Nelson Acosta Espinoza
Bien amigos lectores, el resultado de las elecciones del 6D ha sido sorpresivo. El oficialismo quedó boquiabierto ante la deserción masiva de sus votantes. La oposición, por su parte, logró capturar esa desafección política y articularla a su oferta política. En las líneas que siguen voy intentar analizar, desde una visión antropológica, este resultado electoral. Desde luego, esta mirada es una de las tantas interpretaciones susceptibles de ser elaborada. El acto electoral es complejo. Si se quiere, esta actividad condensa múltiples determinaciones: culturales, emocionales, discursivas, económicas, etc. Voy a referirme al condicionante cultural.
La antropología,
desde los inicios del siglo XX ha introducido en su arsenal teórico el concepto
de “potlatch”. Con este nombre se designa una ceremonia llevada a cabo en algunas tribus de
la Columbia Británica -la más citada es la de los kwakwaka'wakw- que tenía
lugar con motivo de celebraciones, ritos de paso, tratados de paz, etcétera.
Los potlatch, prolijamente
descritos por la antropóloga Ruth Benedict, consistían básicamente en un
espectacular intercambio de regalos que prestigiaban a quienes los ofrecían. En
forma sencilla, este ritual consistía en la obligación de Dar, Recibir y
Devolver.
En términos políticos esta ceremonia
equivale a las prácticas clientelares que han caracterizado a los populismos en
América Latina. Sus crisis (Argentina, Ecuador, Brasil) se inician cuando la última
fase del ciclo no se cumple. Los gobiernos dan (casas, tabletas, bolsas de
comida, etc.); lo electores (clientela) reciben pero, la etapa del ciclo (devolver) no se activa en su
totalidad.
En otras palabras, no tan solo no
finaliza el circuito clientelar, sino que el “dador” es castigado y, circunstancialmente,
la lealtad es transferida al competidor electoral. En el caso que nos ocupa la
Mesa de la Unidad Democrática.
Desde luego, estamos esquematizando
un proceso complejo. En la victoria del 6D intervinieron otros factores atribuibles
a la capacidad táctica y estratégica de la dirección política del grupo
opositor. Es indispensable, ahora, consolidarla. Tarea esta que se llevará a
cabo en el marco de un contexto de creciente hostilidad de parte de los
perdedores en estas elecciones.
Para finalizar este breve escrito,
me voy a permitir sugerir algunas ideas sobre los procesos de transición política.
Robert Dahl (1915-2014), profesor de ciencia política de la Universidad de Yale
señala que los fenómenos de democratización son el resultado de incrementar,
por un lado, el costo de la opresión y, por el otro, reducir el asociado a la tolerancia.
“La democratización es el resultado de incrementar el costo de opresión al
tiempo que se reduce el costo de tolerancia”. En otras palabras, la gente que
detenta el poder debe sentir que hay espacio para la negociación. Es lo que también
se ha denominado “transición por transacción”. Este último modelo fue el que se
llevó a cabo en el Chile del General Pinochet. En conclusión, el costo de opresión
debe aumentarse, hasta el punto que sea insostenible (11 de Abril) y, en
paralelo, reducir el de tolerancia. Solo así, podría iniciarse el tránsito
hacia la democratización del país.
En fin, el 6D abre las compuertas
para iniciar un proceso de redemocratización del país. Desde luego, el camino hacia
el futuro se encuentra empedrado. Se requerirá toda la energía e imaginación democrática
para sortear esos obstáculos y permitir que el país, de una vez por todas, se
encamine en paz hacia el siglo XXI democrático.
La política, sin la menor duda,
tendrá que ser así.
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