sábado, 14 de enero de 2017

¿Ejerce Maduro físicamente el poder?



                                                                                Simón García

Tiene que haber alguna razón poderosa para que un político responsable y tan apegado al sentido de justicia, como Julio Borges, haya formulado como su promesa gruesa e inmediata, la declaratoria del abandono del cargo por parte de Maduro.


Es difícil disentir de la iniciativa por las desastrosas consecuencias de la gestión presidencial para la economía y la democracia y ante la angustiosa situación de vida de todos los venezolanos. Ella va a recibir una alta aceptación pública porque los venezolanos no quieren a Maduro en el mando.


Hay que ser cuidadosos con la crítica porque al poder le resulta tan ajena que cualquier desacuerdo en el seno de la oposición siempre será aprovechado por unos gobernantes que envilecen todo lo que tocan. El engranaje de manipulaciones del régimen se propone descomponer a la MUD y presentarla como dividida. La pluralidad será tratada como una anomalía y traducida en su mentira por el neolenguaje al que siempre acuden los totalitarismos.


Pero en este caso se trata de la opinión de un ciudadano, de un acto personal de conciencia y  no de la posición de una colectividad o de una organización. Esta singularidad me anima a señalar públicamente por qué no apoyo, esta vez, una propuesta que aun desconozco si proviene de la MUD o si es de la autoría del respetable Presidente de la Asamblea Nacional. Un amigo.    


La fuerza de la tesis es que expresa el deseo de la mayoría, de una manera tan contundente que logra pasar por alto la evidencia real de que Maduro está físicamente en la sede del poder, ejerciendo cotidianamente sus  funciones, tratado como Presidente por la mayoría de las instituciones del Estado y por las Fuerza Armada. Es un Presidente con un ejercicio contrario a los intereses del país, pero que aún conserva tras de si al Estado y algo menos de un 20% de los venezolanos.


No ignoro que se trata de un asunto político y no jurídico. Pero aún así, el éxito del combate a una dictadura requiere no perder la razón democrática y constitucional. El abandono del cargo de un Presidente, el último caso fue el del dictador Pérez Jiménez, supone una verificable dejación. La figura aparece en la Constitución como una de las formas de la ausencia absoluta. Y ausencia, según el lugar común, significa estar fuera de un lugar o de unas funciones.


Algunos interpretan el texto constitucional de un modo que bordea las prácticas del poder actual, lo cual debilita la condición alternativa exigible a la oposición. La significación práctica es que se está sustituyendo el debate sobre la colocación fuera de la Constitución del Presidente, de la Sala Constitucional y del CSE por una polémica sobre si Maduro ejerce o no el cargo. Tanto lo ejerce que viola sistemáticamente a la Constitución y junto con los poderes colonizados impidió con una marramucia el RR y se niega a realizar la elección de gobernadores, evento que nos haría avanzar en los cambios institucionales y proporcionaría una decisiva a las fuerzas de oposición.


La declaratoria, en las condiciones actuales, es una muestra del radicalismo malo, aquel que no contempla las condiciones para hacer efectiva la decisión, aquel que provoca repolarización inmediata y que no procura motivar al país para la formación de un nuevo consenso sobre la transición y para construir condiciones que permitan, negociación entre las partes de por medio, crear un gobierno de Unidad Nacional.  


A los amigos que van a preguntarme, con provocación que comprendo,  si quiero  mantener a Maduro, les respondo que no voy a seguir girando la tuerca al revés. Por eso y porque la política no puede ser ilusoria, no puedo acompañar esta jugada.


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