domingo, 17 de marzo de 2013

El plebiscito chileno y las elecciones venezolanas


Nelson Acosta Espinoza

Está claro que ambas situaciones políticas no son homologables. Sin embargo, de una de ellas, se pudiera extraer importante lecciones susceptibles de ser aplicadas a la coyuntura electoral que se avecina. Me refiero, amigo lector, al plebiscito por la democracia celebrado en Chile el 5 de Octubre de 1988 y la elección presidencial en nuestro país. Son experiencias distantes en espacio y tiempo; a pesar de ello, creo que es posible transferir algunas enseñanzas a nuestra especial situación política y electoral.

¿En qué consistiría esta comparación? ¿Cuál aprendizaje podemos extraer de la experiencia chilena? ¿Es posible aplicar esa enseñanza a la lógica electoral que despliega la oposición? Bien: intentemos despejar estas interrogantes.

En primer lugar, nuestra venidera elección, al igual que el plebiscito chileno constituye un punto de inflexión. ¿En qué sentido? Nos jugamos el destino de la república y el futuro de la democracia. De obtener la victoria las fuerzas democráticas, por ejemplo, transitaríamos un camino hacia una nueva distribución del poder y una vía que nos apartaría del pesimismo para abrir campo a la alegría compartida de todos los venezolanos. De lo contrario, entraríamos en una etapa de involución y alta conflictividad que pondría en riesgo nuestra institucionalidad democrática.

En segundo lugar, la experiencia chilena muestra que es posible batir la desesperanza. La concertación chilena enfrentó una situación extremadamente adversa: 15 años de dictadura atroz, violación constante de los derechos humanos, concentración de los poderes públicos, represión sistemática, etc. Sin embargo, la oposición democrática se empino sobre esos obstáculos, asistió a la convocatoria plebiscitaria y obtuvo una contundente victoria.

En tercer lugar, después de múltiples contratiempos, oposiciones y discusiones, la dirección política comprendió que era necesario emocionar para convencer. Qué razones justas, por si solas, no eran suficientes para derrotar la dictadura. Era indispensable encapsular esas razones en un mensaje emotivo enmarcado en una nueva estética que anunciara el devenir de un nuevo tiempo. La campaña tomó ese rumbo; esa estrategia de comunicación política, entre otras circunstancias, inclinó la balanza hacia las fuerzas de la concertación democrática chilena.



Es obvia la enseñanza que proporciona esa experiencia. Veamos. Frente la estética eclesial, triste y amarga que propicia la entrega total al líder “Yo soy hijo de Chávez”, el campo democrático debiera enmarcar su campaña en una estética de signo contrario. La voluntad de cambio deber ser estetizada emocionalmente: alegría, optimismo, belleza, juventud, esperanza, etc. “Dormir tranquilo; “poder comer”; “tener recursos en el bolsillo”, tres de los pilares sobre los cuales se orientará la campaña de HCR (según El Nacional, 17 de marzo) no constituyen resortes lo suficientemente fuertes para emocionar a la ciudadanía.

La campaña por el NO en Chile mostró la necesidad de poetizar la vida cotidiana. En este sentido, la de Henrique Capriles debe confrontar el sesgo lúgubre de la estética que aprisiona a su adversario. Su narrativa debe tener un carácter épico y lírico. Su invitación a votar, por ejemplo, debe connotar la idea de una gran fiesta de la alegría donde sus partidarios se funden en la calle con sus semejantes al ritmo vertiginoso que imprime su futuro triunfo político. Parafraseando a la campaña chilena por el NO pudiéramos exclamar: ¡venezolanos, la alegría ya viene!

A continuación, un breve vídeo de la campaña por el NO en Chile


2 comentarios:

La Braga Azul dijo...

Acertada recomendación la que se le hace a Capriles acerca de la necesidad de "emocionar para convencer". Esto ya se lo han dicho varios calificados analistas políticos, lo que comparto plenamente. Lamentablemente, dentro del paquete de las muchas cualidades con el que vino equipado al mundo HCR, no figuró ésta. ¿Qué hacer entonces? Hay cosas que no se pueden comprar en una tienda. ¿Se podrán fabricar para un uso particular como el del presente? Se necesitaría de una materia plástica que se dejara moldear por quien o quienes sabrían hacerlo. Hace falta oído, disponiblidad y humildad para someterse a ello, pero esa disposición no la vemos. Estamos, pues, o al menos así me siento yo, como esos judadores de un equipo de béisbol que observan con angustia cuando su lanzador no consigue la zona de strikes. Un equipo y un público impotente en las manos de un lanzador. Quizás debamos cambiar de juego, que sería algo así como cambiar de cultura política y diseñar mecanismos de participación sustitutivos al tradicional de seguir tras los pasos de un líder. Pero esto requiere de una gran creatividad y tiempo. Mientras tanto ¿qué podemos hacer en este período de un mes que ya está en marcha? Me gustaría contribuir haciendo una donación de emoción, pero tampoco la tengo y menos sabría cómo hacerla llegar. Bueno, me conformaré por ahora en acudir a mi mesa de votación el 14/04.

Miguel Megias dijo...

Estimado amigo, tiene usted toda la razón. Todos nos sentimos impotentes por no poder aportar a este juego que por poco se nos va de las manos. Hemos enviado este artículo a personas que pudieran comunicarse con los que dirigen la campaña, pero no hay forma de llegarles. Un jingle con algo parecido al de Chile (Chile, la alegría ya viene), con personas -incluyendo chavistas con sus camisas rojas y el retrato de Chavez en sus franelas- todos bailando, con alegría, cantando, podría ser el detonante que impulsara la campaña. ¿Nos oirán? No lo sabemos...El peor intento es el que no se hace. Llueve y escampa, amigo...