sábado, 12 de noviembre de 2016

¿Diálogo sin Leopoldo?



 
Asdrúbal Romero M.

No pueden imaginarse cuánto he evadido el tener que repetirme en ese inagotable debate que se ha venido dando en el país sobre las bondades y/o errores en las actuaciones de la MUD. Sobre todo, después de escuchar a Fernando del Rincón decir, al inicio de uno de sus más recientes programas en CNN, que en Venezuela todo parecía haber girado en 360 grados: habíamos completado toda una vuelta para quedar en lo mismo; todo un ciclo para darnos el gusto de repetir, como si hubiésemos reprobado una materia de bachillerato.

La verdad es que quienes nos atrevemos a exteriorizar planteamientos críticos sobre las ejecutorias de la MUD, algunos con excesiva frecuencia y otros que nos vamos cuidando hasta que explotamos, conformamos un amplio espectro de opiniones. Los hay desde los que acusan a los jerarcas de la MUD de colaboracionistas vendidos que negocian el sentimiento opositor a cambio de billetes verdes, -este no es mi caso y además nunca he creído en esa monserga-, hasta los que osamos de vez en cuando argumentar sobre algún aspecto con relación al cual creemos que la MUD lo está haciendo mal.  Argumentar, es decir: exponiendo razones. Pero al final, todos: desde los ominosos guerreros del teclado hasta los sabelotodos, somos lanzados al mismo infierno de Dante, que por estos días Tom Hanks lo ha puesto de moda, por esos ardorosos espadachines de la lengua que pretenden blindar a la MUD ante cualquier señalamiento crítico.

Aunque suene a pedantería decirlo, me he  auto ubicado en el grupo de los sabelotodos, también calificados con sarcástico encono de incómodos managers de tribuna.  Me baso para este atrevimiento en el hecho de haber especializado mis críticas en el área de los errores sistémicos cometidos por la MUD. El de la obstinada negativa a construir una articulación orgánica con las diversas organizaciones de la sociedad civil es uno, importante por lo demás. Entenderán porque hablo de la posibilidad de repetirme si consultan, por ejemplo: “Otra vez el debate sobre la MUD” (http://quepasaenlauc.blogspot.com.es/2015/05/la-exitosa-convocatoria-de-ll-para-el.html). Y este error sistémico no sólo lo he denunciado yo, sino infinidad de analistas y hasta la misma Comisión para la Estrategia de la Mesa de la Unidad Democrática, designada por la MUD, coordinada por Arístides Hospedales e integrada por gente muy valiosa, se los dijo. Nunca hicieron caso.
 
El otro error sistémico en el cual he insistido es el de las marcadas deficiencias y carencias en el manejo discursivo frente al Régimen. No voy a señalar referencias específicas al respecto, porque llenaría este artículo de un excesivo número de enlaces a mi blog. Entren a él y constatarán. Valga la autopromoción. No voy a auto repetirme, reitero, así que no hablaré de tales temas. Sino de los pequeños errores que se montan uno sobre el otro y cuando venimos a ver…..

La lengua me la he mordido hasta llenar de sangre mi boca, pero el otro día un amigo –conociéndole: sospecho que deseaba provocarme- me envió un correo electrónico contentivo de un artículo el cual, palabras más, palabras menos, me confirmaba con formalidad lo ya difundido -a través de decenas de cadenas en las redes sociales-, sobre todo el pandemónium que se había generado alrededor de la tarima de la marcha denominada “La Toma de Venezuela” -26O-. Quien escribe, Ezequiel Abdala para la Revista Ojo, confiesa haberse sentirse abrumado por la popularidad del “Vamos a Miraflores” entre la masa que rodeaba la tarima. Les invito a que lean su crónica, excelentemente escrita, en: http://revistaojo.com/2016/10/26/cuando-los-lideres-se-crecen/ .

Bien vale la pena recrear a través de sus palabras aquel hervidero en el que una masa enrabietada coreaba: Si no salimos hoy / se acaba la Unidad. Dirigente que se atrevía a hablar, dirigente que era abucheado y cargado de duros epítetos. Todos tuvieron lo suyo. Según la crónica: Capriles y Ramos Allup fueron valientes al mantenerse en contracorriente contra el deseo de esa masa enardecida y argumentar el porqué. De allí el título del artículo “Cuando los líderes se crecen”, pero no es su conclusión, la cual comparto, lo que me interesa destacar. Sino el cómo de una circunstancia totalmente cargada de irracional emocionalidad, surge una decisión política de tanta trascendencia como anunciar para una fecha específica una marcha que tendrá como objetivo central el dirigirse a Miraflores.

¿La MUD había decidido en frío una decisión de tanta trascendencia como esa? ¡Y tan equivocada! No sé si esta afirmación merezca mayor discusión, en todo caso me remito al introito del precitado artículo: “De la gente que pensaba que podría cambiar su vida con el premio que sacara de una caja de Ace, hemos pasado a los que creen que pueden sacar a una dictadura con apenas pisar el asfalto que rodea el palacio de Miraflores. Que eso es llegar, tocar el suelo, ver el Palacio y el dictador huir”. A este hermoso sarcasmo le añadiría: si es que acaso la MUD cuenta con un ejército secreto que sacaría ese día con la finalidad de proteger una marcha de desesperados inocentes, porque con estos bichos ya no se requiere tanto ejercicio de imaginación para saber cómo la iban a detener. ¡Obviamente no! No hubo ninguna decisión formal de la MUD en ese sentido, como lo demostraron los discursos de Capriles y Ramos Allup, pero lo que emergió como una decisión de la MUD hacia la gente fue esa. Pregunto entonces, para no decirlo yo: ¿Se concreta con esa aventurada convocatoria un error o no?

Me podrán responder: sí fue un error, pero no de la MUD, sino de unas personalidades que hacen vida dentro de la MUD y que no podían ser contradichas en aras de la Unidad. ¡Perdónenme! La Unidad, como valor, tiene que estar subordinada al obligado imperio de principios y valores que están por encima de ella. Si había que desmentir a quienes, en esta oportunidad, se equivocaron -como en el pasado se equivocaron los otros-, había que hacerlo, porque el delicado momento así lo exigía. La aventurada convocatoria fue tan errada, finalmente no me contuve, que condujo a un error mayor.

¿Cuál? El diálogo. No porque no haya que dialogar, siempre será importante la posibilidad de establecer un diálogo como una de las vías para salir de esta pesadilla. Un diálogo, por ejemplo, bajo la modalidad que tan brillantemente ha expuesto la abogado Thays Peñalver (@thayspenalver). Del reciente referéndum que se celebró en Colombia, quedó plasmado en mi memoria un dicho que me parece es aplicable a esta situación nuestra: no es el sí (al diálogo), ni es el no (al diálogo), es el así no. La MUD terminó participando en un diálogo cuyas condiciones de contexto no le fueron convenientes. ¿Y por qué no condiciono de mejor manera su participación?

Posiblemente, esta es mi opinión personal y, por lo que he leído, de algunos otros managers de tribuna, porque la MUD, ante la inminente convocatoria a un evento de muy probables nefastas consecuencias y de compleja controlabilidad política, se vio forzada a participar en algo sin el tiempo suficiente para trabajar la construcción de un consenso interno.  Incluso, se ha dicho, fue un tanto entendiblemente coaccionada por los representantes de la Iglesia que, habida cuenta de la naturaleza de su representación, tenían que priorizar su justificada inquietud acerca de la probable pérdida de muchas vidas. Pero no sólo fue la MUD, también el Régimen se vio precipitado hacia el diálogo. Preocupados tendrían que estar, no por las vidas sino por la posibilidad que su método asesino de contención les acarreara, finalmente, la pérdida del Poder.

Ambos bandos se vieron obligados al diálogo, pero el Régimen, con mayor poder, manejo de recursos y la funcionalidad de su unidad jerárquica, logró sacar mejores resultados de su escenificación. La MUD cometió errores. La presencia del desacreditado Timoteo Zambrano en esa mesa, debían saber que les iba a generar millones de comentarios ácidos en su contra, de esos que le proporcionan oxígeno a los tan mentados guerreros del teclado y después se quejan. Nunca deberían olvidar que sus errores se convierten en argumentos de sus opositores más radicales  Permitir la participación de Maduro, que es un rayador que a quien toca raya. En fin, no deseo extenderme en esto, para darle espacio preponderante a la que yo creo es la razón fundamental por la que un diálogo celebrado, en esas condiciones, terminaría siendo malo para la MUD como lo ha sido hasta ahora.

La auténtica y verdadera piedra en el zapato del diálogo es la condición de Leopoldo López preso. Y lo centro en su figura personal, consciente como estoy de su no aceptación a ser liberado si antes no lo son todos los presos políticos. Asume para sí el papel del capitán que debe abandonar de último el barco siniestrado y le concedo toda la razón. Yo, en su lugar, también la asumiría.  Reitero: con Leopoldo preso, es muy complicado para la MUD participar en un diálogo que pueda resultar fructífero porque su misma participación divide y al dividir pierde su representatividad.

¿Por qué? No dejemos de lado que quienes se están sentando en la mesa del diálogo fueron los mismos que lo hicieron en el 2014. En aquella oportunidad fueron muy criticados. Una no desestimable porción de sus problemas de imagen devienen de aquel evento. De aquellos barros, estos lodos. Por supuesto, ellos pudieran alegar en su defensa, como de hecho lo hicieron, que consideraban, políticamente: las condiciones no estaban dadas para una salida como la que promovía Leopoldo con María Corina y Ledezma. Acusaron, sobre todo a Leopoldo, de jugar un “adelantaíto”, es decir: de no haberles informado, oportunamente, lo que se proponía con la aviesa intención de tomar mayor ventaja política de los resultados positivos que pudieran derivarse de su acometida estratégica, etc., etc. No estoy en condiciones de saber si eso fue realmente así o si lo que hubo fue una diferencia de visión con relación a la acelerada dinámica de lo que iba a ocurrir en Venezuela en materia de deterioro social y económico en estos tres últimos años.

Quizás, por qué no asomar el escenario alternativo, Leopoldo trató de compartir con ellos su visión de lo que ya estaba en proceso de inevitable evolución dinámica. Que les argumentara la necesidad de evitarle al país esta irremediable pérdida que se ha producido desde el 2014 hasta acá y, en consecuencia, planteara la necesidad de no postergar más la salida del Régimen. Pudo haber ocurrido de esta manera también, por qué no. Mi propia experiencia me dice que la cuestión pudo haber fluido de esa forma, porque a cuántos no he intentado convencer yo de esa misma visión que ya unos cuantos compartíamos, por diferentes vías, con Leopoldo y, sin embargo, no lo logré. De nada valía que uno se desgañitara hablando de tendencias explosivamente dañinas. Que uno mostrara curvas exponenciales apuntando hacia la tragedia que hoy vivimos (qué puede extrañar que la tasa de cambio del dólar, en cuestión de días, se haya acelerado hasta casi superar  los 2000 Bs/$, cuando lo que está haciendo es recuperar en brevísimo plazo una predecible tendencia artificiosamente contenida). Al parecer, no todo el mundo tiene la misma capacidad para la visión sistémica. O, también es verdad, muchos, aunque la tengan, priorizan la solución del nudo gordiano político, como paso primero, aunque de la dinámica socio económica que se estuviere visualizando a futuro pudiera derivarse una crisis humanitaria. Hoy lo tengo claro, antes no.

Asomo el escenario alternativo porque hoy, a casi tres años del inicio de aquellos eventos, resulta incontrovertible que la visión acertada fue la de Leopoldo –y sus acompañantes, disculpen que no siempre les mencione por razones de brevedad-. Esa visión trastocada en insondable realidad la está sufriendo el pueblo venezolano. Y Leopoldo está pagando, ¡de qué manera! su supuesto aventurerismo. Entonces, aquellos argumentos que pudieron haber esgrimido quienes se sentaron a dialogar con el Régimen en aquella ocasión, hoy día ya perdieron totalmente su vigencia. Si en el 2014 existía un espacio relativamente creíble para la contraposición de dos puntos de vista, este ya se agotó.  La Oposición no puede plantearse sentarse con el Régimen si en esa mesa de diálogo no está presente Leopoldo o quienes puedan válidamente representarle. Y, por supuesto, para que esto pueda ocurrir Leopoldo tiene que estar libre y, como él, todos los actuales presos políticos.

Si la MUD insiste en un diálogo sin Leopoldo, divide. Resulta inevitable que divida, así los ardorosos espadachines digan lo que digan intentando convertirnos en focas no pensantes y proclives al fácil aplauso.  Y si, además, el Régimen implementa toda una estrategia de liberar los presos afines a los que acceden a dialogar mientras continúa persiguiendo a Voluntad Popular, le echa leña a la caldera de la división. Ellos bien saben lo que hacen. Proponen un escenario de inmoral extorsión que no puede ser aceptado por la MUD sin que ello también la raye. Por eso, el rumbo actual tiene que ser corregido. La primera condición para el diálogo tiene que ser la liberación de todos los presos políticos. Y de allí en adelante, lo que se pueda concertar estando todos comprometidos alrededor de una unidad auténticamente creíble. Vuelvo a hacerme eco del esquema de diálogo propuesto por Thays Peñalver.

El tema es complejo. Una amplia diversidad de temas conexos se queda en el tintero. Pero deseo finalizar con una recomendación. El momento político que vive Venezuela es en extremo delicado, por eso no hay espacio en él para un ejercicio de la política que esté reñido con la verdad y los valores morales fundamentales. Cualquier decisión que se vaya a tomar, sométanla a la criba de la autenticidad moral y verán que dejarán de errar. Y se interrumpirá ese deambular en el que un error pequeño deriva en otro más grande y así, sucesivamente, hasta llegar quizás a una situación que se pueda calificar, incontrovertible e irreversiblemente, como un mal resultado de la actuación de la MUD. Que será también un mal resultado para todos y para el país.

¿Podríamos definir para un futuro, objetivamente, lo que es un MAL RESULTADO? Un buen tema para abordar en un próximo artículo, porque toda delegación a un cuerpo de dirección debiera tener una acotación en el tiempo para el cumplimiento de objetivos.    



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