jueves, 15 de marzo de 2018

Politizar el malestar social existente en el país


Nelson Acosta Espinoza.
Bien, amigos lectores, la situación política, social y económica del país se deteriora cada día más. Ese funesto experimento llamado socialismo del siglo XXI ha colocado a la nación en una situación inmanejable. Todas y cada una de las instituciones responsables de brindar seguridad y calidad de vida a la población se han destruido. Pose su mirada, por ejemplo, en instancias como educación, salud, seguridad, transporte, alimentación, pare usted de contar, y encontrará estos servicios en condiciones lamentables e incapaces de responder efectivamente a las demandas de la población. Agregue la presente situación de escasez y concluirá que el país está destruido.

En el marco de este contexto un sector del mundo político se apresta a concurrir a elecciones presidenciales, Concejos Municipales y Consejos Legislativos Regionales. Desde luego, en situaciones normales y con un grado alto de institucionalidad esta sería una salida razonable. Después de todo, en democracia se cambian los gobiernos a través del ejercicio del voto. Pero resulta y, espero no equivocarme, que esta condición (democracia) es inexistente en el país. No existen garantías para la celebración de unos comicios verdaderamente competitivos. A esta circunstancia habría que agregar que de darse la realizacion de unas elecciones con un árbitro equilibrado las  perderían. Después de todo, como lo ha señalado el padre Ugalde, “comunistas no entrega el poder por elecciones burguesas”.

Ahora bien, ¿cuál debería ser la conducta apropiada de los demócratas? Desde luego, insistir en la búsqueda de una salida democrática y presionar por la celebración de elecciones limpias como un paso en la vía de reconciliar al país. Para alcanzar este objetivo, pareciera necesario diseñar estrategias comunicacionales que tengan como objetivo politizar el malestar social presente en la población. Ahora bien, ¿qué pretendo significar con esta expresión? ¿La oposición, por ejemplo, ha intentado procesar esta dimensión constitutiva de nuestras identidades colectivas?

Bien voy a intentar reflexiona, brevemente, sobre estas interrogantes.

En principio es primordial señalar lo siguiente. El gobierno chavista madurista tuvo éxito en construir una subjetividad que ha tolerado un incremento significativo del malestar social sin mayores expresiones políticas del mismo. El asistencialismo y programas como el carnet de la patria, por ejemplo, han sido instrumentos para neutralizar las expresiones del desazón social presente en la población. En contrapartida, la oposición no ha tenido éxito en capitalizar esta sensación de malestar y traducirla en capital político. Desde luego, esta es una afirmación de tono relativo.

Soy de la opinión de que el virus electoralista, desprovisto de la dimensión social, ha contaminado las expresiones y el contenido de las propuestas del sector democrático. Sus campañas han sido diseñadas en términos convencionales y alejadas de la problemática social, cultural y psicológica que definen la subjetividad de la población susceptible de acompañar electoralmente a este sector político. En otras palabras, no han sabido manejar apropiadamente el malestar presente en la ciudadanía y traducirla en apuestas de naturaleza política.

En la actualidad existe una profunda desazón en la ciudadanía. Y los mecanismos gubernamentales para neutralizar esta sensación están devaluados. La crisis fiscal del estado ha disminuido la capacidad asistencialista del gobierno. En otras palabras, en las actuales circunstancias el punto de partida de los sectores democráticos debería ser la articulación de esta carencia y malestar presentes en la población. Y, a partir de ahí, traducir esta sensación en opciones de naturaleza política y/o electoral.

Lo que intento subrayar es que el sufrimiento cotidiano de la totalidad de la población debería constituir el punto de partida del accionar político de los demócratas. Lo electoral, en consecuencia, habría que asumirse como resultado de esta toma de conciencia. No al revés.

En fin, apropiarse discursivamente de este malestar supondría, por un lado, asumir políticamente este dolor colectivo y, por el otro, transformar este sentimiento en un insumo para la construcción de un nuevo relato que proporcione los fundamentos de la democracia por venir.

Sin la menor duda, la política debería ser así.

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