sábado, 22 de noviembre de 2014

Hablar para la gente, no para la oposición



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Nelson Acosta Espinoza


Hablar para la gente, no para la oposición. Esta frase, extraída del formato político que propone Pablo Iglesias, actual secretario general del partido PODEMOS en España resume lo que, a mi juicio, debería constituir la piedra angular de  una estrategia discursiva para los sectores democráticos del país. En otras palabras, se propone que los ciudadanos y sus angustias cotidianas constituyan el centro medular de la práctica política de la oposición. 

Esta aproximación, me permito reiterarlo, debería constituir el eje en torno al cual giren las conductas políticas de los diversos sectores que constituyen el bloque democrático en el país.

Antes de continuar me voy a permitir dibujar rápidamente este nuevo movimiento que irrumpe en la política española. Lo hago en el convencimiento que la MUD pudiera aprovechar esta experiencia política, en particular su estrategia comunicacional. Hablar  "para la gente, no para la izquierda", usar un tono pausado y referente popular, simplificar los mensajes, mostrar las contradicciones del adversario. Estos son algunos de los principios que orientan la estrategia comunicacional de este nuevo movimiento político. Formula sencilla que hoy en día constituye su "marca" política. Y, sin la menor duda,  ha sido responsable de su éxito inicial en las elecciones para el parlamento europeo.


Por otra parte,  la práctica política de este nuevo movimiento político  se ha alejado de la racionalidad intelectual. Su punto de partida ha sido una revisión crítica de las posturas discursivas asumida por sectores de la izquierda política española. Estos grupos se han caracterizado por una conducta centrada en demasía en lo intelectual, encerrados en sí mismos y alejados de la cultura de masas. A contrapelo, Pablo Iglesias elabora un discurso sencillo que apela a la emoción y que le ha permitido recuperar para este sector político conceptos emocionales con el de patria. En fin, PODEMOS ha puesto en práctica la máxima que popularizaron las investigaciones en el ámbito de la neuro política: emocionar para convencer.


A partir de esta breve descripción pudiéramos elevar las siguientes interrogantes: ¿Qué sucede en la puesta en escena política de la oposición en el país? ¿Le hablan a la gente? ¿Apelan a la emoción? Me parece que los sectores democráticos se encuentran encerrados en espacios discursivos que no le permiten llegar a la gente. Están centrados en hablar a sus parcelas políticas. En convencer a los ya convencidos. No han podido internalizar el concepto de gente y, en consecuencia, se enfrenta a barreras que le impiden transformar sus puntos programáticos en "sentido común".

Las próximas elecciones parlamentarias pudieran constituir un espacio para implementar nuevas formulas discursivas. Construir una matriz de significados articuladas a las necesidades de la población. Conectar con la gente. En fin, disputar en el plano del lenguaje, al adversario y, así, construir una nueva hegemonía política.


Se dice sencillo, pero no es fácil. Para edificar esta nueva hegemonía sería  indispensable un gran esfuerzo imaginativo. Hacer ejercicio de voluntad política para poder derrotar los hábitos electoralistas presentes en la conducta colectiva en la  mayoría de nuestros actores políticos. Las elecciones, hay que entenderlo, han de ser vistas como un instrumento para construir una nueva mayoría social, cultural y política. No es un fin en si mismo. Es una herramienta subordinada al propósito de fundar una nueva cultura democrática. Si no son vistas así, se corre el riesgo que el desánimo y la frustración se apodere de los corazones de los votantes. La consecuencia es predecible: abstención. Es imperativo, entonces, emocionar para convencer. Ese es el reto. No lo olvidemos, la política ahora es así.









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