Nelson Acosta
Espinoza
La semana pasa
ha sido rica en sucesos de naturaleza política. Estos acontecimientos han
revelado el límite final del socialismo del siglo XXI y, en cierta forma, han
dibujado los primeros trazos que describen
el inicio de una nueva etapa política en el país.
Voy a intentar
resumir estos hechos con sus respectivas implicaciones. En primer lugar, se debe anotar la
suspensión del referéndum revocatorio mediante decisión de tribunales penales
acatada por CNE. Esta medida, sin la menor duda, implica un golpe de estado y
pone en entredicho la legalidad constitucional del poder ejecutivo.
En respuesta a
esta suspensión de RR en el país, la Asamblea Nacional enuncio la ruptura del
hilo constitucional e inicio gestiones con la finalidad de llevar a cabo un
juicio de responsabilidad política contra el presidente Nicolás Maduro. A tono
con esta declaración se llevó a cabo la “Toma de Venezuela” y se anunció un
paro general de 12 horas en todo el país. Acción que se realizó exitosamente el
pasado 28 de octubre.
Para el 3 de
noviembre, Henrique Capriles, convoca a una marcha hacia el Palacio de
Miraflores. Lo único que evitaría esta acción, según el gobernador de Miranda,
“es que el Consejo Nacional Electoral anuncie la fecha de la recolección del
20% de la voluntades a favor de Referendo Revocatorio antes del domingo 30 de
octubre”.
Estos hechos y
sus implicaciones políticas describen un panorama altamente peligroso para la
convivencia democrática. En cierto sentido, pareciera que nos estamos acercando
a una crisis de naturaleza orgánica, ¿Qué significa este concepto? O, expresado
en otros términos, ¿estamos en presencia del final de una época? ¿La resolución
del conflicto abriría las compuertas para el inicio de un nuevo ciclo político
en el país? En fin, ¿qué ha entrado en crisis
en la sociedad venezolana?
En principio,
parece sabio recalcar que la suspensión del RR tiene implicaciones sustantivas
para ambos bandos en pugna, Por un lado, el gobierno se verá ante la disyuntiva
de profundizar el sesgo autoritario del régimen
en orden de poder sobrevivir. Esta última afirmación debemos entenderla como la
necesidad de ahondar el carácter militar del régimen y renunciar
definitivamente al apoyo popular que lo definió en sus inicios. La oposición,
por su parte, deberá redefinir su estrategia. Ya no será de naturaleza
electoral (los demócratas son mayoría). Todo indica que los pasos a seguir se
orientan hacia una rebelión de naturaleza cívica.
En otras
palabras, los demócratas están ante una situación que les puede permitir, no
tan solo instrumentar una salida a la actual coyuntura (resquebrajar el frente
oficialista y obligar a la restauración
de la gobernabilidad democrática) sino, igualmente, plantearse una
reestructuración del sistema de poder que ponga fin a toda una época política
en el país. Lo que intento recalcar es lo siguiente: estamos ante la
oportunidad histórica de ensayar la puesta en escenas de inéditos proyectos
políticos que hagan avanzar a toda la sociedad sobre parámetros totalmente distintos a los que
prevalecieron en el pasado.
He señalado que la
crisis es de naturaleza orgánica porque
abarca a casi todos los parámetros de nuestra organización social (economía,
cultura, mecanismos de distribución de poder, etc.).Tiene ese carácter,
igualmente, porque cuestiona los esquemas narrativos convencionales a través de
los cuales la clase política tradicionalmente ha interpretado la realidad nacional.
En otras
palabras, hay que estar atento en relación a los intentos de restaurar lo ya
vivido. Es vital bloquear esta amenaza. Salir del chavismo es fundamental. Es
un inicio. Pero más importante, es la formulación de una nueva narrativa que reemplace
a las que fueron hegemónicas en el pasado.
El carácter
orgánico de la crisis radica precisamente en que la vieja forma de entender el
país agoniza y un nuevo relato político no termina de nacer.
En fin, los
nuevos actores políticos tienen una doble responsabilidad. Primero, empinarse sobre los retos que demanda la
coyuntura política y, segunda, posar sus miradas en los desafíos de naturaleza
estratégica que ofrece esta nueva oportunidad histórica en el país.
Hoy día, la política
debería ser así.
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