sábado, 22 de abril de 2017

¿Es la violencia la partera de la historia?


Nelson Acosta Espinoza
¿Es la violencia la partera de la historia? Esta es una expresión de Carlos Marx a propósito de los cambios sustanciales que pueden producirse en una sociedad determinada. Marx otorga a esta dimensión la categoría de comadrona. En el sentido que ayuda al nacimiento de la nueva sociedad que existe en las entrañas de la vieja formación social. Este enunciado puede también ser significado como que todo presente está preñado de porvenir. Desde luego, la violencia a la cual me refiero es la desatada desde los aparatos de poder. En los próximos párrafos explicare el significado de esta afirmación.

Disculpe, amigo lector, esta digresión teórica. La misma ha sido motivada por la intimidación desatada desde las instituciones del poder en el país. Bravata, es importante recalcarlo, ejercida por los aparatos represivos del gobierno. Y, en cierto sentido, su práctica anuncia el fin de un ciclo político en Venezuela.

En fin, intentaré destapar su significado, más allá de sus efectos inmediatos: dolor, rabia, desesperación, impotencia, etc.

Esta violencia, cultivada desde los aparatos del poder institucional indica el inicio del desgate definitivo del llamado socialismo del siglo XXI. El terrorismo de estado llevado a cabo recientemente por sus aparatos represivos ha puesto en evidencia su incapacidad de procesar políticamente la profunda crisis que confronta la sociedad venezolana. Es en este sentido que resulta apropiado hablar de un presente preñado de porvenir.

Ahora bien, lo señalado anteriormente constituye el horizonte estratégico donde deben inscribirse las prácticas políticas del sector democrático. Sin dudas, para concretar este presente “preñado de porvenir” se requeriría de la orientación política apropiada. El sector democrático, es justo señalarlo, ha dado muestra de unidad y comprensión de la tarea histórica que tiene por delante.

Me voy a permitir, sin embargo, de emitir una observación de naturaleza táctica. Estamos en presencia de una dinámica social y política sumamente inestable. Por un lado, el gobierno pareciera que se aleja de la posibilidad de una salida política a la crisis. El sector democrático, por su parte, insiste en sus justas reivindicaciones: libertad de los presos políticos, reconocimiento de la Asamblea Nacional, convocatoria a elecciones generales y autorización para recibir ayuda humanitaria, entre otras solicitudes.

En el marco de estas circunstancias, parece apropiado diversificar los escenarios desde donde ejercer presión al gobierno. La calle, desde luego, es fundamental. Sin embargo, esta forma de lucha para hacerla más efectiva debería estar acompañada por otras expresiones que pudieran arropar la totalidad del tramado institucional del país: colegios profesionales, sindicatos, asociaciones, instituciones universitarias, alcaldías y gobernaciones en manos de la oposición, etc. En este marco, resultaría viable, igualmente, lanzar puentes con sectores disidentes del chavismo.

En otras palabras, es vital diseñar una amplia política de alianza con diversos actores e incorporar a esta coalición expresiones institucionales de la sociedad civil. Ir hacia la construcción de un amplio frente de acción popular y ciudadano que desafíe social y políticamente al oficialismo.

En este contexto, una institución como la universidad pudiera ser la motivadora de una iniciativa de esta naturaleza. Esta institución, por su pasado y credibilidad, está en condiciones de ser el enlace para la construcción de este frente ciudadano.

Regresemos a la sentencia con la que iniciamos este párrafo. La violencia ejercida por el gobierno es un síntoma inequívoco de que estamos cerca del fin de este ciclo histórico. Parece irónico. Pero el gobierno con el uso de la represión está haciendo el papel de partero de la nueva historia del país.

No tengo la menor duda, la política ahora es así.



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