sábado, 4 de marzo de 2017

LA FEDERACIÓN


Rafael Grooscors Caballero

La primera gran Federación a constituirse en Iberoamérica pudo haber sido la Gran Colombia, apegada para entonces al espíritu de la Constitución de 1819, concebida bajo el genio de Bolívar y tras el influjo majestuoso del Orinoco. Hubo intentos posteriores, extra-fronteras, en México y Centroamérica; además de la muy bien pensada y lograda a través de líderes de la categoría de Bartolomé Mitre y Domingo Faustino Sarmiento, en la República Argentina, primer país de nuestro Continente incorporado como “desarrollado” al catálogo mundial. En el caso nuestro, debido a intereses personales y de grupos regionales sin conciencia de futuro, el proyecto federal bolivariano duró hasta 1830, cuando se impone la figura prepotente del primer gran “caudillo” venezolano, José Antonio Páez.

Desde entonces, concentrados en nuestros precarios límites, sin lectores de la historia y de la economía mundial, Venezuela comenzó a romperse, como unidad territorial, mediante la acción fratricida de caudillos similares al “nacionalista” llanero. Tuvimos ilustres teóricos del federalismo y hasta una guerra, llamada por unos “guerra federal” y por otros, “guerra larga”, la cual no hizo otra cosa que consagrar, aquí y allá, a nuevos caudillos, llenos de ambiciones personales y aupados por grupos de dudosa inclinación a la prosperidad colectiva.

Esta nociva experiencia, lógicamente, tuvo que tener certera ocurrencia en la conformación del “político” nacional y de la cultura política de nuestro pueblo. La educación y el desarrollo fueron términos cuyos conceptos perecieron, en el fragor de una batalla inmensa de filibusteros, siempre triunfantes y que convirtieron a la Nación y al pueblo venezolano en algo más o menos parecido a una violenta tribu de guerreros ignorantes.

Los Estados de la unión norteamericana, los cantones suizos y los bundeslanders alemanes, ni siquiera figuraron en la imaginación del político teórico venezolano, sobre todo porque “la federación” fue concebida apenas en términos territoriales y siempre en función del presente. Jamás se formalizó la ilusión de un futuro, tras la posible implantación de un régimen autonómico, entre otras cosas, porque todavía el venezolano sigue pensando “hacia adentro”, sin vocación de desarrollo y casi con desprecio del despegado mundo de la evolución.

Por eso el grito de Maduro: “¡Federación, ya!”, invocando la imagen del mirandino Ezequiel Zamora, no pasa de ser otra de sus histriónicas poses de bailarín del Poder, probablemente contaminado por una génesis y una débil cultura absolutamente alcanzada fuera de nuestro territorio, en su Colombia de nacimiento y en su Cuba de formación. Celebrar el centenario del nacimiento del guerrero “federalista” de Cúa, considerando tal fecha como feriado nacional, no hace otra cosa que profundizar la incultura laboral de nuestros compatriotas, ahora más golpeados por las necesidades que como cuando se levantó Zamora para combatir el “centralismo de los federalistas en el Poder”.

Nunca hemos tenido un régimen verdaderamente Federal. Una unión de Estados con autonomía plena de gestión, con financiamiento propio, ambición de futuro, dueños de sus propias riquezas, susceptibles de compartir, a través de la Federación, con sus Estados hermanos. Sin limosnas “constitucionales”, como el famoso “situado” y sin dependencia de los “sospechosos” administradores del casi único producto de exportación con el cual nos presentamos ante el mundo: el petróleo.

Es inconcebible que un Estado, como Bolívar, con el octavo río más grande del mundo y el segundo en profundidad de aguas; con afluentes de importancia que alimentan su curso; con piedras preciosas y oro a granel; con bitumen en su lecho, transformable en fuentes de energía de primera calidad; con una montaña de hierro suficientemente bien calificada para fabricar poderosos aceros de alta aplicación industrial; bauxita a nivel de superficie externa, de gran pureza, para ir, tras su alianza con la sosa caustica, a la realidad del aluminio, derivable en miles de productos y ahora, con sorpresa para muchos “poco entendidos”, con un nuevo metal surgido de la combinación del tantalio con la columbita, el coltán, elemento indispensable para el desarrollo creciente de las nuevas tecnologías, asociadas a la informática y al futuro de la humanidad. Pero es inconcebible que columnas enteras de bolivarenses estén atrapados en las fronteras con Brasil, hambrientos, enfermos, desempleados, producto de la supuesta “federación” que grita irresponsablemente nuestro alegre Presidente, supuestamente “socialista” y vulgarmente “revolucionario”.

Este perfil ideológico si sería un buen instrumento justificativo para promover una verdadera revolución en Venezuela. Una insurgencia más cultural que bélica, que no sólo permita el desalojo de Maduro y su régimen de improvisados y acatarrados burócratas de salida. Un estremecimiento conductual que haga sentir al venezolano, más venezolano. Más propietario de su espacio. Más dueño de su riqueza. Una Federación de Estados Autónomos y productivos, no dependientes de Caracas. Una metrópolis de refugiados, quienes abandonaron sus gentilicios, abrumados por la soledad y el olvido, para hacinarse en un colmenar humano, contaminado, preso por una forzosa delincuencia que toma de ejemplo el centro del Poder.

Una Federación que sea capaz de formar ciudadanos, educados para el trabajo, convencidos de que es el hombre y su voluntad, no el Estado y sus gobernantes, los que pueden acabar con el atraso y la pobreza, empujando a Venezuela a transitar, apresurada pero concienzudamente, por los caminos luminosos del futuro, dejando atrás su pasado torpe y miserable.

Esa es la idea. No hay salidas sin entradas. Vamos a convencer a los menos ilustrados; a los más abandonados; a los que no fueron a la escuela; a los que no saben para que sirven los martillos, ni las herramientas propias de un labrador productivo. Vamos a gritarles que son ellos quienes pueden y deben hacer su revolución y poner a Venezuela en el círculo de los grandes países del primer mundo.

Los líderes son los de abajo. Los que están arriba, de uno y de otro lado, fueron precursores fracasados. La Federación, sí; pero la Federación Popular, con un código de grandes posibilidades. La Federación de nuestros 23 Estados Autónomos y productivos, alzados sobre su propia territorialidad soberana. La verdadera revolución de los de abajo: esa es la Federación.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente el artículo del intelectual Rafael Grooscors Caballero. La ilusión de muchos buenos venezolanos puede que se cumpla pronto -o empiece a cumplirse. ¡Federación ya! Pero como la descrita por Grooscors, no la del grito de quien nos divide y nos ablitera.