viernes, 17 de agosto de 2018

Dos interrogantes en el contexto colapso eléctrico en Venezuela


Asdrúbal Romero
Colapso Eléctrico y etc.

Ya en Maracaibo hay zonas en las que padecen más horas al día sin servicio eléctrico que con él. Esto, a raíz de la más reciente falla de la línea de interconexión con el Sistema Eléctrico Nacional cuyo prolongado sobrecalentamiento y posterior incendio -las protecciones no dispararon- paralizó por horas el tránsito vehicular por el puente sobre el lago General Rafael Urdaneta. Me reportan esta situación miembros de mi familia. El colapso del sistema en la región occidental del país es inminente. Así ha sido advertido por connotados profesionales desde hace meses –uno de ellos tuvo que escapar del país para evitar su captura por organismos de seguridad-. Los hechos están demostrando que su pronóstico- denuncia fue fidedigno. Pero son como palabras que se las ha llevado el viento, los acontecimientos le han venido dado forma al dibujo de la dantesca realidad que está por producirse, pero aun así: ha resultado imposible concretar la articulación de una reacción ciudadana generalizada que esté en consonancia con la gravedad e inminencia del desastre anunciado.

Resulta que en otras regiones del país también el drama eléctrico se encamina en la misma dirección, aunque el colapso no se avizore tan cercano. Me referiré a Carabobo, donde pareciera que pensamos que lo del Zulia es un tema de afectación muy lejano cuya probabilidad de ocurrencia en nuestro estado es más bien baja. Y no es así. Debe saberse que más del 60% de los seccionadores de alta en las diversas subestaciones están dañados. Que para poder manejar estas contingencias –aberrantemente diferidas en el tiempo- ha sido necesario unir dos circuitos de distribución en uno, y hasta tres, de lo cual se ha derivado que la mayoría de los nuevos circuitos combinados se encuentran en situación de sobrecarga. Debe resaltarse también que esta política, contraria a lo que dictaminan los manuales de confiabilidad de cualquier sistema, sólo ha sido posible como consecuencia de la sostenida reducción de la potencia demandada debido a la ostensible disminución de la actividad comercial e industrial, así como la desocupación de muchas residencias familiares debida al fenómeno de la emigración.

En cuanto al personal encargado de manejar la operación del sistema, muchos han tenido que abandonar su trabajo sin recurrir a un cese normal de su relación laboral. No les he permitido renunciar porque sobre ellos pende la amenaza de declararles “Traidores a la Patria”. Resultado: la mayoría termina fugándose. Por cierto, el Régimen ha venido aplicando esta política a profesionales y técnicos con algún grado de responsabilidad en áreas operativas críticas –y ya ni siquiera eso- en empresas públicas como PDVSA, CANTV, las diversas Hidro, etc.. En el caso que nos atañe, los pocos que quedan confiesan haber transmitido sus cuitas sobre el extremo deterioro del sistema que les corresponde operar a los funcionarios que desde Caracas visitan sus instalaciones. “Vienen, toman notas exhaustivamente como si en verdad estuviesen tomando conciencia de la gravedad de lo que les reportamos, luego se van y nunca pasa nada”. Por un oído les entra y por el otro les sale; nadie hace nada; no se vislumbran soluciones; dicen resignados a esperar que “el sistema termine de apagarse”. Suena como una sentencia profética y es de su exclusiva autoría. Ni invento ni exagero. Las consecuencias de que ese apagón ocurra, todos nos las podemos imaginar.

Como los hechos también nos están permitiendo visualizar cómo el colapso de PDVSA ya está generando una crisis terminal en cuanto al costo de abastecimiento de gasolina a nivel del consumidor. Una durísima verdad que al Régimen no le queda más remedio que abrirle el telón para que, a golpes y porrazos, asumamos todos los ciudadanos el abrupto y descomunal impacto sobre nuestros bolsillos del hecho de haber artificiosamente mentido por demasiados años. Así podríamos continuar hablando de otras crisis cuyas dinámicas han venido convergiendo en paralelo para revelarnos el cuadro dantesco en el que estamos parados. En este contexto donde los pronósticos de los expertos se transmutan en cruel realidad para todos, me he planteado dos interrogantes que deseo compartir con ustedes.


II- ¿Y las Universidades?

En primer término, conocemos de la existencia de un grupo de economistas comandados por Ricardo Hausmann y otros prestigiosos profesionales de esa área que han venido preparando –y modificando continuamente en la medida que el cambio político no se produce y se hunde más nuestra economía- un plan detallado sobre las medidas que tendrían que implantarse para reflotar nuestro potencial económico. Pero eso no lo es todo y es aquí donde yo me planteo una primera pregunta: ¿Se han conformado grupos que en otras áreas críticas, como la de electrificación por señalar un ejemplo, estén desarrollando planes concretos sobre lo que hay que hacer para reflotar los sistemas una vez estos delincuentes chavistas dejen o sean expulsados del poder de alguna manera?

Me resulta inevitable, con relación a esta pertinente interrogante, que dirija mi vista hacia las Universidades. Dada la naturaleza de sus altos fines: ¿Se han abocado nuestras principales casas de estudio a la tarea de promover, conjuntamente con otras instituciones, la integración de estos grupos de estudio sobre lo que hay que hacer con el país en las diversas áreas en ese inminente futuro post chavista? No percibo que lo estén haciendo y esto me motiva a bajar unos cuantos escalones: ¿Existe al menos un grupo de estudio sobre la temática universitaria que esté pensando y discutiendo cómo va a ser esa universidad viable que va a poder formar los profesionales que requiere la nación a lo largo de ese largo período de país empobrecido que nos espera? La Universidad que conocimos no va a ser posible por un largo tiempo.

III- ¿Faltará algo por entender?

La segunda interrogante que me he planteado por estos días está referida a un fenómeno sociológico que, seguramente, pasará a ser caso de estudio en todas las universidades del mundo. Lo que hoy ocurre en el Zulia constituye el vivo retrato de hacia dónde se dirige el país. Menos mal que los más recientes estudios de opinión confirman que una abrumadora mayoría ciudadana –por encima del 80%- finalmente ha internalizado la gravedad del escenario de destrucción que se está instalando en el país y la convicción de quienes son los verdaderos responsables de que Venezuela esté siendo destruida de la cruenta manera como lo está siendo. Los pronósticos dan paso a una realidad que ya no deja espacios para las dudas. No obstante, tal cual pasajeros del Titanic –tomado de un tuit de Jorge Botti- esa mayoría sigue actuando como una masa inerte incapaz de organizarse para generar la contundente reacción ciudadana que propulse el urgente y necesario cambio político.

Según los expertos, sólo hace falta la movilización de la sociedad entre 3.5 y un 5%, pero nada que se logra a pesar de todo lo ya dicho. La desconfianza en los políticos no sirve de justificación suficiente como para que los ciudadanos de un país vean cómo impunemente se les destruye su entorno vivencial y no sean capaces de articular una reacción. ¿Cuáles son las variables causales o los factores que se pueden esgrimir para tratar de explicar la inexplicable inacción colectiva? Será motivo de estudio. Se los digo. Para mí, hoy por hoy, es una interrogante que me atormenta.

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