sábado, 6 de enero de 2018

Oposición y gobierno: ¿enemigos complementarios?


Nelson Acosta Espinoza
Bien amigos lectores, comienza un nuevo año. Oportunidad apropiada para expresar buenos deseos y militar dentro de una óptica optimista. Sin embargo, entiendo que la realidad conspira contra esta pretensión. Basta asomarse a las predicciones elaboradas por expertos en diversos campos para alimentar sentimientos de naturaleza pesimista

A pesar de esa circunstancia, me voy atrever a formular un vaticinio positivo para este año que se inicia. Esperemos que los distintos actores políticos (oposición y gobierno) abandonen la lógica que tiende a negar humanidad a los contendores en la lucha política. Cuando esto sucede, vale decir, los bandos se niegan la humanidad recíprocamente, tiene lugar lo que la etnóloga francesa Germaine Tillion (1907-208) denominó “enemigos complementarios”. En otras palabras, los actores en pugna promueven una visión que los posiciona, no como adversarios sino como enemigos y, en consecuencia, buscan su mutua destrucción.

Desde luego esta última afirmación requiere una aclaración. Ha sido el chavismo el que inicialmente desarrollo un relato político que escindía la sociedad venezolana en polos irreconciliables: patriotas vs escuálidos. Sin embargo, me voy atrever a señalar que esta lógica dicotómica, a lo largo del tiempo, se impuso con fuerza en la narrativa de los bandos en pugna. En otras palabras, invadió el campo de enunciación de los actores que hacen vida política en el país. Es en este sentido que hacemos uso del concepto de “enemigos complementarios”. Probablemente esta circunstancia ayuda a explicar las dificultades que ha tenido el sector democrático para elaborar una estrategia que le permita sortear con éxito la trampa implícita en definir el ámbito de lo político en términos de enemigo/amigo.

Esta circunstancia, por otra parte, ayuda a explicar la ausencia de confianza de la población en los procedimientos de naturaleza electoral. Los estudiosos de este comportamiento lo han definido como desafección democrática: sentimiento subjetivo de cinismo y de falta de confianza en el proceso político, los políticos y las instituciones democráticas.

Es fundamental apuntar que esta desafección ataca por igual al chavismo-madurismo y a la oposición democrática. Sin embargo hay un aspecto positivo. Se está creando la posibilidad para que el campo de lo político se abra a nuevas opciones que pudieran interpelar a sectores insatisfechos de la población alineados indistintamente en ambos bandos.

Vale la pena, entonces, formular las siguientes interrogantes: ¿Cómo interpretar esta última aseveración? ¿Se encuentran los destinatarios de estas narrativas huérfanos? ¿Aún no ha surgido su reemplazo discursivo´? ¿Opera la oposición democrática con claves narrativas del pasado? ¿Existe la posibilidad de desarrollar una nueva gramática política que dé cuenta de las nuevas circunstancias que están emergiendo?

Recuperemos el optimismo presente en la apertura de este artículo. Después de todo estamos iniciando un año nuevo. Reitero, entonces, la afirmación con la cual iniciamos este breve escrito. El sector democrático de la oposición tiene oportunidad de recuperar y hegemonizar el espacio cultural y político del país. Esta es una tarea, desde luego, que trasciende el ámbito estrictamente electoral. Máxime si se quiere evitar el resurgimiento de apuestas populistas de cualquier signo.

En este sentido, es necesario colocar la atención en la ejecución de dos tareas. Primero, superar la trampa implícita en la idea de “enemigos complementarios• Vale decir, superar los engaños de las narrativas dicotómicas (escuálidos-chavistas; izquierda-derecha; ricos-pobres; etc.) en las cuales ha estado sumida la oposición a lo largo de las últimas décadas. En segundo lugar y, como consecuencia de la primera premisa, habría que elaborar un relato de naturaleza transversal con el propósito de construir una nueva mayoría que ejerza la dirección política e intelectual de la Venezuela por venir.

¿Qué implica asumir un esquema de naturaleza transversal? Veamos. Por un lado, tomar de la totalidad de espectro político (sin complejos) las propuestas más beneficiosas para los ciudadanos y, por el otro, potenciar el alcance de la narrativa democrática sobre una diversidad de actores.

En fin, poner en práctica una apuesta de este signo permitiría ir al encuentro de la gente con independencia de sus distintas identidades ideológicas. De esta manera se abriría el camino hacia la construcción de un nuevo orden de naturaleza democrática. Y se saldría al paso a iniciativas de naturaleza aventurera.

No tengo dudas, la política debería ser así.




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