miércoles, 31 de enero de 2018

“Hay que diferenciar lo político de lo electoral”


Nelson Acosta Espinoza
Las condiciones sociales, económicas y políticas en el país se han venido deteriorando en forma apresurada en los últimos meses. En la actualidad somos depositario de la tasa de inflación más alta del mundo. El desabastecimiento, por otra parte, es brutal. Basta recorrer los supermercados para observar la desolación que presentan sus estantes. En fin, el empobrecimiento es total: abarca a la población con independencia de su nivel de ingreso. Nunca en la historia del país se había presentado una calamidad de esta naturaleza.

A pesar de lo dramático de esta situación los partidos que hacen oposición no han dado cuenta apropiadamente de la grave situación que confronta la población. Hasta cierto punto, su conducta no logra superar los atavismos heredados del pasado. Y, en consecuencia, la crisis supera abiertamente la estrecha percepción que sustenta su evaluación del momento político. De ahí, el escepticismo que reina en amplios sectores de la población. En fin la clase política, hasta este momento, no ha estado a la altura de las necesidades ciudadanas. Por el contrario sus intereses particulares y electorales han marcado su percepción y conducta colectiva.

Quizá, la dificultad radica en una equivocada lectura de la coyuntura. Pareciera que estos sujetos políticos no han distinguido apropiadamente la diferencia entre el momento político y el electoral. Voy a intentar, dentro de lo posible, establecer las distancias existentes entre ambas circunstancias.

En principio es importante subrayar la primacía de la política sobre la coyuntura electoral. Si se quiere la segunda (el momento electoral) es una consecuencia de la primera dimensión. Es decir, en principio se construye los requerimientos de naturaleza política y posteriormente se concretan en una apuesta comicial. ¿Qué intentamos subrayar con esta afirmación? ¿No han entendido los partidos políticos la particularidad del momento actual? ¿Se comportan con los condicionamientos que caracterizaron su conducta en el pasado?

Bien intentemos dar respuestas a estas interrogantes. El punto de partida sería el siguiente: El momento actual es político. ¿En qué sentido? En términos de acuerdo a los cuales la tarea prioritaria seria desarrollar un punto de encuentro que propicie la unidad de los venezolanos y la solidaridad activa con los ciudadanos que sufren las terribles condiciones impuesta por las políticas del gobierno. Y, a partir de ahí, desarrollar la estrategia apropiada a las circunstancias, sea estas electorales o de otro signo.

En otras palabras, me parece que en el marco del escenario presente lo prioritario sería elaborar y poner en práctica una iniciativa de esta naturaleza. Con el propósito de restaurar la confianza de la población en la política y elaborar un relato que sirva de guía en cualquiera de los futuros escenarios.

No en balde, los estudios de opinión muestran que la población siente una cierta desconfianza hacia los partidos políticos tradicionales. Igualmente, apuntan a señalar la necesidad de elaborar una oferta innovadora que marque distancia con las prácticas políticas del pasado. En el fondo, la ciudadanía apuesta por la construcción de una unidad de propósito que pueda restaurar el entusiasmo electoral. Es importante subrayar, igualmente, que el rechazo al presidente Maduro no se traduce automáticamente en votos para un candidato democrático.

En este orden de ideas es importante prestar atención a una iniciativa desarrollada por un conjunto de personalidades del estado Carabobo. Me refiero al documento denominado “Punto de Encuentro Para la Unidad Nacional” que fue presentado a la consideración de la opinión pública el pasado 25 del mes de enero.

Esta propuesta coincide, en líneas generales, con las consideraciones expresadas en el presente artículo. Plantea como objetivo, por ejemplo, la construcción de la unidad nacional “…que integre a todos los sectores representativos de la sociedad venezolana…Unidad que esté por encima de los partidos y que sea representativa del mayoritario e inmenso deseo de cambio que se respira en el país”.

Bien, tenemos una oferta política ajustada a las circunstancias presentes y que recoge el sentir mayoritario de la población. Apuesto por su éxito y suscribo sus consideraciones.

Sin lugar a dudas, la política es así.


PUNTO DE ENCUENTRO PARA LA UNIDAD NACIONAL*




Quienes suscribimos esta declaración de prensa dirigida a los medios de comunicación social, hacemos pública nuestra decisión de organizarnos en un movimiento generador de opinión, tanto en el ámbito regional como nacional, dirigida a promover la unidad nacional y el consenso como los procesos políticos más idóneos para:

En primer término, lograr la concertación en torno a un proyecto de país y el correspondiente plan de acción contentivo de un conjunto de líneas estratégicas fundamentales para una transición, cuyas metas sean el resolver la grave situación de crisis humanitaria e inviabilidad económica que nos aquejan, así como consolidar la reinstitucionalización de la república en todos los ámbitos de su accionar colectivo.

En segundo término, estamos persuadidos que debería continuarse activando el mecanismo de consenso, a los efectos de la selección de un auténtico candidato unitario para las elecciones presidenciales de este año. Consideramos que el consenso, como proceso integral visibilizado con absoluta transparencia hacia todos los venezolanos, es la vía idónea para lograr la recuperación del entusiasmo y la motivación en los ciudadanos por su participación electoral en tan crucial evento. En este sentido, nos parece inconveniente la ruta anunciada por algunos de los más importantes partidos que integran la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), en lo que respecta a la realización de unas elecciones primarias para la escogencia del candidato “unitario”.

Consideramos, con relación a lo planteado, muy pertinente hacer la siguiente acotación: cuando hablamos de unidad nacional, nos referimos a una unidad que integre a todos los sectores representativos de la sociedad venezolana: Iglesias; Universidades; Empresarios; Trabajadores; Educadores; Gremios Profesionales; Partidos Políticos; Jóvenes; Academias; ONGs, etc. Una unidad que esté por encima de los partidos y que sea representativa del mayoritario e inmenso deseo de cambio que se respira en el país. Nos resulta inimaginable pensar, que podamos continuar soportando por muchos años el afán destructor de un régimen el cual, superado el escollo de unas últimas elecciones que se celebrarían con algún resquicio de democracia, seguramente se abocaría a consolidar una férrea dictadura y, con ella, concretar su anhelada pretensión de eternizarse en el poder.

Precisamente, por esta razón es que necesitamos de la movilización masiva de los electores. Para derrotar ampliamente tales pretensiones y lograr el urgente e indispensable cambio que demanda la sociedad venezolana. No creemos necesario, en esta oportunidad, ahondar demasiado en el diagnóstico. Venezuela ha entrado en un preocupante estado de inviabilidad y sostenibilidad de su economía vital, cuando los empobrecidos salarios han llegado a un nivel tal que ya no se puede vivir del trabajo. Ni tampoco acudir a él, porque cada día el colapso del sistema de transporte, sus altos costos y la gravísima crisis de efectivo suponen una creciente obstaculización del fundamental cumplimiento laboral.

Venezuela ha entrado en la recurrente vivencia de una tragedia, a juzgar por los indicadores de desnutrición; de muertes innecesarias, por falta de medicamentos o a consecuencia de una extremadamente inadecuada atención de salud. Nos encontramos inmersos en el epicentro de una crisis humanitaria nunca antes vista cuya progresión dinámica debe ser detenida ya. De proseguir el Régimen en el poder, continuará profundizándose. Ya ha dado muestras hasta la saciedad de no estar en capacidad, ni tener el deseo, de producir el imprescindible cambio de rumbo que requiere el país.

No podemos, en consecuencia, darnos el lujo de perder las próximas elecciones presidenciales. El riesgo que corremos es demasiado alto. Por ello, nuestro llamado a que nos entendamos sin traumas e innecesarios enfrentamientos, para poder encarar, sin zancadillas, a un régimen abusador y corrupto. Hay que pensar primero en el país y deponer intereses personales. Nos proponemos, identificados con los principios de unidad nacional y consenso, el primordial objetivo de regenerar la confianza colectiva del país en sus líderes y, así, hacer renacer la esperanza en el voto como instrumento de cambio. Esta es la vía para lograr la cristalización de la mayoría social con la que contamos, en un gobierno de unidad nacional que ejecute una transición construida sobre la base de eficaces consensos.

*Rueda de prensa ofrecida el 25/01/2018

sábado, 20 de enero de 2018

Maduro: “Con la iglesia has topado”



Nelson Acosta Espinoza
Estamos viviendo en tiempos tensos, por no decir peligrosos. Basta posar la mirada en cualquiera de las dimensiones que conforman la unidad social y cultural del país para constatar la profundidad y peligrosidad de la presente coyuntura. En forma lenta, pero continuada, se está desmoronando el universo material y simbólico dentro del cual se desenvuelve la vida cotidiana de los ciudadanos del país. Los acontecimientos relacionados con la denominada operación Gedeón, que dio caza al ex inspector del Cicpc Oscar Pérez, expresa dramáticamente estas mutaciones que se han venido sucediendo en nuestro cuerpo social.

Acorde con esta situación, recientemente los obispos de Barquisimeto y San Felipe, Antonio López Castillo y Víctor Hugo Basabe, respectivamente, solicitaron a la Divina Pastora su ayuda para poner fin a la dramática situación de pobreza que azota a la población. Durante las homilías en las respectivas misas que presidieron durante la visita 262 de la Divina Pastora a Barquisimeto, los obispos criticaron la situación que vive el país, lo que ocasionó vítores por parte de los millones de asistentes a estas ceremonias. Como era previsible, las declaraciones de los prelados encendieron las críticas de Nicolás Maduro, quien pidió investigar a los obispos por sus palabras de “odio” contra el gobierno.

Es evidente que Maduro, para utilizar la frase cervantina, “con la iglesia se ha topado”. La raíz de este “tropiezo” la podemos ubicar en las circunstancias terribles por las cuales atraviesa la población. En el plano político, igualmente, enuncia un potencial conflicto con una de las instituciones de mayor credibilidad en el país y que ha puesto el dedo sobre las circunstancias objetivas que apremian a la población.

No es la primera vez que un “tropiezo” de esta naturaleza sucede en la historia del país. Basta con recordar el conflicto entre esta institución y el gobierno de Guzmán Blanco entre 1870 y1888 que llegó a su cúspide con la expulsión de tres obispos del territorio nacional (Juan Hilario Bosset, Silvestre Guevara y Lira y Manuel Antonio Baralt). Juan Vicente Gómez, igualmente, confrontó a esta institución a propósito de la expulsión de Salvador Montes de Oca, arzobispo de Valencia. El “tropiezo” más significativo, desde el punto de vista de nuestra contemporaneidad política, fue el acontecido el 1 de mayo de 1957. En esa ocasión fue leída en todas las iglesias de Venezuela una pastoral del arzobispo de Caracas, monseñor Rafael Arias Blanco. Este hecho ayudo a precipitar la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.

Retomemos lo subrayado en el primer párrafo de este corto escrito. Es indiscutible la naturaleza orgánica de la crisis que atraviesa la nación. Ello me permite sustentar que el momento es, primordialmente político, y no electoral. Acorde con esta lógica, la población demanda aproximaciones integrales que se exprese en un relato que dé cuenta de sus vicisitudes y ofrezca alternativas objetivas para el futuro. Opciones que vuelvan a emocionar a la población y combata el sentimiento pesimista y abstencionista que existe en densos sectores de la ciudadanía. Más que electoral, insisto, el momento es de naturaleza política y de desprendimiento de las identidades corporativas.

Creo que la institución eclesiástica así lo ha entendido. Su prioridad es la gente que sufre: “el pueblo de Dios”. Lo acontecido en la procesión de la Divina Pastora así lo atestigua. Es un ejemplo a seguir. Esperemos que lo actores políticos integrados en la MUD lo entiendan y actúen en concordancia con las necesidades del “pueblo de Dios” y no a partir de las urgencias electorales y aspiraciones de sus respectivos líderes.

En fin, sin lugar a dudas, Maduro se “ha topado con la iglesia”

La política es así.



domingo, 14 de enero de 2018

Ugalde y Hausmann: Dos visiones de la crisis


Nelson Acosta Espinoza         

El año ha comenzado a dar sus primeros pasos. Sin embargo, el terreno sobre el cual avanzan los ciudadanos es el mismo que trillaron en tiempos recientes. Esta última afirmación si se quiere es benévola. Lo justo y más apropiado a la realidad seria señalar que estamos confrontando una escalada en el deterioro de las condiciones de vida. La progresión es total. Alcanza la totalidad de las dimensiones que conforman el modo de vida de los venezolanos. Nunca en la historia del país habíamos experimentado una crisis de carácter integral como la que nos acorrala en la actualidad. Esta circunstancia, quizás, ayuda a explicar la perplejidad que observamos en la conducta de los factores políticos que hacen oposición en el país. Titubeo y vacilación que no les permite llevar a cabo un diagnostico apropiado de la coyuntura y, desde luego, generar las iniciativas políticas apropiadas.

Recientemente dos ilustres personajes de la vida pública han puesto a la consideración del país propuestas para enfrentar y salir de la trágica situación en la que se encuentra la nación. Me refiero a los escritos del economista Ricardo Hausmann y el padre Luis Ugalde. Parece importante subrayar que nos referimos a dos actores públicos prestigiosos y de una honestidad intelectual a toda prueba. Es precisamente estas condiciones lo que otorga peso y valor a sus consideraciones. Haussman y Ugalde son formadores de opinión respetados en el país. De ahí que sus apreciaciones y propuestas tengan una gran repercusión en los diagnósticos y elaboración de políticas para enfrentar la profunda crisis en la cual estamos sumido los venezolanos.

“El día D para Venezuela” así tituló Ricardo Hausmann su escrito del 2 de enero del presente año. El punto de partida de su análisis es una descarnada descripción de la crisis y las pocas opciones a la mano para enfrentarla con éxito. Sostiene que a pesar de su magnitud y del masivo apoyo diplomático internacional la oposición se encuentra en una situación de mayor debilidad que en el mes de julio del año pasado. “. Desde entonces, el gobierno ha instalado una Asamblea Constituyente inconstitucional con plenos poderes, ha cancelado el registro electoral de los tres principales partidos de oposición, ha destituido a alcaldes y diputados legítimamente elegidos, y se ha robado tres elecciones”.

Ante estas circunstancias plantea considerar la siguiente proposición. Destitución de Maduro por iniciativa de la Asamblea Nacional; y, a partir de esta decisión (vacío de poder), la asamblea nombraría de forma constitucional a un nuevo gobierno, “…el que a su vez podría solicitar asistencia militar a una coalición de países amigos, entre ellos, latinoamericanos, norteamericanos y europeos. Esta fuerza liberaría a Venezuela...”

En otro extremo se ubican las consideraciones del padre Luis Ugalde contenidas en su escrito del 11 de enero.  ¿Voto para perpetuar la dictadura?.  Sin embargo, en cierto sentido ambos concuerdan en la apreciación de la coyuntura. Ugalde afirma, coincidiendo con Hausmann, que el oficialismo está decidido a perpetuarse en el poder mediante la celebración de elecciones fraudulentas y favorecidas por la conducta de un liderazgo político que “luce ausente de las angustias socioeconómicas, dividido y sin rumbo unitario y contundente”

Sin embargo, y a pesar de estas observaciones, Ugalde apuesta por la política y advierte sobre lo erróneo y peligroso que implica conductas y propuestas enmarcada dentro de la antipolítica. Advierte que estas narrativas conducen a visualizar la salida de la crisis mediante la acción de un mesías dictatorial. Por el contrario, es partidario del candidato único; diálogo y negociación con apoyo internacional para exigir condiciones electorales para la salida democrática y la reconstrucción nacional.

Desde luego, he presentado un apretado resumen de las propuestas de estas dos figuras públicas. Espero que esta comprimida síntesis no haya malinterpretado sus sugerencias. Ha sido mi intención subrayar que estas posiciones marcan las fronteras al interior de las cuales se mueve la opinión política institucionalizada en el país. Y, en cierto sentido, su contenido contradictorio manifiesta el relativo desconcierto que existe al interior de la oposición política y sus dificultades para interpelar a la mayoría de venezolanos que se ubican en el bando opositor a este socialismo del siglo XXI.

Más allá de sus contenidos, me atrevería a subrayar que su importancia radica en que comienza a “pensarse” la situación del país desde otros horizontes y, esta acción, podría estimular la formulación de iniciativas políticas apropiadas para poder salir de esta crisis.

Sin lugar a dudas, la política es así.












África en América Latina La guerra por el recurso y la tragedia venezolana

Héctor E. Schamis*


Una buena parte de mi aprendizaje sobre Venezuela ha tenido lugar gracias a mis frecuentes intercambios con Ibsen Martínez y la regular lectura de sus textos, varios de ellos en este mismo periódico. Un tema es recurrente en sus escritos, casi una obsesión, me animo a decir: el petróleo, siempre la variable explicativa de su propio Macondo, esa Venezuela Saudita donde la mismísima categoría “tiempo” parece inexistente. Como en Macondo, precisamente, un pueblo sin historia.

Habiendo trabajado sobre la economía política del desarrollo, mi afinidad con este tema no podría ser más directa e inmediata. Es que el Macondo petrolero de Ibsen es una genial acuarela literaria de lo que, en un dialecto intelectual diferente, llamamos “la maldición del recurso”. Son narrativas gemelas.

Esta literatura, fundamental en economía política, habla de países que funcionan en base a exportar recursos naturales. Nos dice que dichas economías crecen durante shocks de precios favorables, pero con las clásicas distorsiones de la “enfermedad holandesa”. El exceso de divisas aprecia el tipo de cambio real, afectando la competitividad del sector industrial y desplazando el grueso de la inversión hacia el sector exportador. De este modo, la renta exportadora se usa para financiar importaciones de manufacturas. Cuando los precios internacionales caen, y siempre caen, se desacelera el crecimiento.

En consecuencia, en estos países la economía crece por debajo de su potencial, modestamente en el largo plazo y con visibles desequilibrios sectoriales y regionales, resultado de pronunciados ciclos de boom and bust. Típicamente, ello invita políticas fiscales inconsistentes, sumando otro desequilibrio: de presupuesto. El final de este camino los encuentra en medio de una gran crisis macroeconómica y una masiva destrucción de activos. Tanta riqueza los ha hecho pobres.

La política, a su vez, refleja, al mismo tiempo que exacerba, estos ciclos. Diversas facciones se disputan las rentas a efectos de distribuir beneficios entre sus clientes políticos, un escenario propicio para sistemas de dominación patrimonialistas. Un corolario de esto es un aparato estatal de tenue densidad institucional, propicio para un jefe del ejecutivo con autoridad discrecional sobre la política económica.

Con un Aureliano Buendía sentado sobre oro negro, entonces, la democracia es improbable. La Venezuela del Punto Fijo, democrática mientras el resto de América Latina estaba bajo dictaduras militares, constituía una anomalía teórica. Era democrática no por su riqueza petrolera sino a pesar de ella. Uno no encuentra semejante extravagancia en el Golfo Pérsico, continuando con la metáfora Saudita. Evidentemente, Chávez llegó determinado a corregir dicha rareza.

Por supuesto que Noruega—donde dos tercios de la canasta exportadora son en gas y petróleo—es la excepción a la regla, aunque en gran medida por el beneficio de una excepcional secuencia histórica. Es que Noruega descubrió la democracia casi un siglo antes de descubrir petróleo. El tiempo puede ser una variable relevante.

Pero si la economía de recursos naturales está asociada a desequilibrios macroeconómicos y al autoritarismo, también lo ha estado al conflicto prolongado y la guerra civil. Uno tras otro, los estudios empíricos confirman una robusta asociación entre una economía dependiente de exportaciones de recursos naturales y la violencia interna en países de bajo ingreso per cápita. El factor precipitante puede ser el petróleo, como en Sudan y Congo; pero también diamantes, como en Sierra Leone; oro y cobre, como en el Congo Democrático; cacao y café, como en Liberia; fosfatos, como en Marruecos; o bien sustancias ilícitas, como el opio en Afganistán.

Lo común a todos es que la volatilidad de los ciclos económicos en un sistema político de carácter patrimonial incentiva a las facciones a obtener la propiedad del recurso. La erosión de la legitimidad y autoridad del Estado magnifica esta tendencia. Irremediablemente, dichos grupos cumplen funciones cuasi estatales: control del territorio (léase, definir y hacer cumplir derechos de propiedad) y el cobro de tributos (léase, extorsión), claro que sin detentar el monopolio absoluto de la coerción y generando entonces competencia entre sí y mayor fragmentación.

Es decir, generando violencia. El rango de la misma puede ir de la violencia anómica, como es el caso del crimen urbano, hasta una declarada guerra por el recurso dirigida y financiada por warlords—contrabandistas, extorsionadores, traficantes, terroristas o una combinación de todo lo anterior—en ejercicio de una proto-soberanía. Ante la ausencia de autoridad política centralizada, el Estado, una cierta secesión ocurre de facto.

Una vez que la violencia se dispara, ello desencadena una fatal reversión del desarrollo. A medida que el conflicto escala, el ingreso se contrae, la mortalidad crece, las enfermedades se propagan, el crimen se desborda. El hambre se esparce y el consumo de proteínas colapsa. Toda una generación puede estar privada del desarrollo neuronal necesario para el aprendizaje. Las pérdidas en capital humano son irrecuperables.

Los efectos de estos conflictos no reconocen fronteras. Se cuentan en epidemias, refugiados y en la propagación de actividades ilícitas. Todo lo cual supone costos crecientes para los países vecinos en defensa, salud pública y seguridad. El control de fronteras, narcotráfico y lavado de dinero requiere mayores presupuestos en toda la región contigua al conflicto. Una carrera armamentista también es plausible, la violencia engendra más violencia.

He obviado a Venezuela deliberadamente en la segunda parte de esta columna, en la esperanza que el lector haya hecho el paralelo en su mente. Ocurre que, entre sus muchos crímenes, el chavismo ha instalado la guerra por el recurso en América Latina y el Caribe, un tipo de amenaza que la región tendrá que enfrentar por décadas. La Venezuela Saudita ha traído África a América Latina. Su tragedia le pertenece a todo el hemisferio.

*El Pais, 14 enero, 2018

sábado, 6 de enero de 2018

Oposición y gobierno: ¿enemigos complementarios?


Nelson Acosta Espinoza
Bien amigos lectores, comienza un nuevo año. Oportunidad apropiada para expresar buenos deseos y militar dentro de una óptica optimista. Sin embargo, entiendo que la realidad conspira contra esta pretensión. Basta asomarse a las predicciones elaboradas por expertos en diversos campos para alimentar sentimientos de naturaleza pesimista

A pesar de esa circunstancia, me voy atrever a formular un vaticinio positivo para este año que se inicia. Esperemos que los distintos actores políticos (oposición y gobierno) abandonen la lógica que tiende a negar humanidad a los contendores en la lucha política. Cuando esto sucede, vale decir, los bandos se niegan la humanidad recíprocamente, tiene lugar lo que la etnóloga francesa Germaine Tillion (1907-208) denominó “enemigos complementarios”. En otras palabras, los actores en pugna promueven una visión que los posiciona, no como adversarios sino como enemigos y, en consecuencia, buscan su mutua destrucción.

Desde luego esta última afirmación requiere una aclaración. Ha sido el chavismo el que inicialmente desarrollo un relato político que escindía la sociedad venezolana en polos irreconciliables: patriotas vs escuálidos. Sin embargo, me voy atrever a señalar que esta lógica dicotómica, a lo largo del tiempo, se impuso con fuerza en la narrativa de los bandos en pugna. En otras palabras, invadió el campo de enunciación de los actores que hacen vida política en el país. Es en este sentido que hacemos uso del concepto de “enemigos complementarios”. Probablemente esta circunstancia ayuda a explicar las dificultades que ha tenido el sector democrático para elaborar una estrategia que le permita sortear con éxito la trampa implícita en definir el ámbito de lo político en términos de enemigo/amigo.

Esta circunstancia, por otra parte, ayuda a explicar la ausencia de confianza de la población en los procedimientos de naturaleza electoral. Los estudiosos de este comportamiento lo han definido como desafección democrática: sentimiento subjetivo de cinismo y de falta de confianza en el proceso político, los políticos y las instituciones democráticas.

Es fundamental apuntar que esta desafección ataca por igual al chavismo-madurismo y a la oposición democrática. Sin embargo hay un aspecto positivo. Se está creando la posibilidad para que el campo de lo político se abra a nuevas opciones que pudieran interpelar a sectores insatisfechos de la población alineados indistintamente en ambos bandos.

Vale la pena, entonces, formular las siguientes interrogantes: ¿Cómo interpretar esta última aseveración? ¿Se encuentran los destinatarios de estas narrativas huérfanos? ¿Aún no ha surgido su reemplazo discursivo´? ¿Opera la oposición democrática con claves narrativas del pasado? ¿Existe la posibilidad de desarrollar una nueva gramática política que dé cuenta de las nuevas circunstancias que están emergiendo?

Recuperemos el optimismo presente en la apertura de este artículo. Después de todo estamos iniciando un año nuevo. Reitero, entonces, la afirmación con la cual iniciamos este breve escrito. El sector democrático de la oposición tiene oportunidad de recuperar y hegemonizar el espacio cultural y político del país. Esta es una tarea, desde luego, que trasciende el ámbito estrictamente electoral. Máxime si se quiere evitar el resurgimiento de apuestas populistas de cualquier signo.

En este sentido, es necesario colocar la atención en la ejecución de dos tareas. Primero, superar la trampa implícita en la idea de “enemigos complementarios• Vale decir, superar los engaños de las narrativas dicotómicas (escuálidos-chavistas; izquierda-derecha; ricos-pobres; etc.) en las cuales ha estado sumida la oposición a lo largo de las últimas décadas. En segundo lugar y, como consecuencia de la primera premisa, habría que elaborar un relato de naturaleza transversal con el propósito de construir una nueva mayoría que ejerza la dirección política e intelectual de la Venezuela por venir.

¿Qué implica asumir un esquema de naturaleza transversal? Veamos. Por un lado, tomar de la totalidad de espectro político (sin complejos) las propuestas más beneficiosas para los ciudadanos y, por el otro, potenciar el alcance de la narrativa democrática sobre una diversidad de actores.

En fin, poner en práctica una apuesta de este signo permitiría ir al encuentro de la gente con independencia de sus distintas identidades ideológicas. De esta manera se abriría el camino hacia la construcción de un nuevo orden de naturaleza democrática. Y se saldría al paso a iniciativas de naturaleza aventurera.

No tengo dudas, la política debería ser así.




2018, año electoral decisivo Reflexiones para la MUD



Humberto García Larralde
No es menester insistir en la tragedia por la que estamos pasando para enfatizar la imperiosa necesidad de cambiar el gobierno en 2018. Las evidencias son demasiado contundentes, tanto de nuestras vidas personales como por informaciones recibidas a diario sobre muertes por hambre y/o por no conseguir medicamentos, del deterioro de los servicios públicos, la hiperinflación y el desabastecimiento, sin mencionar los arrebatos despóticos del presidente contra los venezolanos. Lamentablemente, este calvario habrá de agudizarse el año venidero si no conquistamos un significativo cambio político.

Los que hoy ocupan el poder les importa un bledo la suerte de sus compatriotas, más si esta interfiere con el régimen de expoliación que usufructúan. Y liberar a las fuerzas productivas de los controles que hoy la asfixian, unificar el tipo de cambio y asegurar las garantías de un Estado de Derecho implican, precisamente, desmantelar los mecanismos por medio de los cuales depredan al país. A la oligarquía militar-civil no le interesa, por ende, concertar salidas a la presente situación con fuerzas opositoras. En prosecución de sus intereses reprime y se cae a embustes con la idiotez de una “guerra económica” para echarle la culpa a otros de sus desmanes. Es la naturaleza del fascismo.

Pero el año que viene es electoral. Si bien la oligarquía ha dado muestras fehacientes de que los mandatos constitucionales no la atan –incumplieron el cronograma para la elección de gobernadores, de los consejos legislativos, alcaldes y concejales, desconocen a la Asamblea Nacional, violan los derechos humanos--, su aislamiento en el plano internacional y la agudización de la crisis interna elevan el costo político de suspender una elección presidencial. Su previsible realización constituye, por tanto, una oportunidad decisiva para el cambio deseado, que no debe ser desaprovechada.

Perspectivas electorales

Claudio Fermín, en un artículo que ha circulado profusamente por las redes, tiene razón matemática al argumentar que el voto oficialista, con todas las trampas y marramuncias que han podido aplicar en comicios recientes, alcanzó un techo que no pasa de 6 millones. Si hay 19 millones inscritos en el registro electoral, quedarían más de 13 millones de venezolanos para derrotar a Maduro o a quien lo reemplace. Pero tal análisis deja por fuera aspectos centrales que no pueden menospreciarse:

1. Lograr que buena parte de esos 13 millones voten por el candidato democrático implica reducir sustancialmente la abstención con un candidato (unitario) que entusiasme y acordar condiciones para los comicios que inspiren confianza;

2. Al fascismo puede ocurrírsele nuevas trampas para reducir aún más el voto democrático o, simplemente, no reconocer un resultado adverso.

Condicionantes del voto democrático

Hoy se aprecia desconfianza en el liderazgo de la MUD por no haber podido (o sabido) forjar, a partir de las movilizaciones de calle, una participación exitosa en las elecciones a gobernadores y/o por haberse dejado trampear, quizás por excesiva confianza en el triunfo (no se preparó suficientemente la maquinaria de testigos). No veo pertinente en estos momentos entrar a discutir sobre quiénes recaen las mayores responsabilidades de esta frustración. Pero debe señalarse que, de no superarse este distanciamiento con el liderazgo democrático, será difícil una participación electoral exitosa en 2018. Con ello habríamos desperdiciado quizás la mejor oportunidad para derrotar contundentemente a la oligarquía militar civil. Para recuperar esta confianza, inciden varios elementos:

1) Destaca, en primer lugar, lograr condiciones para la realización de elecciones pulcras, que reflejen fielmente la voluntad popular. Las elecciones para gobernadores revelaron las descaradas trampas cometidas por el fascismo: voto asistido, voto múltiple, mudanza de centros electorales donde la oposición es mayoría, violencia contra votantes, intimidación o expulsión –por la fuerza-- de testigos opositores, control del voto a través del “carrusel” con carnés de la patria, cuando no la manipulación abierta del resultado, negando las auditorías de rigor.

2) Las candidaturas con capacidad de galvanizar en torno suyo al electorado opositor en una contienda presidencial han sido inhabilitadas: Leopoldo López, Enrique Capriles, Antonio Ledezma. Ni Ramos Allup ni Borges reúnen las condiciones para una victoria. Si bien siempre hay la posibilidad de un “outsider” que ocupe ese papel, hay poco tiempo para construir una imagen que garantice el triunfo. ¿Lorenzo Mendoza? Posiblemente, pero no creo que esté dispuesto a correr ese riesgo y, ser un empresario exitoso no es, lamentablemente, una credencial reconocida por todos en este país.

3) El fascismo, a través de su fraudulenta anc está empeñado en ilegalizar a los principales partidos de oposición: Voluntad Popular, Primero Justicia y Acción Democrática, alegando su negativa a participar en las elecciones para alcalde.

La naturaleza del poder al que nos oponemos

“Conócete a ti mismo y conoce a tu enemigo y en cien batallas nunca serás derrotado" -Sun Tzu, circa 500 ac. El mayor desacierto del liderazgo opositor ha sido no entender a cabalidad lo que significa el fascismo maduro-chavista. Más allá de sus clichés comunistoides, no tiene proyecto societario alguno. Lo que persigue es la acumulación incesante de poder para cogerse el país. Tal empeño no reconoce freno moral, legal, político ni idiosincrático: carece absolutamente de escrúpulos para proseguir sus fines. Muchos pensábamos --me incluyo-- que Maduro no desconocería tan groseramente el ordenamiento constitucional al seguir adelante con su farsa de anc, ya que representaría un suicidio político.

Pero la oligarquía militar civil necesitaba de un aldabonazo final para reclamar su propiedad definitiva --exclusiva y excluyente-- sobre el país. Tenía que cortar todo vestigio de soberanía popular eliminando de hecho a la Asamblea Nacional. No bastó que el tsj espurio confiscara sus funciones y aprobara las sentencias 155 y 156, por lo que no quedó más remedio que jugárselas completo con la patraña de la anc. Aunque se echó encima la opinión internacional, con todo y sanciones, le quedó un arma --el embeleco “constituyente”— que legitima, a los ojos de su secta de secuaces, la eliminación del último apego a la soberanía popular que interfería con sus designios. Expropiaron al pueblo de todo derecho constitucional y republicano a decidir sobre los destinos de la nación, sin preocuparse por guardar las formas. La oligarquía de enchufados y militares consolidó, así, su “título de propiedad” sobre Venezuela. Y para disfrutarlo y arrostrárnoslo en la cara, obliga a que todo pase por la constituyente fraudulenta: la convocatoria a elecciones, la juramentación de los electos, la aprobación del presupuesto, la libertad de los presos políticos, la inhabilitación de partidos políticos, “leyes” absurdas y pare usted de contar.

Y uno se pregunta: con este fuero absolutista auto-asignado, ¿Se respetará la voluntad de los venezolanos? ¿Podemos esperar elecciones justas? ¿Podrá arrebátesele el poder a las mafias?

Implicaciones

Para poder “cobrar” el apoyo mayoritario y abrirles a los venezolanos salidas a la presente tragedia, el equipo negociador de la MUD tiene que exigir, como condición sine qua nonpara participar en la elección presidencial y, por ende, legitimarla, que sea eliminada la anc y se levanten las inhabilitaciones. No es aceptable ninguna fórmula de convivencia con la farsa constituyente. Reconocer la propiedad de la mafia sobre el país a través de tal patraña invita a que no sean respetadas las condiciones para unos comicios pulcros. ¿Y la correlación de fuerza permite que impongamos tal condición? ¿Es realista este reclamo?

Las principales fortalezas con que cuentan las fuerzas democráticas son:

1) El rechazo del régimen por parte de la gran mayoría de los venezolanos;

2) El apego por el ordenamiento constitucional y su defensa; 

 3) El apoyo de la comunidad internacional democrática.

Insistir en la condición propuesta capitaliza estas fortalezas. Permitir que nos contrabandeen la anc tramposa las debilita. No hay garantía alguna de poder generar la confianza necesaria para que la gente salga masivamente a votar si permanece la anc. Que se respeten las normas legales que rigen el proceso depende de que sea eliminada. El apoyo internacional, hasta ahora (aceptablemente) militante –piénsese en el Grupo de Lima—seguramente se enfriaría si nos transamos por menos.

¿Y qué hacer si el fascismo rechaza entregar su “título de propiedad”? Simple. Gritar a los cuatro vientos que el régimen no quiere comprometerse con unas elecciones pulcras y anunciar que, bajo tales condiciones, no participaremos. Es decir, hay que jugárselas completa, sustrayéndole toda legitimidad a unos comicios diseñados para que Maduro gane. El país y la opinión internacional nos apoyarán si sabemos transmitir con claridad y firmeza esta decisión. Esta negativa a participar puede desatar mayores persecuciones, riesgo que debemos correr para fortalecer las opciones democráticas. Si bien los militares fascistas no tienen escrúpulos para reprimir, intuyo que, en estos momentos, no es para ellos lo más aconsejable, dado el escrutinio a que están sometidos por observadores internacionales. La liberación parcial de presos políticos sería un intento de “suavizar” su mala imagen.

No se trata de una postura inflexible por “principista”. Obviamente, en toda negociación es menester ceder algo. Pero hay que estar claro en qué y en qué no. Con la anc, el fascismo cruzó el Rubicón. Con ello no se puede convivir, porque es enterrar a la República y a la soberanía popular que la sustenta. Se puede acordar la aprobación del presupuesto y de operaciones de crédito público del gobierno, siempre y cuando sea reconocida y respetada en sus atribuciones la Asamblea Nacional; se puede interceder ante gobiernos amigos para que se levanten las sanciones si el régimen termina por liberar todos los presos políticos y acuerda la inspección, in situ, de organizaciones defensoras de derechos humanos; se puede ofrecer garantías de que, en un eventual gobierno de transición, no habrá persecución de chavo-maduristas por razones políticas e, incluso, acordar la participación de personeros oficialistas para asegurar que ello sea así. Pero no se puede entregar el país a una banda de mafiosos que asegurarán su destrucción y, con ello, la esclavización progresiva de los venezolanos.

Negociar desde una posición de fuerza

Negociemos desde una posición de fuerza. Los resultados electorales recientes han producido una alegría de tísico en Maduro y su combo, pero en nada han aliviado la precariedad de su situación. Ya comienzan a estallar protestas y saqueos por la situación de hambre e hiperinflación, PdVSA colapsa y escasea el combustible, no hay cómo mantener las prácticas populistas, las sanciones asfixian los negocios turbios de las mafias, facciones de ésta se pelean entre sí por un botín que decrece. No son señales de fortaleza. No le demos el respiro de un mecanismo fraudulento que confisca al país para su usufructo y compromete toda posibilidad de superar el presente desastre, para bien de los venezolanos.

Por supuesto que el liderazgo opositor tampoco se encuentra en sus mejores momentos. Pero debemos confiar en que, con una conducción certera, firme y consecuente, éste puede elevarse por encima de estas dificultades y conquistar de nuevo la confianza y apoyo que antes tuvo. Falta incluir, en esta argumentación, la necesidad de un proyecto alternativo claro y creíble al de la oligarquía militarista, que movilice a la gente, pero ello tendrá que esperar por otra entrega.

No queda más que transmitir mis deseos para que, unidos, labremos en 2018 esa Venezuela mejor que todos nos merecemos. ¡Si se puede! ¡Que sea de verdad un Feliz Año!
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