Nelson Acosta Espinoza
Autopista del este, Caracas a las 8 pm. Helena regresa a casa después de un largo día de trabajo en el Ministerio de Planificación. Pleitos con el jefe, entregas de trabajos, problemas de dinero y demás preocupaciones hicieron que el día fuera sumamente difícil. Lee el informe de Jorge Giordani, describiendo el insólito endeudamiento masivo en pleno boom petrolero. A medida que entiende la argumentación, su desazón aumenta: expansión acelerada del gasto público, cuantiosas inversiones en el sector petrolero, desorganización del aparato estadal, reducción drásticas de las exportaciones no petroleras, doble devaluación, etc. Parece no tener razones para sonreír y sin embargo, cuando sus ojos se encuentran con los de la persona que está sentada a su lado en el metro y ésta le sonríe, no puede evitar hacer el mismo gesto. Entonces, el día no parece tan malo…
Melquiades está enojado. Lo sabes por las arrugas en su frente, por sus labios apretados y la brusquedad con la que hace las cosas. Su camisa roja luce desteñida. Decides no discutir y le muestra la foto del comandante bajo la lluvia Sorprendido por el cambio de tema, él comienza a relajarse y mostrar signos de agrado y empatía. Regresa la calma. Ahora sí pueden hablar de cosas importantes…
Las dos escenas tienen algo en común. El uso de ciertas células de nuestro cerebro cuya importancia se descubrió hace poco más de dos décadas: las neuronas espejo (NE). Son un grupo de neuronas de la región prefrontal que se activan cuando realizamos una acción o cuando vamos realizar una acción. Constituyen la base neural de la empatía, es decir la habilidad de situarnos en la posición de los otros. Las neuronas espejos son responsables de activar nuestra capacidad de comprender el dolor, el sufrimiento o la felicidad de otros. Sentimos tristeza si mi interlocutor se ve triste o llora y reímos si el otro se ve alegre o ríe. Helena sonríe por que el otro expresa una emotividad positiva. Melquiades accede a otro nivel emocional cuando observa la foto de su comandante enfermo bajo la lluvia. Su ahogo, estimula en él lealtad y solidaridad.
En fin, la neuropolítica sostiene que en esta actividad (la política) es fundamental la empatía en los electores. Y esto se logra mediante mensajes, discursos e imágenes que despierten sentimientos, entusiasmos y optimismo. Estas dos imágenes, Chávez y Obama, tienen como objetivo reconfigurar “rutas neuronales” y estimular la emoción por encima de la razón. En el primero, una “alegría triste; en el segundo, la determinación de vencer.
Estos avances se contraponen con los ideales heredados de la ilustración. En palabras de George Lakoff, no “puedes entender la política del siglo XXI con un cerebro del siglo XVII” Las elecciones no se ganan citando hechos y formulando programas. El error básico de esta forma discursiva consiste en pensar que existe una dicotomía entre emoción y razón. De esta premisa se desprende el supuesto carácter universal de la razón y, en consecuencia, su capacidad para comprender con exactitud el mundo. El racionalismo socialista y su voluntad de extender esta forma organizativa al resto de la humanidad (revolución mundial) ejemplifican esta perversión ilustrada.
La investigación en el ámbito de la neurociencia apunta hacia una dirección disímil a los supuestos sobre los cuales se ha asentado la modernidad. Hoy sabemos que nuestra “racionalidad” se encuentra inscrita en las emociones. No siempre es lógica; inconsciente la mayoría de las veces y cambia de acuerdo a nuestros patrones culturales.
En este nuevo marco cognitivo (Lakoff dixit) las metáforas y la narrativas juegan un papel protagónico. Narramos a través de estas estructuras cognitivas que constituyen los “espacios” donde se deslizan nuestras pensamiento y emociones. Una historia exitosa, entonces, sería aquella que puede connotar diversas pequeñas narrativas y así estructurar un marco cognitivo.
Regresemos a nuestros personajes iniciales. Melquiades fue interpelado por la foto del comandante. Sus neuronas espejos se activaron y respondieron con sentimientos de empatía hacia la figura del presidente. Pero, este icono, igualmente, mueve una variedad de pequeñas narrativas cuya urdimbre conforman el tejido que proporciona verisimilitud a este personaje: jefe de estado, llanero, revolucionario, luchador, bolivariano, salvador de la patria, protector de los pobres.etc. En este punto, y de cara a las próximas elecciones presidenciales, es válido preguntarse. ¿La imagen de Nicolás Maduro estimulará en Melquiades sus neuronas espejos? ¿Es compleja su narrativa? ¿Se enlaza con otras historias? A los ojos de Melquiades ¿es verosímil este personaje?
Difícil despejar estas incógnitas. Lo sabremos el 14 de Abril.
En lo que podemos apostar con seguridad es que Helena verterá su descontento en la alegría que le proporciona votar por Henrique Capriles.
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