Nelson Acosta Espinoza
Bien, amigos lectores, pareciera que estamos adentrándonos en un tiempo histórico de naturaleza terminal. Lo que intento señalar es que en un futuro próximo los venezolanos vamos a experimentar cambios sustantivos en nuestra forma de vida colectiva. Esta observación puede parecer obvia. Después de todo hemos estado expuestos, en estos últimos años, a los embates de la ofuscación política. Y esta última condición puede ser vista como un síntoma que presagia las transformaciones que están por venir.
Parece apropiado, entonces, preguntarse ¿de qué naturaleza pudieran ser estas potenciales modificaciones del sistema político? ¿Quién o quiénes serán sus portadores? Y, finalmente, ¿a la palabra democracia se le podrá otorgar un nuevo significado?
Despejar esta última interrogante me parece vital. El sentido conferido a este vocablo por actores políticos en estos últimos tiempos ha sido equivoco y contradictorio. Por ejemplo, Chavismo y oposición usan indistintamente esta expresión. Sin embargo, en el marco de sus respectivas narrativas este concepto denota significados opuestos. Los socialistas abogan por una democracia participativa y protagónica. Los demócratas, por su lado, por un sistema de pactos, contrapesos y transacciones. Ambas opciones son de naturaleza normativa y su correlato con la realidad ha sido débil. En el primer caso, lo vivido en estos años muestra la falacia de la idea democrática socialista (la convocatoria de la Constituyente es un ejemplo paradigmático). Por otro lado, la partidocracia vació de contenido sustantivo la experiencia democrática. Probablemente esa insuficiencia de naturaleza política cuenta para explicar la emergencia del actual modelo populista.
Ahora bien, los acontecimientos se están acelerando. La convocatoria de la Constituyente y los peligros implícitos en esta iniciativa coloca al país en una situación límite. Condición esta que pudiera dar pie para ensayar iniciativas tácticas que facilitarían el desbloqueo de esta coyuntura de naturaleza terminal. Desde luego, es variado el abanico de propuestas y actores en juego para salir de esta crisis. En esta ocasión y, por razones de espacio, me voy a referir a una de esas oportunidades que pudieran preparar el tránsito hacia la democracia.
Puede parecer sorpresiva la siguiente propuesta. Quizá una de las opciones que los demócratas pudieran experimentar es la búsqueda de un “antimadurista inteligente”. Salido, desde luego, de las filas del chavismo. La frase la copio de una expresión del desaparecido líder del PCE Santiago Carrillo. Así definió Carillo a Adolfo Suarez “un anticomunista inteligente”.
A pesar de ser un desconocido para la mayoría del pueblo español, este político, fue capaz de aglutinar a un grupo de dirigentes de su generación que comenzaban a transitar por diversos caminos la ruta democrática. Supo reunir junto a “conversos” como él, a socialdemócratas, liberales, democristianos, etc. y logró desarbolar el régimen franquista con la colaboración de fuerzas opositoras tales como el PSOE y, muy especialmente, el Partido Comunista Español.
En fin, una opción a ser pensada y transitada por los demócratas venezolanos seria la búsqueda de nuestro Adolfo Suarez. Vale decir, un líder capaz de establecer puentes en todas las direcciones y crear las condiciones para una salida política democrática a la actual crisis. En fin, parafraseando al finado líder comunista español, un “antimadurista inteligente”.
Tengo la impresión de que los acontecimientos por venir van permitir la posibilidad de emergencia de un dirigente con esta característica. Capaz de jugar al centro político, trascender la polarización y crear las condiciones que permitan la transición democrática.
Desde luego, están en juego otras opciones: civiles y militares. Sin embargo, confío plenamente en la cultura democrática que está enraizada con las diversas formas de ser venezolano. En consecuencia, apuesto por la vía civilista y de profundización democrática de nuestro sistema político.
No tengo dudas, la política es así.
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