domingo, 17 de diciembre de 2017

¿Ganará la oposición la batalla por la democracia?


Nelson Acosta Espinoza.
Después de los resultados de las últimas elecciones municipales la posibilidad del sector democrático de acceder al poder se ha venido estrechando. Esta afirmación puede ser percibida como una exageración que estimula el desaliento político en la población. Desde luego, no es mi intención propiciar este tipo de sentimiento y conducta. Por el contrario, considero necesario afrontar esta realidad como un primer paso para la formulación de una política apropiada que llegue a la mayoría de venezolanos de vocación opositora. Voy a destacar esta última afirmación. Todos los estudios de opinión resaltan que el desencanto con el gobierno es el sentimiento que mayoritariamente anida en el corazón de los venezolanos. Haría falta, entonces, la invocación apropiada que transforme esta emoción en conducta política y electoral. De formularse acertadamente el abstencionismo podría ser reducido al mínimo y, desde luego, estaríamos construyendo una nueva mayoría que reflejaría la situación adversa que afecta a la inmensa mayoría de la población.

¿Cuáles son las condiciones objetivas que sustenta, ahora sí, este optimismo político? Mencionemos las más relevantes. 82% de la población vive actualmente en situación de pobreza en el marco de niveles de inseguridad alimentaria sumamente alarmantes. La hiperinflación puede alcanzar el 1600 por ciento en este año 2017. La producción petrolera ha descendido abruptamente. Expertos la sitúa a niveles de la existente en la década de los años ochenta mientras la población es tres veces más grande. En fin, se ha producido un empobrecimiento generalizado en la población nunca visto en la historia del país.

Desde luego, amigo lector, usted puede señalar que estas condiciones de naturaleza objetiva existen desde hace rato. Perdonen el coloquialismo. Y, sin embargo, la oposición política no ha podido o sabido diseñar la estrategia apropiada para llegar a la población que sufre esta horrenda situación económica cuya responsabilidad recae exclusivamente en el gobierno. Sin la menor duda, una observación de esta naturaleza está plenamente justificada.

Bien, este es el reto que debe afrontar la dirección política opositora. Recuperar la confianza de la población y transformar este sentimiento en conducta electoral. Tarea, es importante resaltarlo, nada fácil pero, no imposible.

Los analistas políticos especializados apuntan a señalar la probabilidad que el gobierno convoque a elecciones presidenciales en el primer trimestre del año 2018. De ser cierta esta última observación coloca a la dirección política democrática en emergencia y pondría a prueba su desprendimiento patriótico para llegar a formular acuerdos electorales unitarios. Única posibilidad, a mi juicio, para poder vencer la maquinaria clientelar que ha organizado el gobierno.

Voy a detenerme en este aspecto. El gobierno ha establecido masivamente un sistema de ayudas clientelares como nunca se había visto en la historia política del país. Los Carnet de la Patria y los CLAPS han sido sus mecanismos de reclutamiento de lealtades electorales. Michael Penfold, en un reciente artículo en Prodavinci apuntaba lo siguiente: “… los efectos de ambos instrumentos son significativos. 71 por ciento de la población dice tener acceso (aunque irregular) a los CLAPS; de ese grupo que recibe las bolsas de comida, 70 por ciento dice ser oficialista y 30 por ciento opositor. 63 por ciento de la población dice también poseer el Carnet de la Patria; de aquellos que poseen el plástico –y se autodefinen como oficialistas, y dicen también haber participado en las elecciones regionales–, el 95 por ciento terminó efectivamente votando por el gobierno”.

No es fácil la tarea que debe afrontar la dirección política de la oposición democrática. Vencer esta estructura clientelar requerirá de un espíritu de desprendimiento y una apreciación acertada del momento histórico que vive la nación. Los resultados de las negociaciones que se llevan a cabo en Santo Domingo darán pista de los futuros escenarios en donde se desenvolverá la dirección política democrática. Ojala, las conclusiones de este encuentro interpreten el sentir político de la gente y se puedan traducir electoralmente en la venidera elección presidencial.

Es compleja la situación que enfrentamos los venezolanos. Sin la menor duda la coyuntura exige un alto nivel de desprendimiento a los actores políticos. Es imperativo, entonces, alcanzar una unidad política y electoral efectiva. De lo contrario correremos el riesgo de perder la batalla por la democracia.

La política, hoy más que nunca, debería ser así.









Outsider, Consenso y Transición



Asdrúbal Romero

¿Debe sorprendernos la forma como la candidatura de Lorenzo Mendoza ha prendido en el sentir de mucha gente? No realmente. El anhelo de cambio en el país es poderoso. Incluso en aquellos que obligadamente tienen que darle su voto al Régimen como consecuencia del sistemático procedimiento de extorsión al que se ven sometidos. Ese anhelo demanda de alguien que lo encarne. Y todo parece indicar que ha comenzado a construirse, espontáneamente, una mayoría que exterioriza la esperanza de Lorenzo como el líder, con el perfil requerido, para conducirnos a través del complejo proceso de transición que nos espera.

Constituye la madre de los desafíos asumir ese rol. Seguramente, les desencantará un tanto el reconocimiento de mi parte que no manejo información alguna sobre su disposición anímica a asumirlo. Como ciudadano buen amante de su patria, resulta plausible pensar que se habrá contagiado con algún grado de interés por la tarea, pero hay muchas otras variables que se nos escapan. De manera tal que no escribo estas líneas para comunicarles una buena noticia para muchos. Pero sí, con la finalidad de extraer algunas lecturas políticas de la proyección que ha adquirido su candidatura.

I-Sobre la tesis del Outsider

La primera y muy obvia lectura es la evidente incorporación al debate político nacional de la tesis del outsider, como una vía alternativa para reactivar esperanzas y la motivación en el electorado a participar. Andrés Velásquez, en su visita a Valencia, reconoció que se estaban dando las condiciones objetivas de cara a considerar la posibilidad de un outsider. También Henrique Capriles, en declaraciones publicadas en El Nacional, expresó: “soy de los que he dicho que el “outsider” es una opción en el proceso electoral de primarias”. Lo cierto es, con prescindencia de como pudiera estar valorando tal posibilidad la élite política opositora, que la todavía difusa visión de un Mendoza lanzado en la carrera hacia la Presidencia le ha abonado profusamente el terreno a la inseminación en el imaginario colectivo de la idea de la necesidad de un outsider. Ahora bien, para que una iniciativa como esta pueda germinar en un proyecto político exitoso se requiere de la satisfacción de ciertas condiciones.

Lo primero es el perfil del prospecto de outsider. Debe ser un personaje ya conocido por los electores. Los especialistas en mercadeo electoral lo agradecerán grandemente. Quien no conozca a Lorenzo Mendoza por su nombre, lo reconocerá inmediatamente al saber que preside el más importante grupo privado de empresas del país. Con el confluyente agregado que la marca Polar, por sí sola, es emblema de una enraizada tradición y de una importante presencia a lo largo y ancho del territorio nacional. Y por si fuera poco, el mismo régimen ha contribuido a promover el conocimiento del “pelucón” –una interesante opción a considerar como apodo de campaña-, como efecto colateral de su sostenida campaña para encender el odio contra los empresarios. Campaña, por cierto, que a la luz de los resultados anti humanitarios de su gestión de gobierno, ya va definitivamente enrumbada al fracaso. De manera tal que en el renglón de conocimiento por parte de la población, Lorenzo Mendoza es un “outsider natural”.

Pero no basta con exceder en este renglón. También debe sumar a su currículum de outsider un rasgo de excelencia que sea pertinente de cara al propósito en cuestión. Mendoza se anota más puntos en eso, al haber consolidado con méritos una imagen de gerente muy exitoso. Muy posiblemente, en este momento político del país, esa sed de liderazgo que colma los cerebros políticos de nuestros sufridos votantes, se satisfaga mejor con un perfil de gerente exitoso que con uno que sobresalga en el campo de la lucha política. Contamos pues con un “outsider natural”. Si, en el papel de abogado del diablo, tuviera algo que señalar: diría que un historial de exitoso desempeño en el campo empresarial no constituye suficiente garantía de éxito en el cumplimiento de las complejísimas funciones como máxima autoridad del Estado. Por supuesto, esta afirmación es materia para un encendido y prolongado debate que no abordaré en estas líneas.

Sobre lo que sí considero vale la pena insistir es el valor que, por sí misma, contiene la idea del outsider en la actual coyuntura política por la que tristemente atravesamos, con independencia de si el presidente del Grupo Polar accede o no a dar el trascendental paso. La idea no debe ser abandonada porque un “outsider natural” –en el muy específico contexto actual- desista. El país cuenta con otros potenciales outsiders. Aunque casi sobre decirlo, a muchos les encantaría ser considerado como tales, pero son muy pocos los que pueden calificar. Además del exigente perfil, condición que ya analizamos en el caso de Lorenzo Mendoza, la idea del outsider debe ser complementada con un proceso de selección del mismo concordante con la trascendencia con la que debe revestirse una candidatura nacional de tales características. Una candidatura outsider no es para que se mida en unas primarias. Con respecto a esto, me atrevo a opinar que Henrique Capriles se equivoca.

II- Unidad Nacional y Consenso

El proceso de deshumanización del país ha avanzado hasta un estadio de tal gravedad que no creo necesario abundar en ello. Tan infausta realidad reclama a gritos de las élites de esta agonizante republica la concertación de un acuerdo nacional. Sí, ya sé que se dice fácil pero que es muy compleja su articulación. Si en algo ha tenido éxito este régimen, como en la historia de la Humanidad muchos otros de férreo perfil totalitario, es en la desarticulación de la élites de la sociedad civil. Pero todavía las tenemos, casi en resiliente estado de hibernación en el ámbito de instituciones también en vías de extinción. Allí están: las diversas iglesias; las academias y universidades; las cámaras empresariales; los gremios profesionales; los golpeados sindicatos; las distintas asociaciones civiles y culturales y, por supuesto, la élite política que no sola la conforma gente de los partidos sino individualidades con comprobada experiencia en el intrincado manejo de un estado republicano. El dantesco escenario del hacia dónde nos dirigimos nos reclama a todos, en modo imperativo, el alinearnos con el Deber Ser de la Política.

Y este no puede ser otro, en tan delicado tránsito de nuestra historia republicana, que la Unidad Nacional a los fines de: la construcción de una propuesta de Transición que reordene el Estado; la definición del perfil deseable del conductor de ese proceso por un lapso específico y en condición de no reelegilibilidad; la constitución de una alianza unitaria para gobernar y la selección mediante un mecanismo conducente al consenso alrededor de ese conductor. Este proceso unitario constituye, por sí mismo, el apalancamiento que le permitirá al “outsider” seleccionado compensar esa carencia de “naturalidad” que en las presentes circunstancias exhibe Lorenzo Mendoza. Es de hacer notar que recurrimos ahora a la apelación de outsider como el producto de ese proceso de concertación y consenso nacional y no en el sentido que connota la interpretación literal del término –de allí las comillas: pudiera resultar que el outsider terminara siendo uno no tan outsider-.

La otra alternativa que se nos presenta en el horizonte político: la de recurrir al tradicional proceso de primarias para elegir a un hombre de partido como el candidato para las elecciones presidenciales adelantadas con las que amenaza el Régimen, constituye una apuesta demasiado riesgosa en el actual contexto. Me cuento entre los que cree que la candidatura de Maduro es derrotable. El Régimen no ha podido avanzar, a la velocidad que quisiera, en el agrandamiento de ese universo de electores controlable a través de su infame estrategia de dominación política por hambre. El potencial de votos alcanzable por el Régimen es pronosticable con muy aceptable precisión, incluso municipio por municipio, sin necesidad de encuestas. Ese potencial es superable con creces si la inmensa mayoría social que se opone al Régimen sale a votar. El fenómeno del 16D, cuando se eligieron los diputados de la actual Asamblea Nacional, puede ser rebasado por mucho, habida cuenta del agravamiento de las condiciones de vida de los pobladores de este aquejado país. Pero, la pertinente interrogante es: ¿saldrá arrolladoramente a votar esa mayoría social que todavía no la puede controlar el Régimen?

¿Saldría a votar por el candidato electo en unas primarias organizadas por unos partidos que atraviesan el peor momento desde el punto de vista de su imagen ante la ciudadanía? ¿No se correría el riesgo de que tales primarias se percibieran como un episodio reiterado de una ya casi eterna lucha de intereses donde no se asoma gesto de desprendimiento alguno? En la valoración de estos imponderables, merodea nuestro cerebro la fulgurante presencia del fenómeno de la abstención por rechazo que ha brillado en las dos más recientes elecciones. No es nada desestimable que unas primarias se conviertan en confrontación de maquinarias y, de ser así, ¿puede un candidato de maquinaria hacer renacer las esperanzas en el voto y por ende la motivación a participar? Me permito dudar.

Se requiere de un camino distinto, como se lo manifestaba en mi intervención a Andrés Velásquez en la AEEC; se requiere de la creación de un clima político en el que se evidencie la colocación en primera prioridad de los más altos intereses de la nación y sus ciudadanos; de una ruta unitaria en la que la gente perciba que los más diversos sectores de la sociedad civil han participado, con notable desprendimiento, para elegir a la mejor opción para la impostergable transición con un mandato bien concreto y delimitado en el tiempo. El quid de la cuestión es conseguir el reverdecimiento de las esperanzas ciudadanas y su compromiso, en primera instancia con su voto, en la construcción de una salida a esta deplorable trampa en la que nos han hundido. Creo que la modalidad del consenso nos garantiza mayores probabilidades de lograrlo. Hablo de un proceso que demanda ingentes esfuerzos y nobles desprendimientos, como la gran palanca para levantar la fe en que todos sí podemos lograrlo. ¡Es muchos más que el outsider¡


Tanto en el camino de las primarias como en el del consenso trabajado, el costo de perder es demasiado alto. Atrevamos a imaginarnos, sólo por un momento, un mandato de seis años más de los DESTRUCTORES. Además de la tragedia en lo económico y social, significaría la consolidación de la DICTADURA; el avance en el control cultural, político y electoral del país por la vía de sus deleznables mecanismos de control social y económico, hasta convertirse el Régimen en IDERROTABLE por la vía democrática; la consecución de su objetivo totalitario nos alejaría casi hasta el infinito la posibilidad de revertir los nefastos cambios que han venido implantando para alterar la mayoría de nuestros rasgos positivos como sociedad y pervertir todo el entramado institucional. No podemos perder. No podemos seguir jugándonos a Rosalinda en la interminable confrontación de intereses subalternos. No puedo concluir sin un mensaje a los partidos. El entusiasmo público alrededor de la figura de un outsider debe convocarles a reflexión sobre el problema de imagen que confrontan. Ojalá esta apreciable merma en su credibilidad sea un bajón de naturaleza coyuntural, porque los necesitamos muy fuertes en la construcción de un mejor futuro. Ahora es el momento de sumarse a un proyecto de unidad nacional e incluso, de ser posible, liderarlo abriéndose a la sociedad civil e integrándose con ella a los fines de ensamblar un escenario de TRANSICIÓN bajo los principios de UNIDAD NACIONAL, CONCERTACIÓN y CONSENSO. Creo que UNIDAD es la otra palabra que debería ir en el título de este texto: UNIDAD de corazones; UNIDAD de capacidades, voluntades y esfuerzos; UNIDAD con desprendimiento por nuestra querida Venezuela que la podemos perder definitivamente.

domingo, 10 de diciembre de 2017

¿Procesa la oposición la situación social y económica que padecen los venezolanos?


Nelson Acosta Espinoza
Bien, amigos lectores, este domingo se celebrarán las elecciones de alcaldes en los 335 municipios del país. Igualmente, se repetirá la elección regional en el estado Zulia tras la polémica destitución de su gobernador electo por no subordinarse ante ANC, optando para el periodo 2017-2021. Es bueno recordar, que los partidos AD, VP y PJ decidieron no participar en estas votaciones municipales.

Por otra parte estos comicios se llevarán a cabo, es importante resaltarlo, en el marco de un proceso de negociación entre la MUD y el gobierno en la Republica Dominicana. La oposición espera alcanzar acuerdos que permitan la liberación de los presos políticos, la apertura de una canal de ayuda humanitaria, garantías para la celebración de elecciones presidenciales democráticas, con observación internacional calificada, con un CNE imparcial y el cese de la persecución política. Por su parte, recientemente el ministro del Poder Popular para la Comunicación, Jorge Rodríguez, señaló que “Venezuela no va a ir a un evento electoral, ni va a firmar ningún acuerdo con la oposición venezolana hasta que se levanten las groseras sanciones que la dirigencia de la derecha solicitó frente al Departamento del Tesoro de Estados Unidos, y frente a las autoridades españolas, canadienses o de otra índole”. Estas demandas vienen acompañadas por la petición de Gobierno acerca del reconocimiento de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) y la creación de una comisión de la verdad para “juzgar las responsabilidad de los líderes opositores en los disturbios suscitados en las protestas entre abril y agosto de este año”.

Es obvio que estas demandas (MUD y Gobierno) son contradictorias y, por lo demás, de difícil cumplimiento. De parte del oficialismo apuntan, más bien, a ganar tiempo de cara a las próximas elecciones municipales. Igualmente, la participación de sectores democráticos en estos comicios debilita las argumentaciones de la MUD en la mesa de negociación en Santo Domingo, refuerzan los del gobierno y no combaten los desencantos que campea en densos sectores de la población votante.

En fin, mientras el gobierno tiene una posición homogénea la oposición se debate entre argumentaciones contradictorias que la debilita y no genera confianza en la masa opositora que, dicho sea de paso, constituye la mayoría del país. No será una sorpresa, entonces, que se produzca una abstención significativa en la elección del domingo próximo.

Al escenario electoral y político es necesario agregar un ingrediente. Me refiero al fenómeno de la hiperinflación. Sus consecuencias son trágicas. La más evidente es el empobrecimiento acelerado de la población cuyas remuneraciones se quedan cada vez más rezagadas con respecto al alza de precios. El costo real de la Canasta Básica para una familia de cinco personas es de 3,9 millones de bolívares (CENDAS). Hoy el salario mínimo integral es de Bs 456.507. En otras palabras, se está configurando una situación social de naturaleza catastrófica que requiere ser encausada políticamente.

La pregunta surge a boca de jarro ¿está la oposición procesando apropiadamente esta dramática situación social y económica? ¿En las municipales los candidatos opositores contextualizaron sus propuestas en el marco de esta tragedia nacional? Soy de la opinión que, salvo contadas excepciones, en el debate electoral municipal no se procesaron apropiadamente los temas que ensombrecen el futuro de la población de nuestras ciudades. Un electoralismo a la antigua prevaleció en las estrategias implementadas por los candidatos opositores. Quizá, ahí radique la dificultad para combatir el sentimiento abstencionista presente en sectores de la población.

En el 2018 se celebrarán diversos procesos electorales: elección de concejales, diputados a los Consejos Legislativos y presidenciales. Al menos así está previsto hasta este momento. Esperemos que en las dos primeras no se repitan los errores de las elecciones municipales. En otras palabras, que estos comicios brinden una oportunidad para cuestionar las políticas del ejecutivo. Y, en relación a la elección presidencial, es vital desestimar la primaria como instrumento de escogencia del candidato presidencial. Ante la posibilidad que se adelanten los comicios es importante buscar un candidato designado por consenso que vaya más allá de los partidos y que sea símbolo del país que quiere cambio más allá de la MUD.

Sin la menor vacilación, en la hora actual es imprescindible exigir al liderazgo opositor que coloque a un lado sus intereses particulares y opte por una figura que exprese el sentir de todos los venezolanos.

Sin lugar a dudas, la política es así.





Criptomoneda, criptopolítica Maduro y su contagiosa opacidad



Héctor E. Schamis*

Maduro anunció la creación del Petro, criptomoneda con la cual espera “avanzar en materia de soberanía monetaria, hacer transacciones financieras y vencer el bloqueo financiero”. El Petro estará respaldado por las reservas de crudo, oro y diamantes, agregó. Con ello se busca eludir las sanciones internacionales y acceder a fuentes de crédito alternativas.

La criptomonedas son monedas virtuales y privadas que funcionan sin intermediación. Las transacciones se realizan directamente entre el comprador y el vendedor, y el valor de la moneda se determina por la oferta y la demanda, sin respaldo ni regulación de autoridad monetaria alguna, es decir, sin Banco Central. Su cotización, entonces, depende de su credibilidad, funcionando como medio de pago e instrumento de inversión al mismo tiempo.

Asombra por cierto la súbita conversión del chavismo al dogma económico liberal. Hayek, por ejemplo, estaría muy a favor de las criptomonedas. En The Denationalization of Money, de 1976, aboga por un mercado de dineros privados basado en la competencia de las diferentes denominaciones. La demanda convergería sobre el dinero de reputación más robusta, continúa el argumento, lo cual redundaría en estabilidad de precios.

Es improbable que la criptomoneda tenga éxito. No obstante, es una buena metáfora. Es por cierto una alegoría de la política, de un régimen que cultiva la opacidad.

Bastante cerca del Bitcoin y similares, Hayek escribió sobre la privatización del dinero como respuesta a la inflación—¡de dos dígitos!—que acosaba a Gran Bretaña en aquellos años. Sin embargo, difícilmente optaría hoy por el Petro. Ocurre que credibilidad y reputación no es precisamente lo que Maduro tiene para ofrecer.

A saber, la inflación no es de dos dígitos sino de cuatro. La base monetaria crece por encima del 1.000% anual. PDVSA se halla en default selectivo, habiendo incumplido el pago de dos cupones de sendos bonos por 183 millones de dólares este último viernes. Toda transacción en Petros equivaldría entonces a prestarle a un gobierno que ya destruyó una moneda y sobreendeudó a un país.

En consecuencia, es improbable que el instrumento financiero en cuestión tenga éxito. No obstante, la criptomoneda es una buena metáfora. Su nombre es por el uso de la criptografía como mecanismo de seguridad de las transacciones, todas ellas digitales. Cripto, a su vez, proviene del vocablo griego “kryptos”, que significa oculto, escondido, secreto. Es por cierto una alegoría de la política, de un régimen que cultiva la opacidad.

Por ejemplo, se observa un retardo de crecimiento en el 33% de la población infantil, un daño de por vida. La mortalidad materna creció 10% entre 2006 y hasta 2016, pero aumentó un fulminante 65% solo en 2016. Además, el 63% de los hospitales públicos no tienen agua potable, el 51% no dispone de camas para las operaciones y el 64% no tiene leche para los niños. Estos datos según Cáritas, institución que declaró la emergencia sanitaria. El gobierno dice que es mentira.

Los enfermos protestan en las calles. No hay drogas para quimioterapia ni equipos para diálisis, por citar dos ejemplos. La alternativa a morir antes de tiempo en el país es ir a hacerlo en el exterior. En Venezuela se desafían los patrones demográficos tradicionales: también emigran los ancianos, no para construir un futuro sino en busca de atención médica. El gobierno sostiene, en contraste, que el país es un modelo de desarrollo social y humano. Practica la criptopolítica social.

Este domingo se vota en elecciones municipales. Es necesario recordar que doce alcaldes electos están fuera de sus cargos, presos, inhabilitados, prófugos o en el exilio. Esos doce alcaldes representan a diez millones de venezolanos. Es una suerte de criptoelección. El gobierno destituye a los alcaldes de forma ilegal y elije sus reemplazantes de manera fraudulenta. Y así despoja de derechos políticos a un tercio del país.

Además, el 80% de los venezolanos vive en la pobreza. La vasta mayoría de ellos no come tres veces al día. El subsidio alimentario oficial, conocido como bolsa CLAP, se distribuye de acuerdo a la preferencia electoral de los distritos. Y por supuesto es obligatorio tramitar el carnet de la patria para ser beneficiario, instrumento de control social. El hambre es política de Estado y estrategia electoral al mismo tiempo.

Todo esto mientras la MUD dialoga con el gobierno en la República Dominicana, o una parodia de ello. Siguen aumentando los presos políticos, y los voceros más importantes del gobierno ya han dicho que no aceptarán ayuda humanitaria internacional y que no habrá elecciones presidenciales si no se levantan las sanciones económicas. Pero la MUD no ha informado a Venezuela y al mundo acerca de qué han dialogado. Se trata de un criptodiálogo, la opacidad puede ser contagiosa.

Pero hay algo más profundo y más trágico que se oculta, en buena parte por miopía, sino irresponsabilidad, de la comunidad internacional. Es esta inexplicable demora en acabar con un régimen que representa una amenaza como nunca hemos vivido en el continente. La desventura venezolana pertenece a todo el hemisferio.

Nótese, en Venezuela no hay Estado. No hay ley, ni frontera, ni política fiscal, ni monopolio de la coerción, ni derecho alguno que la autoridad proteja. La tragedia humanitaria ya pronto se medirá en hambruna y epidemias, en una ola de refugiados de un país con 30 millones de habitantes. Y en Venezuela se ha militarizado la disputa por el recurso, la explotación y el contrabando de la gasolina, virtualmente gratis, y de la minería ilegal.

En otro contexto geográfico estaríamos hablando de “warlords”, de los señores de la guerra que controlan una porción del territorio para acceder a un recurso natural valioso; típicamente, caucho, marfil, diamantes…o petróleo. Esta es la historia, estilizada, de las guerras por el recurso en África. El chavismo ha importado dicha problemática pero en paz. Le alcanza con las múltiples criptoguerras de su régimen criminal.
*El País
10 DIC 2017

domingo, 26 de noviembre de 2017

Venezuela: ¿tierra arada lista para la siembra?


Nelson Acosta Espinoza
Sin lugar a dudas, son complicados los tiempos actuales. Por un lado, se han agotado las certezas que en el pasado orientaron el accionar político de los partidos de la oposición. El oficialismo, por su parte, se desenvuelve bajo el cobijo de un manto discursivo arruinado. El concepto de crisis histórica podría sintetizar apropiadamente la complejidad del momento actual. Voy a intentar desarrollar esta idea y aplicarla para caracterizar la coyuntura política del momento.

Los actores democráticos se encuentran sumidos en una cierta indefinición. Parece más apropiado precisar esta conducta con la palabra perplejidad. El diccionario de la Real Academia Española define esta conducta como “irresolución, confusión, duda de lo que se debe hacer en algo”. Todas y cada una de estas características pueden ser aplicadas a la conducta política que la oposición exhibe ante el país. Este sector perdió la brújula y, en consecuencia, su accionar político es un tanto incoherente y sin la debida orientación. Entiendo que es dura esta caracterización. Voy a intentar respaldarla con algunos ejemplos del accionar de los partidos que conforman la oposición en el país.

En los años 2014 y 2017 un sector de la oposición se lanzó a las calles con la finalidad de solicitar la inhabilitación de los jueces de la Corte Suprema, liberación de los presos políticos, elecciones y ayuda humanitaria. Con diferencias en intensidad y duración estas protestas fracasaron en alcanzar los objetivos señalados. Ambos eventos produjeron un saldo trágico en muertos, heridos y manifestantes presos.

La inconsistencia más evidente la encontramos en su conducta electoral. Las elecciones parlamentarias del año 2015 resultaron en la victoria de la MUD, con 112 de los 167 diputados de la Asamblea Nacional. Primera victoria electoral de la oposición en 17 años. Estos éxitos proporcionaron oxigeno político a estos grupos políticos y estimularon las esperanzas de cambio que anidaban en la población.

Sin embargo, los errores u omisiones cometidos en el marco de las protestas callejeras se expresaron en los resultados electorales en las elecciones de gobernadores. Un sector importante de la ciudadanía opositora se abstuvo. Esta circunstancia, aunada a un cierto triunfalismo, contribuyó al éxito electoral del oficialismo. Es importante resaltar que, a pesar de esos resultados, la población opositora es mayoría en el país. De ahí que utilicemos el término perplejidad para caracterizar la conducta errática que han exhibido los distintos comandos que intentan dirigir la oposición política del país.

En la actualidad el sector democrático se encuentra desprovisto de política. Una parcialidad, por ejemplo, intenta convocar a unas primarias para definir el candidato presidencial en las elecciones del 2018. En mi opinión   no creo que una iniciativa de esta naturaleza estimule a la población a participar. Espero equivocarme. Sin embargo, las próximas elecciones de alcaldes pondrán a prueba esta aseveración. En fin, la ciudadanía se encuentre huérfana y sin un relato político que responda a sus expectativas de cambio y exprese una visión alternativa de futuro para el país.

“Tierra arada lista para la siembra”. La expresión es del finado Dr. Ramón J. Velásquez. Así caracterizaba Ramón Jota la actualidad política del país de su tiempo. Advertía la necesidad de que los sectores democráticos comprendieran la situación por la que atravesaba la nación y, advertía, los peligros del autoritarismo que acechaban a la democracia. Las cúpulas partidistas hicieron caso omiso a estas advertencias. Estamos padeciendo los resultados de esta omisión.

En la actualidad, “la tierra se encuentra, nuevamente, en condiciones para la siembra política”. Es imprescindible, entones, la construcción de un nuevo relato que supere las carencias del antiguo proyecto democrático, el fracaso del socialismo del siglo XXI y anuncie una visión de futuro que rompa con el estado centralista rentista y apunte hacia la verdadera edificación federal de la nación.

Para su construcción es indispensable que la oposición democrática se revise y tenga la generosidad política de abrirse a las nuevas ideas e identificar el nuevo liderazgo que intentará superar la presente situación que padece el país.

No tengo la menor duda, la política será así.








Una narrativa para la democracia en Venezuela




Isaac Nahon-Serfaty*
Ahora se ha puesto de moda hablar de narrativa en el ámbito político. Las derrotas de unos o la mala imagen de otros se justifican por “falta de narrativa”, por la carencia de un relato coherente y atractivo para ganar simpatías, elecciones o batallas de opinión pública. En el caso catalán, por ejemplo, muchos se quejan que la causa constitucionalista del gobierno español no tiene buena prensa en muchos países, pues le falta una narrativa atractiva. En cambio, los independentistas han logrado la simpatía de algunos periodistas y comentaristas en el mundo, pues cuentan con un bien articulado relato victimista que martillan constantemente. Repiten medias verdades y mentiras. Por ejemplo, han armado su relato diciendo que los catalanes viven bajo una supuesta opresión del Estado español, o que la represión durante el referéndum del 1 de octubre habría causado cerca de mil heridos, cifra que no ha sido confirmada por ninguna fuente seria. Pero así son los relatos. Generan percepciones, confirman prejuicios y ofrecen esquemas moralizantes donde hay un mundo en blanco y negro, sin matices, de buenos y malos.

Lo mismo ocurre todavía con la tragedia venezolana bajo el chavismo. El régimen de Nicolás Maduro repite las mismas mentiras que Hugo Chávez decía ad nauseam, y todavía hay académicos, periodistas y políticos que compran el relato chavista. A pesar de los signos visibles de violaciones de derechos humanos, represión brutal, destrucción de la economía, empobrecimiento de la población, deterioro de la salud, desnutrición, hay todavía quien dice que en Venezuela no hay nada que sea muy distinto a lo que ya ocurría durante los 40 años de la república civil.

Así lo acabo de confirmar en Canadá recientemente. Lisa North, profesora de ciencia política canadiense, escribió (requiere suscripción) hace unos días en The Hill Times de Ottawa que el período que precedió al chavismo estuvo plagado de la misma corrupción, el mismo nivel de violación de derechos humanos y el mismo desastre económico que hoy viven los venezolanos. El argumento de la académica canadiense se resume en este párrafo de su artículo: "La muy promocionada historia democrática previa a Chávez y los patrones de desarrollo económico de Venezuela tenían profundas fallas. Precisamente porque los problemas de hoy están enraizados no solo en décadas recientes sino también en décadas pasadas de corrupción, mala administración y violaciones de derechos (aunque de diferentes tipos), el cambio de régimen no los resolverá. Incluso puede empeorarlos si se desata una violencia generalizada en el marco de la aguda polarización entre las fuerzas progubernamentales y una oposición dividida que no ha sido capaz de presentar un liderazgo unificado o creíble que pueda gozar de un amplio apoyo popular ".

La profesora North se cargó así 40 años de la historia de Venezuela, reproduciendo la misma leyenda negra que Chávez y sus acólitos han vendido sobre la mal llamada “cuarta república”. Para colmo, el argumento de la profesora canadiense le daba pie para pedir que se levanten las sanciones contra los funcionarios venezolanos involucrados en casos de violación de derechos humanos y corrupción.

La profesora North y otros como ella se han tragado el argumento chavista que los males de hoy son simplemente la continuidad de los males del pasado. ¿Cómo una persona ilustrada, profesora emérita de ciencia política en la Universidad de York, puede comprarle la mentirosa narrativa chavista a Maduro y su banda? Entre otras cosas, porque el chavismo ha gastado millones de dólares en una máquina de propaganda que, desde el clásico victimismo de la izquierda latinoamericana, ha vendido la idea que la “revolución bolivariana” es víctima de los ataques del imperialismo yanqui y sus aliados locales. Y también porque hay gente que todavía se aproxima al chavismo con anteojeras ideológicas que asumen que la revolución bolivariana representa los ideales de una izquierda justiciera.

Pero la realidad es bien diferente. El chavismo acentuó todas las taras del pasado, destruyendo los logros de la república civil en lo social, en lo cultural, institucional y económico. Por ejemplo, la república civil, sobre todo gracias al liderazgo del doctor Arnoldo Gabaldón como ministro de Sanidad, logró casi erradicar el paludismo en Venezuela, una enfermedad endémica que afectaba a los más pobres y que ahora reaparece con fuerza por la negligencia del gobierno. En lo cultural, Venezuela también tuvo una política de amplitud en los tiempos de la democracia que le dio cabida a todos los puntos de vista y sirvió para enriquecer la literatura (con editoriales como Monte Ávila y la Biblioteca Ayacucho), las artes plásticas (con la creación de instituciones como el Museo de Arte Contemporáneo Sofía Ímber) y la música (con la puesta en marcha del sistema de orquestas juveniles en los años 70). Y en cuanto a la infraestructura, es la democracia civil la que construyó obras de inmensa significación, como el complejo hidroeléctrico del Guri o el Metro de Caracas, hasta hace poco ejemplo de buena ingeniería y planificación, pero cuyo servicio se degrada bajo la administración chavista.

Para contrarrestar esta propaganda es necesario que la oposición democrática produzca un relato alternativo que sea atractivo y ofrezca una visión de futuro para el país. Ese relato alternativo tiene que cumplir con algunas condiciones de todo buen relato. Debe primero apelar a un cierto heroísmo, que en este caso debe ser el heroísmo civil. El chavismo ha llevado a extremos no antes vistos la borrachera militarista o, en las palabras de la escritora Ana Teresa Torres, le abrió la puerta a una casta armada para que reclamara la “herencia de la tribu”, como si fueran los únicos héroes de la patria. La historia pasada y reciente de Venezuela está llena de ejemplos de heroísmo civil en las ciencias, la cultura, la política, las luchas sociales. La narrativa democrática debe comunicar sin complejos que la Venezuela moderna, democrática, plural, la hicieron y la harán hombres y mujeres sin uniforme. No hay que ser ingenuos, sin embargo. La sombra militarista seguirá estando allí. Habrá que forjar compromisos para que ese fantasma marcial no se vuelva a tragar la república civil cuando la democracia vuelva a Venezuela.

El otro elemento de ese relato alternativo debe ofrecer a los venezolanos una visión de futuro, un sentido de propósito. Eso implica romper con el modelo económico dependiente del petróleo. Aunque la república civil no pudo, ni quiso, romper con el esquema monoproductor y el estatismo, el chavismo lo llevó a niveles delirantes de dependencia extrema del petróleo y de las importaciones, en estrecha vinculación con una corrupción desbordada. La narrativa democrática tiene que decir sin miedo que la sociedad venezolana debe acabar con mitos sobre la propiedad estatal de los recursos minerales y el estado rentista.

Por último, toda narrativa está anclada en el presente, o para decirlo en venezolano, en el “¿cómo se come eso?”. Suena muy bien rescatar el heroísmo civil y proponer una visión para el porvenir, pero el relato de la república civil tiene que decirle a la gente cómo será ese cambio. Ese presente se construye ya desde un pacto de gobernabilidad que abarque a todos los sectores, incluyendo los militares demócratas y los chavistas descontentos, que ponga fin a la retórica del odio y los maximalismos tremendistas. Y eso requiere ir contra la maraña de intereses creados que existen tanto en la dictadura como en sectores que se llaman opositores.

Sin embargo, no hay que creer que contar con una narrativa bien articulada bastará para cambiar las percepciones y la situación del país. La oposición necesita reunificarse, lidiar con sus contradicciones internas e identificar un nuevo liderazgo. Para ello harán falta acuerdos políticos, negociaciones, y valentía para tomar decisiones difíciles. El relato servirá para darle sentido a una transición y reinstaurar la república civil. Es un primer paso para contrarrestar las mentiras de la propaganda chavista que incluso gente educada, como la profesora North, se han creído y se creen todavía.

*Profesor en la Universidad de Ottawa, Canadá.
“Letras Libres” 23 Noviembre 2017

domingo, 19 de noviembre de 2017

¿La oposición hace “oposición” al gobierno?


Nelson Acosta Espinoza

Gobierno y oposición, nuevamente, intentarán llevar a cabo negociaciones con la finalidad de construir una salida a la crisis política que vive Venezuela. Santo Domingo será el escenario donde se llevará a cabo este encuentro entre las partes en conflicto. Las expectativas en torno el resultado de estas negociaciones no son muy optimistas. En principio, los fracasos anteriores hacen pensar que el resultado de este nuevo encuentro, lejos de facilitar una salida razonable a la crisis, pudiera profundizar aún más la grave situación política, económica y social que padecen los venezolanos.

En esta ocasión pareciera que el gobierno tiene interés en iniciar negociaciones. Desde su óptica, este sector posee algunas ventajas de naturaleza estratégica. Viene de derrotar a la oposición en las últimas elecciones de gobernadores. Y, en los próximos comicios municipales, se espera resultados que pudieran ser favorables a los candidatos del oficialismo. Igualmente, existe la necesidad de contar con cierto reconocimiento de la comunidad internacional. El gobierno afanosamente intenta acceder a los mercados internacionales con la finalidad de obtener financiamiento. Desde la óptica del oficialismo, esta ronda de negociaciones pudiera servir para alcanzar la legitimidad necesaria para acceder a los circuitos financieros internacionales.

La oposición, por su parte, no se halla en su mejor momento. De hecho se encuentra dividida. Por un lado, se tiene un bloque compuesto por AD, UNT y AP y, en el otro extremo, están situados PJ y VP. Es razonable pensar que los resultados de las elecciones el 6D profundizarán esta división y, desde luego, impondrán la necesidad de intentar un acuerdo con el gobierno que garanticen condiciones apropiada para la participación en las elecciones presidenciales. En otras palabras, esta nueva cita en Santo Domingo es vital para la oposición venezolana. En ella intentará alcanzar cambios en las condiciones de naturaleza electoral bajo la veeduría internacional.

Lo anterior fue una descripción apresurada de la coyuntura. Existen interrogantes que es necesario dilucidar para obtener una visión apropiada de lo que acontece en el país. Vamos a intentar formular y dar repuestas a algunas de esas incógnitas.

Un aspecto a tomar en cuenta tiene que ver con el discurso opositor. Formulemos algunas interrogantes. ¿El relato opositor expresa una diferencia sustantiva con el oficialista? ¿Logra alcanzar a los sectores populares de la población? ¿Los altos niveles de abstención en los sectores medios no expresan un rechazo al discurso opositor? En fin, ¿ha construido la oposición venezolana una narrativa que se diferencie sustantivamente a la que caracteriza al oficialismo?

Bien, amigo lector, entiendo que son complejas y provocadoras estas interrogantes. De hecho, son susceptibles a interpretaciones erróneas. En fin, voy a intentar diseñar una repuesta. Tarea nada fácil. Lo que viene, advierto, es un ejercicio simplificador con la intención de arrojar un poco de luz que derrumbe algunas penumbras de naturaleza política.

Una primera observación. Las dificultades de la narrativa opositora es resultado de su parecido sustantivo con el relato oficialista. Desde luego esta aseveración, a los ojos de muchos, puede parecer una blasfemia. ¿Qué intentó señalar? Veamos.

Hoy día un conjunto de investigaciones han llegado a la conclusión de que el cambio social implica obligatoriamente el cambio de marco cognitivo. Pero, ¿qué es un marco cognitivo? En forma sencilla se pueden definir como estructuras mentales que dibujan nuestro modo de ver el mundo. En otras palabras, conforman lo que los científicos cognitivos denominan el inconsciente cognitivo, “…estructuras de nuestro cerebro a la que no podemos acceder conscientemente, pero que conocemos por sus consecuencias, nuestro modo de razonar y lo que se entiende por sentido común”.

Puede parecer aventurado y, un tanto abstracto, pero considero que en lo básico oposición y gobierno comparte el mismo marco cognitivo. Más allá de repudiar las políticas gubernamentales, la oposición tiene una visión de naturaleza distributiva acerca del oficio de gobernar. Estructura narrativa que ha prevalecido en el país a todo lo largo del siglo XX y lo recorrido en esta centuria. Las diferencias entre estos actores políticos es de énfasis: distribuir y asistir predomina sobre producir. Las narrativas opositoras y gubernamentales, (inconscientemente en el caso de la oposición), operan con los mismos marcos que definen la manera de ver el mundo en ambos actores.

Desde el año 36 los grupos políticos se mueven al interior de la misma estructura discursiva. Las diferencias han sido de énfasis. El chavismo reivindicó y profundizó el discurso distribucionista de los demócratas.

Lo señalado suena extraño y un tanto abstracto. En forma sencilla lo que se intenta subrayar es la necesidad de elaborar un nuevo relato político que sustituya al vigente y muestre los pasos para alcanzar un futuro distinto. Una narrativa que tenga la capacidad de interpelar a la población desde nuevos marcos y, en consecuencia, constituya el nuevo sujeto político protagonista de la democracia ciudadana.

Desde luego llevar a cabo esta tarea no es fácil. Las divisiones que en plano electoral se están sucediendo constituyen una señal de las dificultades para salirse de las ataduras del viejo marco cognitivo.

Sin embargo, seamos optimistas. Es posible que a corto plazo seamos testigos del surgimiento de una opción política que rompa definitivamente con la vieja narrativa.

Sin duda, la política es así.-












Retornemos a los Fundamentos



Asdrúbal Romero

En estos tiempos de tanto desconcierto, sostengo que puede ser útil retornar a la revisión de los fundamentos que, a nivel de los países democráticos más desarrollados, se consideran las bases imprescindibles para alcanzar la idoneidad de la dinámica política que transcurre en ellos. Quizás, esta es mi hipótesis: podamos encontrar en dicha revisión parte de las causas que nos han traído hacia este escenario de severo desencuentro de las fuerzas opositoras y los ciudadanos –intra e inter-.

Cuando las cosas no andan bien, el equipo no gana, se dice en el argot beisbolero: “let’s go back to basics” –retornemos a los fundamentos-. Uno de ellos, cuando hablamos de procesos políticos, es el de la necesaria existencia y cohabitación de partidos cuyo funcionamiento sirva de soporte a una democracia siempre perfectible. Que los partidos son indispensables para el funcionamiento de la democracia es una verdad tan de Perogrullo, que algunos la utilizan para intentar acallar cualquier crítica que se le haga a los partidos bajo la acusación de ejercicio nocivo de la “Antipolítica”.

Los partidos políticos son necesarios, sí, pero no cualquier tipo de partidos. Las democracias exitosas han sido bien estudiadas. También los partidos políticos que les dan sustento a ellas. En un foro organizado en el contexto de la celebración de la FILUC, “Para seguir leyendo al País”, a raíz de una pregunta que se me hiciera en mi carácter de panelista, proponía que los estudiosos de las Ciencias Políticas acometieran una investigación. Que diseñaran un instrumento contentivo de todos aquellos rasgos deseables de funcionamiento que debieran ser satisfechos por los partidos políticos, que en nuestro ámbito nacional afirman estar comprometidos con un cambio de régimen y la construcción a futuro de una moderna democracia. En cada uno de estos ítems, una escala que permitiera medir cualitativamente el grado de cumplimiento por parte del partido bajo escrutinio del factor de deseabilidad en cuestión. Reconozco que es un proyecto ambicioso porque debería involucrar el examen de todos nuestros partidos, si ellos accedieran, extendido hacia todos los ámbitos regionales. El objetivo: obtener un ranking de aptitud de estas organizaciones, de cara al desafío que constituirá reconstruir una democracia donde los ciudadanos se sientan representados en los partidos.

El tema de la representatividad es fundamental. Desde hace muchos años, se ha reconocido, a nivel de toda Latinoamérica, que el principal obstáculo para la concreción de una agenda de democracia orientada hacia la ciudadanía es la crisis de representatividad de sus partidos políticos. Según el Latinobarómetro: en 2008 el 77% de los electores tenía ninguna o baja confianza en los partidos. En Venezuela, esta crisis hizo su erupción en la década de los 90 dando paso a la emergencia de esta pesadilla de la cual todavía no sabemos cómo salir. A muchos se les ha olvidado y recargan toda la culpa del surgimiento del fenómeno político del Chavismo en la “Antipolítica”.

En mi opinión, este es un argumento sobre simplificador de la realidad de aquel entonces. Una posición extrema que se contrapone a otra también extrema, y sobre simplificadora, que le achaca toda la responsabilidad a los partidos. Hoy día, vemos como esta confrontación maniquea entre el blanco y el negro reitera su presencia en el debate político. Se ha generado toda una corriente de opinión que les endilga toda la responsabilidad de la debacle electoral del 15 de octubre a los abstencionistas y a los ciudadanos que no sólo se dejaron, supuestamente, seducir por ellos sino que, además, tampoco se movilizaron a participar en las protestas de las semanas anteriores con la cuantía requerida. En simultáneo, otros tantos generadores de opinión recargan la tinta de la culpabilidad sobre los errores, incoherencias y traspiés de los líderes de los partidos aglutinados hasta ese evento alrededor de la MUD. Se me podrá acusar de un cómodo eclecticismo, pero es mi más sincera y profunda convicción que las dos corrientes no son disyuntivas, como algunos pretenden, sino contributivas en el sentido de que ambas aportan con su verdad parcial a la explicación de lo que ha venido aconteciendo en el mayoritario flanco opositor. Todos, partidos y ciudadanos, le hemos añadido ingredientes y condimentos a este caldo indigesto que no terminamos de hallar la forma de cómo digerirlo.

En ese “todos” debemos incluir a los cómodos ciudadanos que no terminan de entender que este descomunal problema que afrontamos es de todos y que ya basta de exonerarse de responsabilidades asignándole exclusivamente a los partidos la titánica tarea de resolverlo. Pero también hay que incluir a todas las fuerzas políticas. A las que salieron derrotadas pero que, sintiéndose arropadas por el argumento extremo de señalar como única causa de su derrota al abstencionismo, continúan en una endemoniada dinámica hacia adelante como si nada hubiese ocurrido. No han dado muestras de haberse detenido a pensar si su problema pudiera ser el de haber perdido la conexión con sus supuestos representados. Hablan de Unidad, Unidad, Unidad…, pero tampoco dan muestras de haber hecho esfuerzos en la dirección de cómo recomponerla. Y también son responsables, las otras fuerzas que ubicadas en la otra esquina del maniqueo boxeo blanco versus negro, pierden representatividad al no percibir los ciudadanos de a pie claridad ni concreción en la prometida ruta alternativa que nos conducirá al cielo –porque sí, ese día que hayamos salido del Régimen me sentiré como en el cielo-. Critican a los otros de haber acabado con la “calle” pero tampoco se muestran ellos con la potencialidad de organizar “su calle”, quizás porque tengan miedo de que a ellos sus supuestos representados tampoco les acompañen.

En definitiva, que estamos todos quedando muy mal como país. ¡Todos! Y que en este trágico escenario del desencuentro, parece evidenciarse, de nuevo, una crisis de representatividad de los partidos. ¿Qué hacer? “Let’s go back to basics”. Los partidos deberían hacerse un profundo examen de conciencia sobre si lo están haciendo bien como partidos. ¿Están trabajando en la consolidación de una organización celular que les proporcione cobertura geográfica a sus iniciativas estratégicas, más allá de lo mediático? Esto es fundamental de cara al reto de convertirse en un auténtico partido moderno. Estoy consciente de la dificultad de avanzar en este aspecto en el contexto específico del país como lo tenemos y las severas restricciones de financiamiento, pero aún con todas las limitaciones no se debería perder el norte de hacer todo lo que se pueda, y donde se pueda, para ir ganando terreno en esta dirección. Si al menos se hubiese avanzado en el ámbito de los bastiones opositores, otro gallo hubiese cantado el 15O.

¿Se está trabajando en la estructuración y fortalecimiento de los organismos funcionales? Esto es básico de cara a la instalación de mecanismos de articulación con la sociedad civil. Se necesitan urgentemente las fracciones partidarias de jóvenes, gremios profesionales, educadores, organizaciones obreras, universitarias, etc. Cada una de ellas haciendo política en su ámbito natural. ¿Cómo está funcionando la democracia interna? ¿Existe confrontación de ideas en el partido y se respeta su diversidad? ¿Se producen documentos sobre estas discusiones? ¿Se trabaja en el diseño de una visión estratégica compartida por todos los miembros del partido? ¿Cómo anda la formación de los dirigentes del partido a todos los niveles?

¿Se trabaja en el diseño de una narrativa política y los diversos instrumentos de comunicación para poderla permear hacia todos los ciudadanos en sus diversos niveles de formación? ¿Disponemos de mecanismos para elegir a los mejores para el ejercicio de las funciones públicas que el partido vaya a asumir? ¿Se han incorporado mecanismos meritocráticos para la designación de los representantes? ¿Se han creado las condiciones para que intelectuales, empresarios, en general ciudadanos con trayectoria en otros ámbitos no políticos pero con inquietudes, puedan incorporarse con cierta comodidad a las labores del partido?

Podríamos continuar postulando interrogantes como esta, pero no se trata de diseñar en este artículo el instrumento al cual hicimos referencia. Estamos conscientes, lo reitero una vez más, de que los positivos de las respuestas a todas estas interrogantes apuntan hacia un ideal muy difícil de construir habida cuenta de las nefastas circunstancias. ¿Pero al menos se tiene claro el norte de hacia dónde deben enfocarse las actividades del partido y se ha comenzado a trabajar en cada una de las áreas? Porque el quid de la cuestión es el siguiente: Tenemos por delante el formidable reto de reconstruir al país; y lo queremos hacer en democracia; necesitamos para ello de partidos idóneos con visión de modernidad. No se vale eso de que ahora tengamos partidos mediocres, chucutos, que luego, cuando lleguemos al poder, los vamos a reconvertir de la noche a la mañana en los partidos que se requieren en esa visión del gran país del futuro que pretendemos vender. En consecuencia: la gran pregunta que deberían hacerse al interior de todos nuestros partidos es si ellos ya se están preparando para funcionar como los partidos de esa vigorosa democracia que nos venden como en un sueño. A lo mejor, al calor de estas respuestas, a preguntas que quizás ahora parezcan como inoportunas, podamos conseguir algunas claves de por qué la representatividad de los partidos vuelve a estar siendo tan comprometida.


domingo, 12 de noviembre de 2017

Construir una nueva narrativa política


 
Nelson Acosta Espinoza
Bien, nos encontramos en las semanas finales del año 2017 y a días para la celebración de las elecciones municipales. En esta ocasión, un sector político de la MUD (Acción Democrática, Vanguardia Popular y Primero Justicia) ha decidido no participar en estos comicios. Por otro lado, independientes y miembros de otras agrupaciones políticas han inscrito sus nombres como candidatos a presidir alcaldías en algunas regiones del país. En fin, el sector democrático, no ha asumido una posición unitaria en relación a estos sufragios. Ante esta circunstancia, no sería una sorpresa que el oficialismo gane la mayoría de las alcaldías del país.

En otros artículos he intentado reflexionar sobre la dificultad de los sectores políticos democráticos para leer en forma apropiada la presente coyuntura política. Sin ánimo de exagerar, en los pasados comicios, este sector se auto impregnó de una exagerada confianza. Se esperaba que la desastrosa situación económica y social que padecen los venezolanos actuara como catalizador de la voluntad del voto contrario al oficialismo. Circunstancia esta que operó como obstáculo para evaluar correctamente la capacidad operativa y fraudulenta del sector oficialista. Salvo algunas excepciones (Táchira, una de ellas) la campaña electoral se llevó a cabo en los términos tradicionales que han caracterizado estos eventos electorales. Su narrativa estuvo impregnada de un cierto racionalismo ingenuo que no alcanzó a tocar el corazón de los electores. Por ejemplo, el alto nivel de abstención pudiera ser explicado, parcialmente, como una conducta de sectores decepcionados que no fueron interpelados apropiadamente por la propaganda de los candidatos democráticos.

Desde luego, la situación descrita es mucho más compleja. Existen otros eventos que ayudan a comprender estos resultados. Sin embargo, en esta ocasión me voy a detener en una de estas variables que se ubica en el centro de un razonamiento que podría dar cuenta de lo acontecido y lo que está por acontecer electoralmente. Me refiero a una sobrevaloración de las circunstancias de naturaleza económica. Lo que habitualmente, en la jerga académica, se denomina reduccionismo económico. En forma breve, podemos definir esta opción como un criterio o formulación política que concede al factor económico primacía sobre los de cualquier otra índole. Irónicamente, esta desviación generalmente es observada en la conducta política de actores de procedencia marxista.

En fin, la dirección política de la oposición otorgó un alto valor a las circunstancias económicas que caracterizan la actual situación del país. Se esperaba que la combinación de inflación, alto costo de la vida, depreciación del salario, deterioro de la calidad de vida, delincuencia, corrupción, entre otras variables, conformaran un contexto favorable a las invocaciones políticas del sector opositor. En consonancia a este precepto, su narrativa electoral se posó sobre este supuesto y no abordó en forma apropiada las condiciones de naturaleza subjetiva y las particularidades de naturaleza regional. En otras palabras, no fue “mercadeada” apropiadamente la oferta electoral en el plano subjetivo. Es apropiado señalar que esta explicación requeriría ser enriquecida por otras variables que juegan en la dilucidación de lo acontecido en las pasadas elecciones. En un próximo escrito abordaremos esas circunstancias.

En el año 2018 se producirá las elecciones presidenciales. Las recientes experiencias electorales deberían verse como un aviso de lo que no se debe hacer en el plano electoral. Es imprescindible que la dirección política democrática haga un esfuerzo de autocritica y revise los criterios sobre los cuales se conformó la pasada unidad.

Un punto de partida podría ser despojarse de la tentación economicista. Entender que la crisis por sí sola no va a producir los cambios de subjetividad que se requiere para alcanzar la victoria en las presidenciales. Es imperativo, entonces, construir una narrativa alterna a la oficialista que interpele emocionalmente a los ciudadanos. La combinación de crisis económica y la subjetividad apropiada, a mi juicio, constituye la llave adecuada para poner fin definitivo a este desastre del socialismo del siglo XXI.

La política, sin duda alguna, es así.




¿Cómo terminará la función?


SIMON GARCIA.
Si no resultara un agravio a los amigos que han decidido no votar, escribiría un artículo que se titulara “Tu abstención es necesaria”. El predicado no requiere vueltas: potenciar un triunfo del gobierno y asestar una derrota mortal a la oposición.

Si los 2 millones 200 mil votantes que abandonaron a la MUD en octubre por negligencia cívica, malestar y decepción con su desempeño o insatisfacciones morales contribuyeron a que el fraude llegara más allá de su tradicional catálogo de trampas, no hay que tener una bola de cristal para ver lo que hará el gobierno con la decisión angustiada y desesperada de contingentes opositores que prefieren apartarse de la batalla electoral. Tienen sus razones, pero el costo ´será alto.

Todo indica que las direcciones de partidos con peso optan por esperar la derrota sin intentar evitarla o minimizarla. La cercanía de elecciones presidenciales incentiva anticipar los deslindes por candidaturas, pero no justifica dinamitar sus relaciones y ahondar sus divisiones. En tales circunstancias califico la decisión de participación de AP y UNT de heroica, no por adjudicarles virtudes, que las tienen igual que AD, PJ y VP, sino para subrayar sus empeños afanosos de nadar bajo un vendaval y contra la corriente.

El patriotismo de partido inclinará a los militantes de las organizaciones que no presentaron candidatos al ausentismo. Los comisarios del CNE en los Centros de Votación y los efectivos del plan república adoctrinados en la ideología roja actuarán el 10 de diciembre contra una línea defensiva desguarnecida. Los ciudadanos, de la MUD y fuera de ella, que vayan a votar por candidatos de oposición, tendrán que sacar músculo que hoy no tienen. A menos que las comunidades cercanas a los centros y la propia sociedad civil tomen en sus manos la resistencia al fraude, serán avasallados.

Buena parte de mis amigos que no van a ir a votar no son abstencionistas de doctrina o de interés político particular, tipo Vente. Se toman un taima en la lucha y concentran su energía en ajustar cuentas dentro de la oposición, afincándose en reclamos a un líder o un partido o que se jure que nadie se juramentará ante la moribunda Constituyente. 

No parecen ver las consecuencias políticas injustas y dañinas para el país y para la lucha de la sociedad democrática contra un Estado autocrático. La peor es inflar las posibilidades de perpetuación de Maduro.

Más acá de la nariz la conflictividad entre los partidos de la exMUD podría llegar incluso a bloquear toda iniciativa para recomponer alguna forma de acción conjunta en determinados espacios, conservando autonomía para desarrollar políticas competitivas en otros.

Se producirá una fuerte pulsión a convertir la desesperanza en la retirada hacia una vida sin mundanal política y tomará posición hegemónica la idea de que no hay salida. 

Quedaremos guindando de la fílmica irrupción del séptimo de caballería para poner en huida a los bandidos, en una de superhombres e indios.

Pero, la pregunta permanecerá, en medio de incertidumbres y tensiones, ¿quién se quedará en la cabina de proyección cuando termine esta función?