domingo, 31 de marzo de 2013

Tal cual Dioses del Olimpo


Asdrúbal Romero M.
A partir del año 2010, los estudiantes de quinto y sexto año de la novel carrera Medicina Integral Comunitaria (MIC) fueron asignados para realizar sus pasantías en 188 hospitales públicos. Entre éstos se incluía a los servicios de los hospitales Vargas de Caracas, el J.M de los Ríos de niños y la Maternidad Concepción Palacios. Los docentes de la escuela de medicina José María Vargas de la UCV, la de mayor tradición y prestigio en la historia de la enseñanza de las ciencias médicas en Venezuela, también imparten clases prácticas allí a los estudiantes ucevistas de los tres últimos años de la carrera. Fue así como se dio la oportunidad que estos docentes atendieran y pudieran evaluar las competencias de los estudiantes de MIC.

Entre enero y marzo de 2011, aunque no había sido consultada ni solicitada su participación en la preparación y evaluación de los alumnos MIC, la escuela José María Vargas recogió y procesó información sobre el desempeño de cincuenta de estos alumnos, en las pasantías de Medicina Interna, Pediatría, Cirugía y Obstetricia en las tres sedes precitadas. A continuación voy a transcribir los resultados de dicha evaluación, tal cual aparecen plasmados en el capítulo preparado por la Academia Nacional de la Medicina del libro “Reflexiones y Propuestas para la Educación Universitaria en Venezuela”, publicado recientemente por cinco de las sietes academias nacionales.



“Una vez culminadas las pasantías y tabulados los resultados de las matrices de evaluación se encontró que:

  1. Un grupo de estudiantes de MIC (aproximadamente diez) asignados a los hospitales, dejó de asistir o asistió irregularmente a los servicios y a pesar de ello fueron promovidos de un nivel a otro (de 5° a 6° año).
  2. La mayoría de los estudiantes no pudo demostrar que sabía realizar adecuadamente una historia clínica, ni que tenía un dominio promedio de la terminología médica. Ninguno pudo realizar un examen físico completo.
  3. A ningún estudiante se le pudo asignar pacientes de sala (como se hace con los internos de la carrera tradicional) para que fueran responsables de su ingreso y seguimiento bajo supervisión del residente o los especialistas, debido a las debilidades mostradas en las competencias clínicas básicas.
  4. Durante las revistas médicas se identificaron importantes fallas de conocimiento elemental de ciencias básicas, tales como: características anatómicas de grandes estructuras, conceptos elementales de fisiología, fisiopatología y bioquímica entre otros.
  5. Durante sus actividades de sala, mostraron deficiencias para la interpretación de exámenes complementarios básicos: laboratorio, electrocardiogramas o radiografías de tórax.
  6. Los estudiantes no pudieron incorporarse activamente a las guardias de emergencia porque la deficiente preparación en el área impidió su desempeño. No mostraron destrezas o habilidades para discriminar los problemas clínicos de acuerdo a su gravedad, ejecutar acciones de atención inmediata o realizar procedimientos médicos básicos de emergencia.”

De estos resultados se informó a todos los directores de los hospitales y a los “coordinadores de pasantías”, no a todos en este caso, algunos estuvieron ausentes a lo largo de todas las pasantías. Se da por entendido que todos los estudiantes fueron promovidos. Más de 8000 bachilleres integraron la primera cohorte de graduados como MIC, de acuerdo a información suministrada por los ministerios MPPS y MPPEU. La Asamblea Nacional modificó inconsulta y apresuradamente la Ley del Ejercicio de la Medicina a fin de incorporarlos al ejercicio legal. Una vez habilitados, alrededor de dos mil fueron asignados a cargos en medicaturas rurales y el resto, un 75% en cifras aproximadas, ingresó a los hospitales, ¡incluyendo los tipos IV y universitarios! Son tantas las cosas que le pasan a uno por la mente, tantos los adjetivos, ante tan macabra irresponsabilidad de este régimen.

En mi artículo anterior, en el cual comentara el libro de Damián Prat, “Guayana: el milagro al revés”, hice hincapié sobre la urgente necesidad de ir levantando las crónicas del desastre en cada una de las áreas de la gestión pública. Lo traigo a colación porque días atrás, cuando inusitadamente apareció en mi pantalla una cadena del Presidente-Candidato -quien al parecer cree tener el mismo carisma mediático de su antecesor-, fue inevitable que recordara el texto de la Academia Nacional de Medicina. La insólita cadena, la misma en la que se cantó con fervor revolucionario el himno de Cuba, tenía como finalidad televisarnos sin vergüenza alguna la graduación desde Maracaibo de otra cohorte de MIC. Sobre lo del himno: qué se puede decir que no se haya dicho ya; en verdad, lo que más capturó mi atención fue ver cómo la ministra Sader anunciaba con gran desparpajo los múltiples planes de postgrado que ya se están organizando para los MIC, seguro, por supuesto, que al margen de lo que pueda considerar el Consejo Consultivo Nacional de Postgrado. ¿Hasta qué límites van a llevar esta farsa? –me pregunté-, al mismo tiempo que reconocía el hecho que la Academia Nacional de la Medicina también había cumplido con el rol de ser cronista de otro desastre más.

El problema es que a este desastre no sólo le cabe el calificativo de farsa, o el de arrabalero por la forma cómo han procedido: saltándose a la torera todas las normas que les obligaba a escuchar la opinión de los expertos. Recurran a la fuente que ya les he citado, para conocer detalles más aterradores aún de cómo se han atrevido a descompensar –por usar un término médico- la lógica que suele organizar, en cualquier país cuerdo, el sistema nacional de estudios habilitantes para tan delicada profesión como lo es la Medicina.

Finalmente, ha sido el “daimon” al cual hacía referencia el escritor inglés Rudyard Kipling, ese que en mis breves instantes de gracia toma el control de lo que escribo, quien me ha conducido al calificativo perfecto: ¡Desastre Aterrador! ¿Cuántas víctimas por mala praxis médica no habrá producido ya? Cuántas en un futuro harto difícil de acotar, porque una vez abierta tan macabra puerta resulta imposible estimar y controlar el caudal de eventos siniestros causados por su apertura. Debieron haber sentido el temor del ignorante, pero pareciera que estos prepotentes señores del régimen ya se han elevado al Olimpo donde es imposible sentirlo. Tal cual dioses de la mitología griega se han atrevido a jugar con la vida de seres humanos, desestimando con desprecio las voces expertas que les advirtieron sobre no traspasar ciertos límites. Tengo la convicción moral que se han puesto las bases para un asesinato colectivo indiscriminado, un crimen de lesa humanidad que se encuentra en pleno progreso y por el cual deberíamos hacerles pagar.

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