al país que gobierna por un precipicio sin fondo en lo económico y en lo social, y, sin embargo, se empeña en seguir gobernándolo.

No ocurrió de la noche a la mañana; en base a engaños y astucia, el Chavismo subió al poder haciendo uso de la escalera que le ofrecía el sistema democrático, pero teniendo como carta escondida en la manga el establecimiento de un tipo de gobierno totalitario como el del Padre Fidel. Tan democrático y avanzado parecía el Chavismo, que hace aprobar en 1999 una nueva constitución, que mejoraba la encontrada. En ese momento uno no se habría imaginado que no era lo planteado en dicha constitución lo que quería la nueva fuerza política, la cual planeaba modificarla y ajustarla a sus propósitos cuando llegara el momento propicio; como ya mencionado, el intento de modificación ocurrió en 2007, pero fracasó. Sin modificación, sin embargo, la constitución le ha sido de gran utilidad al Chavismo, pues ella le ha servido como careta de democracia hasta hoy día. Y el que el Chavismo no la haya modificado en el papel, además, en poco le ha afectado, pues actúa a espaldas de ella. En efecto, el Chavismo gobierna por una constitución invisible que le es propia, pero castiga a quienes no piensan igual usando la constitución escrita; por ejemplo: según la constitución invisible, el gobierno tiene pleno derecho a hacer proselitismo político encadenando las estaciones de radio y televisión cada vez que le dé la gana, a cualquier hora, sin previo aviso y por el tiempo que se le antoje. Pero si algún dueño o directivo de estación de radio o de televisión apagara su estación en señal de desacuerdo, entonces le aplicarían tal o cual artículo de la constitución escrita por violar su deber de informar, e iría preso. Y si en vez de apagar su estación el dueño o directivo hubiese ido ante el poder judicial para que impida al poder ejecutivo el uso ilegal de los medios de comunicación, entonces nada lograría, pues según la constitución invisible la división de poderes no existe.

La constitución invisible se fue creando poco a poco a través de los años, a partir de modificaciones inconsultas y paulatinas de la constitución escrita. La Fuerza Armada prevista en la constitución escrita, por ejemplo, dio origen a la de la constitución invisible como, simplemente, el cuerpo armado de la revolución. En efecto, como se ha dicho una y otra vez dentro del mundo chavista, la Fuerza Armada es revolucionaria, socialista y chavista. En frente de sus edificaciones se han visto carteles con algún eslogan como “Patria, Socialismo o Muerte”. En la constitución escrita la Fuerza Armada no está al servicio de ninguna ideología ni de ningún partido. En la constitución invisible, la Fuerza Armada Revolucionaria, Socialista y Chavista es, además, complementada con fuerzas no militares no previstas en la constitución escrita. Otro aspecto fundamental de diferencia, por mencionar uno más, entre ambas constituciones, es lo relativo a la libertad de expresión; veamos.

Hace poco fue la entrega de los premios Oscar 2014, mientras aquí sucedían protestas antigubernamentales. Año tras año dicha entrega ha sido transmitida en televisión en Venezuela, donde la ceremonia y sus resultados son esperados con agrado, pues la gran mayoría del pueblo venezolano es aficionada al cine. Esta vez, Venezuela se quedó con las ganas, pues el evento no fue transmitido. Y es que se sabía que dos o tres artistas, al recibir sus premios, dirían, en apoyo a las protestas, algo como: “¡Venezuela, estamos contigo!”. Y esas palabras eran inaceptables para el gobierno. Y más inaceptable aún era el que las televisoras nacionales dieran noticias de las marchas y lamentables acontecimientos que se sucedían en el país; y así, dichas estaciones permanecieron indiferentes, como si nada estuviese ocurriendo. Los venezolanos tuvimos que acudir a las redes sociales y a canales de televisión extranjeros para saber lo que ocurría en nuestro país, y, aún así, bajo amenazas del gobierno de dejarnos sin información; a un canal extranjero se le cortó la transmisión, y a otro se le amenazó varias veces con hacerle lo mismo. A esta situación se había llegado después de varios años de un cerco comunicacional que involucró cierres de estaciones de radio y televisión. En la constitución invisible no está prevista la libertad de expresión, mientras en la escrita está plenamente garantizada. En la invisible, y en relación a este tema, si se da una libertad de expresión plena y total, pero al gobierno. Como ya se dijo, el gobierno tiene pleno derecho a hacer proselitismo político encadenando las estaciones de radio y televisión cada vez que le dé la gana, a cualquier hora, sin previo aviso y por el tiempo que se le antoje. Y esta libertad la ha usado el gobierno para hacerse propaganda, adoctrinar, manipular, engañar, insultar y sembrar odios de clase social. La prerrogativa de hacer cadenas sin fin de radio y televisión no puede ser más propia de un gobierno totalitario.

Los sucesos recientes ocurridos desde el 12 de febrero para acá han servido, entre muchas otras cosas, para ver al gobierno chavista al descubierto. Resulta difícil aceptar, aún para quien escribe estas líneas, la perversidad gubernamental de la cual hemos sido testigos y el cinismo y la capacidad de engaño para explicar esa perversidad: decenas de manifestantes muertos; cientos de heridos que pasarán el resto de sus vidas sufriendo las secuelas inevitables; más de mil detenidos; juicios sumarios donde en pocos días se condena a un líder opositor a decenas de años en prisión; torturas; allanamientos salvajes sin ninguna orden judicial… Pero, según el cinismo gubernamental, los culpables de tal horror ¿no fueron, acaso, las propias víctimas, ¡por violar la sagrada constitución!? ¿Es que acaso no era el deber del gobierno acabar con los hechos violatorios de la constitución? ¿Es que era correcto el aspirar a que un gobierno constitucional dejara el poder? Todas estas preguntas y posiciones son un insulto a la razón. Como hemos tratado de hacer ver, si hay algo ajeno a este gobierno es la constitución escrita en ese famoso librito que los dirigentes chavistas tanto blanden para hacerse pasar por demócratas. Todo sucede como si la constitución invisible por la cual el gobierno se rige fuera la cubana, mientras finge estar ajustado a la constitución venezolana para hacer caer la culpa de su propia crueldad sobre quienes lo adversan. Si una dictadura se adueña del poder poniendo a un lado la constitución, ¿cómo tendría que hacer el pueblo para liberarse de dicha dictadura? ¿Apelando a la constitución? Si así fuera, entonces se tendría dictadura para siempre, pues toda medida que adopte el pueblo, aunque sólo sea débilmente eficaz para salir de la dictadura, ¡sería inconstitucional! Por ejemplo: una ciudad no podría hacer algo tan simple como un cacerolazo todos los días por treinta días para expresar su repudio al gobierno, porque eso, evidentemente, estaría violando alguna ley. Pero, todavía, este gobierno chavista te dirá que si no te gusta su actuar, puedes acudir al poder judicial a presentar una denuncia por el mal proceder gubernamental en el manejo del país; pero lo que no te dirá es que tal acción no servirá de nada, pues el poder judicial y el gobierno son la misma cosa, con lo que estarás perdiendo tu tiempo. Y aún te diría: vamos a dialogar, para dirimir nuestras diferencias en paz y civilizadamente; desgraciadamente, esto es el colmo de la desfachatez. ¿Es que acaso mediante el diálogo el gobierno Chavista va a renunciar a que la Fuerza Armada sea “revolucionaria, socialista y chavista” y a quedarse, así, sin el cuerpo armado de la revolución? ¿Será que mediante el diálogo el gobierno le devolverá al país las estaciones de televisión de señal abierta que le arrebató para que de nuevo exista libertad de expresión? ¿Será que el diálogo conducirá al gobierno a descartar su constitución invisible inspirada en el Padre Fidel para adoptar la escrita en 1999 en ese librito que tan hipócritamente blande todos los días para ponerse la careta de democracia? ¿Será que es que el gobierno necesita del diálogo para enterarse de que en el país ocurren más de veinte mil asesinatos al año o para que se dé cuenta de que ha llevado a un país lleno de riquezas a la bancarrota? En definitiva, el llamado al diálogo y a la paz ¡es una burla y una desfachatez! El gobierno sólo quiere que se apague el incendio de descontento que lo amenaza, y hacer aparecer a quienes lo adversan como sectores intransigentes y violentos. Sabe muy bien que no hay diálogo capaz de armonizar la democracia transparente que desea la sociedad venezolana con el carácter maquiavélico del castro-comunismo, o con la corrupción o con la demagogia y el populismo.

Como nota de cierre, es necesario para la sociedad venezolana el haber aprendido la lección: la injusticia social en el país fue lo que usó el Chavismo para llegar al poder. Como decíamos al inicio de estas reflexiones, hay países que son ejemplo, para el resto del mundo, de lo que es un sistema democrático en el que la justicia social es base de su bienestar en cualquier sentido. Para llegar a ser lo que esos países son, no es necesario inventar lo que ya existe; basta estudiar lo que ellos hacen para ser civilizados y prósperos, y aplicar aquí lo mismo; si no lo hacemos, algún otro Chavismo reemplazará al actual.

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