Nelson Acosta Espinoza
Carencia de relatos apropiados. Esta circunstancia pudiera asumirse como punto de partida para interpretar cierta pasividad presente en el accionar político en el país. La población no se siente interpelada y estimulada por la conducta observada en los actores políticos que conforman la oposición. Hasta cierto punto, estas agrupaciones actúan de acuerdo al libreto político que caracterizó la cultura política del pasado. Y, en consecuencia, tienen dificultades para interpretar y procesar apropiadamente las nuevas demandas políticas presentes en la población. La elección presidencial pasada constituye un ejemplo que ilustra esta aseveración.
Probablemente esta circunstancia genera sentido en el momento de explicar cierto repliegue de los ciudadanos sobre sí mismo. Sin duda, las urgencias de la vida diaria pesan sobre su accionar cotidiano. Los conflictos que observamos a diario son coyunturales y obedecen a reivindicaciones particulares a cada gremio. Hasta el momento no se ha construido una cadena discursiva y un liderazgo que establezca lazos y proporcione sentido político a estas justas demandas económicas.
En forma resumida la coyuntura demanda la construcción de un nuevo relato político que emocione a la población y que sea encarnado por un nuevo liderazgo. Para alcanzar estas dos condiciones es imprescindible explorar nuevas vías y escenarios que estimulen confianza en la población. Desde luego, esta condición no puede ser alcanzada a través de acuerdos entre élites partidistas. Antes por el contrario, hay que ensayar nuevas opciones que recuperen la confianza y avizore un horizonte que estimule corazón y mentes en los habitantes del país.
Ahora bien, es justo preguntarse ¿que es un relato político? ¿Porque en las actuales circunstancias es necesario elaborarlo? La primera interrogante podemos responderla de forma sencilla: es una estrategia de comunicación política. Su finalidad inmediata es transmitir valores, objetivos y construir identidades. En la actual coyuntura es imprescindible la edificación de esa nueva narrativa que sustituya la ya agotada y promueva la movilización a través de la activación de los sentidos y emociones. En pocas palabras, “confiere identidades de “nosotros” y “ellos”, define objetivos y propone una visión del pasado, del presente y del futuro”.
En relación a la segunda interrogante la repuesta es sencilla. El relato democrático que entró en vigencia en el país al inicio del siglo XX está agotado. La crisis actual, en cierta forma, es una prueba de que esa narrativa y su concreción institucional se encuentran de espalda a las nuevas demandas y expectativas de la población.
Una de las tareas pendientes que aún no ha sido asumida por la oposición democrática es la elaboración de esa nueva narrativa. Narrativa que cuente y detalle, que comunique la nueva identidad del liderazgo emergente, qué representa a que ideas se debe y por qué son más útiles que las del pasado.
Esta tarea es urgente y debe ser asumida por los demócratas de todo signo. Los materiales para su elaboración existen. Venezuela es otro país y su población demanda acciones distintas a las que caracterizaron el pasado.
Esperemos que esa nueva dirigencia emerja como resultado de la crisis y enrumbe al país definitivamente hacia el siglo XXI.
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