domingo, 17 de diciembre de 2017

¿Ganará la oposición la batalla por la democracia?


Nelson Acosta Espinoza.
Después de los resultados de las últimas elecciones municipales la posibilidad del sector democrático de acceder al poder se ha venido estrechando. Esta afirmación puede ser percibida como una exageración que estimula el desaliento político en la población. Desde luego, no es mi intención propiciar este tipo de sentimiento y conducta. Por el contrario, considero necesario afrontar esta realidad como un primer paso para la formulación de una política apropiada que llegue a la mayoría de venezolanos de vocación opositora. Voy a destacar esta última afirmación. Todos los estudios de opinión resaltan que el desencanto con el gobierno es el sentimiento que mayoritariamente anida en el corazón de los venezolanos. Haría falta, entonces, la invocación apropiada que transforme esta emoción en conducta política y electoral. De formularse acertadamente el abstencionismo podría ser reducido al mínimo y, desde luego, estaríamos construyendo una nueva mayoría que reflejaría la situación adversa que afecta a la inmensa mayoría de la población.

¿Cuáles son las condiciones objetivas que sustenta, ahora sí, este optimismo político? Mencionemos las más relevantes. 82% de la población vive actualmente en situación de pobreza en el marco de niveles de inseguridad alimentaria sumamente alarmantes. La hiperinflación puede alcanzar el 1600 por ciento en este año 2017. La producción petrolera ha descendido abruptamente. Expertos la sitúa a niveles de la existente en la década de los años ochenta mientras la población es tres veces más grande. En fin, se ha producido un empobrecimiento generalizado en la población nunca visto en la historia del país.

Desde luego, amigo lector, usted puede señalar que estas condiciones de naturaleza objetiva existen desde hace rato. Perdonen el coloquialismo. Y, sin embargo, la oposición política no ha podido o sabido diseñar la estrategia apropiada para llegar a la población que sufre esta horrenda situación económica cuya responsabilidad recae exclusivamente en el gobierno. Sin la menor duda, una observación de esta naturaleza está plenamente justificada.

Bien, este es el reto que debe afrontar la dirección política opositora. Recuperar la confianza de la población y transformar este sentimiento en conducta electoral. Tarea, es importante resaltarlo, nada fácil pero, no imposible.

Los analistas políticos especializados apuntan a señalar la probabilidad que el gobierno convoque a elecciones presidenciales en el primer trimestre del año 2018. De ser cierta esta última observación coloca a la dirección política democrática en emergencia y pondría a prueba su desprendimiento patriótico para llegar a formular acuerdos electorales unitarios. Única posibilidad, a mi juicio, para poder vencer la maquinaria clientelar que ha organizado el gobierno.

Voy a detenerme en este aspecto. El gobierno ha establecido masivamente un sistema de ayudas clientelares como nunca se había visto en la historia política del país. Los Carnet de la Patria y los CLAPS han sido sus mecanismos de reclutamiento de lealtades electorales. Michael Penfold, en un reciente artículo en Prodavinci apuntaba lo siguiente: “… los efectos de ambos instrumentos son significativos. 71 por ciento de la población dice tener acceso (aunque irregular) a los CLAPS; de ese grupo que recibe las bolsas de comida, 70 por ciento dice ser oficialista y 30 por ciento opositor. 63 por ciento de la población dice también poseer el Carnet de la Patria; de aquellos que poseen el plástico –y se autodefinen como oficialistas, y dicen también haber participado en las elecciones regionales–, el 95 por ciento terminó efectivamente votando por el gobierno”.

No es fácil la tarea que debe afrontar la dirección política de la oposición democrática. Vencer esta estructura clientelar requerirá de un espíritu de desprendimiento y una apreciación acertada del momento histórico que vive la nación. Los resultados de las negociaciones que se llevan a cabo en Santo Domingo darán pista de los futuros escenarios en donde se desenvolverá la dirección política democrática. Ojala, las conclusiones de este encuentro interpreten el sentir político de la gente y se puedan traducir electoralmente en la venidera elección presidencial.

Es compleja la situación que enfrentamos los venezolanos. Sin la menor duda la coyuntura exige un alto nivel de desprendimiento a los actores políticos. Es imperativo, entonces, alcanzar una unidad política y electoral efectiva. De lo contrario correremos el riesgo de perder la batalla por la democracia.

La política, hoy más que nunca, debería ser así.









Outsider, Consenso y Transición



Asdrúbal Romero

¿Debe sorprendernos la forma como la candidatura de Lorenzo Mendoza ha prendido en el sentir de mucha gente? No realmente. El anhelo de cambio en el país es poderoso. Incluso en aquellos que obligadamente tienen que darle su voto al Régimen como consecuencia del sistemático procedimiento de extorsión al que se ven sometidos. Ese anhelo demanda de alguien que lo encarne. Y todo parece indicar que ha comenzado a construirse, espontáneamente, una mayoría que exterioriza la esperanza de Lorenzo como el líder, con el perfil requerido, para conducirnos a través del complejo proceso de transición que nos espera.

Constituye la madre de los desafíos asumir ese rol. Seguramente, les desencantará un tanto el reconocimiento de mi parte que no manejo información alguna sobre su disposición anímica a asumirlo. Como ciudadano buen amante de su patria, resulta plausible pensar que se habrá contagiado con algún grado de interés por la tarea, pero hay muchas otras variables que se nos escapan. De manera tal que no escribo estas líneas para comunicarles una buena noticia para muchos. Pero sí, con la finalidad de extraer algunas lecturas políticas de la proyección que ha adquirido su candidatura.

I-Sobre la tesis del Outsider

La primera y muy obvia lectura es la evidente incorporación al debate político nacional de la tesis del outsider, como una vía alternativa para reactivar esperanzas y la motivación en el electorado a participar. Andrés Velásquez, en su visita a Valencia, reconoció que se estaban dando las condiciones objetivas de cara a considerar la posibilidad de un outsider. También Henrique Capriles, en declaraciones publicadas en El Nacional, expresó: “soy de los que he dicho que el “outsider” es una opción en el proceso electoral de primarias”. Lo cierto es, con prescindencia de como pudiera estar valorando tal posibilidad la élite política opositora, que la todavía difusa visión de un Mendoza lanzado en la carrera hacia la Presidencia le ha abonado profusamente el terreno a la inseminación en el imaginario colectivo de la idea de la necesidad de un outsider. Ahora bien, para que una iniciativa como esta pueda germinar en un proyecto político exitoso se requiere de la satisfacción de ciertas condiciones.

Lo primero es el perfil del prospecto de outsider. Debe ser un personaje ya conocido por los electores. Los especialistas en mercadeo electoral lo agradecerán grandemente. Quien no conozca a Lorenzo Mendoza por su nombre, lo reconocerá inmediatamente al saber que preside el más importante grupo privado de empresas del país. Con el confluyente agregado que la marca Polar, por sí sola, es emblema de una enraizada tradición y de una importante presencia a lo largo y ancho del territorio nacional. Y por si fuera poco, el mismo régimen ha contribuido a promover el conocimiento del “pelucón” –una interesante opción a considerar como apodo de campaña-, como efecto colateral de su sostenida campaña para encender el odio contra los empresarios. Campaña, por cierto, que a la luz de los resultados anti humanitarios de su gestión de gobierno, ya va definitivamente enrumbada al fracaso. De manera tal que en el renglón de conocimiento por parte de la población, Lorenzo Mendoza es un “outsider natural”.

Pero no basta con exceder en este renglón. También debe sumar a su currículum de outsider un rasgo de excelencia que sea pertinente de cara al propósito en cuestión. Mendoza se anota más puntos en eso, al haber consolidado con méritos una imagen de gerente muy exitoso. Muy posiblemente, en este momento político del país, esa sed de liderazgo que colma los cerebros políticos de nuestros sufridos votantes, se satisfaga mejor con un perfil de gerente exitoso que con uno que sobresalga en el campo de la lucha política. Contamos pues con un “outsider natural”. Si, en el papel de abogado del diablo, tuviera algo que señalar: diría que un historial de exitoso desempeño en el campo empresarial no constituye suficiente garantía de éxito en el cumplimiento de las complejísimas funciones como máxima autoridad del Estado. Por supuesto, esta afirmación es materia para un encendido y prolongado debate que no abordaré en estas líneas.

Sobre lo que sí considero vale la pena insistir es el valor que, por sí misma, contiene la idea del outsider en la actual coyuntura política por la que tristemente atravesamos, con independencia de si el presidente del Grupo Polar accede o no a dar el trascendental paso. La idea no debe ser abandonada porque un “outsider natural” –en el muy específico contexto actual- desista. El país cuenta con otros potenciales outsiders. Aunque casi sobre decirlo, a muchos les encantaría ser considerado como tales, pero son muy pocos los que pueden calificar. Además del exigente perfil, condición que ya analizamos en el caso de Lorenzo Mendoza, la idea del outsider debe ser complementada con un proceso de selección del mismo concordante con la trascendencia con la que debe revestirse una candidatura nacional de tales características. Una candidatura outsider no es para que se mida en unas primarias. Con respecto a esto, me atrevo a opinar que Henrique Capriles se equivoca.

II- Unidad Nacional y Consenso

El proceso de deshumanización del país ha avanzado hasta un estadio de tal gravedad que no creo necesario abundar en ello. Tan infausta realidad reclama a gritos de las élites de esta agonizante republica la concertación de un acuerdo nacional. Sí, ya sé que se dice fácil pero que es muy compleja su articulación. Si en algo ha tenido éxito este régimen, como en la historia de la Humanidad muchos otros de férreo perfil totalitario, es en la desarticulación de la élites de la sociedad civil. Pero todavía las tenemos, casi en resiliente estado de hibernación en el ámbito de instituciones también en vías de extinción. Allí están: las diversas iglesias; las academias y universidades; las cámaras empresariales; los gremios profesionales; los golpeados sindicatos; las distintas asociaciones civiles y culturales y, por supuesto, la élite política que no sola la conforma gente de los partidos sino individualidades con comprobada experiencia en el intrincado manejo de un estado republicano. El dantesco escenario del hacia dónde nos dirigimos nos reclama a todos, en modo imperativo, el alinearnos con el Deber Ser de la Política.

Y este no puede ser otro, en tan delicado tránsito de nuestra historia republicana, que la Unidad Nacional a los fines de: la construcción de una propuesta de Transición que reordene el Estado; la definición del perfil deseable del conductor de ese proceso por un lapso específico y en condición de no reelegilibilidad; la constitución de una alianza unitaria para gobernar y la selección mediante un mecanismo conducente al consenso alrededor de ese conductor. Este proceso unitario constituye, por sí mismo, el apalancamiento que le permitirá al “outsider” seleccionado compensar esa carencia de “naturalidad” que en las presentes circunstancias exhibe Lorenzo Mendoza. Es de hacer notar que recurrimos ahora a la apelación de outsider como el producto de ese proceso de concertación y consenso nacional y no en el sentido que connota la interpretación literal del término –de allí las comillas: pudiera resultar que el outsider terminara siendo uno no tan outsider-.

La otra alternativa que se nos presenta en el horizonte político: la de recurrir al tradicional proceso de primarias para elegir a un hombre de partido como el candidato para las elecciones presidenciales adelantadas con las que amenaza el Régimen, constituye una apuesta demasiado riesgosa en el actual contexto. Me cuento entre los que cree que la candidatura de Maduro es derrotable. El Régimen no ha podido avanzar, a la velocidad que quisiera, en el agrandamiento de ese universo de electores controlable a través de su infame estrategia de dominación política por hambre. El potencial de votos alcanzable por el Régimen es pronosticable con muy aceptable precisión, incluso municipio por municipio, sin necesidad de encuestas. Ese potencial es superable con creces si la inmensa mayoría social que se opone al Régimen sale a votar. El fenómeno del 16D, cuando se eligieron los diputados de la actual Asamblea Nacional, puede ser rebasado por mucho, habida cuenta del agravamiento de las condiciones de vida de los pobladores de este aquejado país. Pero, la pertinente interrogante es: ¿saldrá arrolladoramente a votar esa mayoría social que todavía no la puede controlar el Régimen?

¿Saldría a votar por el candidato electo en unas primarias organizadas por unos partidos que atraviesan el peor momento desde el punto de vista de su imagen ante la ciudadanía? ¿No se correría el riesgo de que tales primarias se percibieran como un episodio reiterado de una ya casi eterna lucha de intereses donde no se asoma gesto de desprendimiento alguno? En la valoración de estos imponderables, merodea nuestro cerebro la fulgurante presencia del fenómeno de la abstención por rechazo que ha brillado en las dos más recientes elecciones. No es nada desestimable que unas primarias se conviertan en confrontación de maquinarias y, de ser así, ¿puede un candidato de maquinaria hacer renacer las esperanzas en el voto y por ende la motivación a participar? Me permito dudar.

Se requiere de un camino distinto, como se lo manifestaba en mi intervención a Andrés Velásquez en la AEEC; se requiere de la creación de un clima político en el que se evidencie la colocación en primera prioridad de los más altos intereses de la nación y sus ciudadanos; de una ruta unitaria en la que la gente perciba que los más diversos sectores de la sociedad civil han participado, con notable desprendimiento, para elegir a la mejor opción para la impostergable transición con un mandato bien concreto y delimitado en el tiempo. El quid de la cuestión es conseguir el reverdecimiento de las esperanzas ciudadanas y su compromiso, en primera instancia con su voto, en la construcción de una salida a esta deplorable trampa en la que nos han hundido. Creo que la modalidad del consenso nos garantiza mayores probabilidades de lograrlo. Hablo de un proceso que demanda ingentes esfuerzos y nobles desprendimientos, como la gran palanca para levantar la fe en que todos sí podemos lograrlo. ¡Es muchos más que el outsider¡


Tanto en el camino de las primarias como en el del consenso trabajado, el costo de perder es demasiado alto. Atrevamos a imaginarnos, sólo por un momento, un mandato de seis años más de los DESTRUCTORES. Además de la tragedia en lo económico y social, significaría la consolidación de la DICTADURA; el avance en el control cultural, político y electoral del país por la vía de sus deleznables mecanismos de control social y económico, hasta convertirse el Régimen en IDERROTABLE por la vía democrática; la consecución de su objetivo totalitario nos alejaría casi hasta el infinito la posibilidad de revertir los nefastos cambios que han venido implantando para alterar la mayoría de nuestros rasgos positivos como sociedad y pervertir todo el entramado institucional. No podemos perder. No podemos seguir jugándonos a Rosalinda en la interminable confrontación de intereses subalternos. No puedo concluir sin un mensaje a los partidos. El entusiasmo público alrededor de la figura de un outsider debe convocarles a reflexión sobre el problema de imagen que confrontan. Ojalá esta apreciable merma en su credibilidad sea un bajón de naturaleza coyuntural, porque los necesitamos muy fuertes en la construcción de un mejor futuro. Ahora es el momento de sumarse a un proyecto de unidad nacional e incluso, de ser posible, liderarlo abriéndose a la sociedad civil e integrándose con ella a los fines de ensamblar un escenario de TRANSICIÓN bajo los principios de UNIDAD NACIONAL, CONCERTACIÓN y CONSENSO. Creo que UNIDAD es la otra palabra que debería ir en el título de este texto: UNIDAD de corazones; UNIDAD de capacidades, voluntades y esfuerzos; UNIDAD con desprendimiento por nuestra querida Venezuela que la podemos perder definitivamente.

domingo, 10 de diciembre de 2017

¿Procesa la oposición la situación social y económica que padecen los venezolanos?


Nelson Acosta Espinoza
Bien, amigos lectores, este domingo se celebrarán las elecciones de alcaldes en los 335 municipios del país. Igualmente, se repetirá la elección regional en el estado Zulia tras la polémica destitución de su gobernador electo por no subordinarse ante ANC, optando para el periodo 2017-2021. Es bueno recordar, que los partidos AD, VP y PJ decidieron no participar en estas votaciones municipales.

Por otra parte estos comicios se llevarán a cabo, es importante resaltarlo, en el marco de un proceso de negociación entre la MUD y el gobierno en la Republica Dominicana. La oposición espera alcanzar acuerdos que permitan la liberación de los presos políticos, la apertura de una canal de ayuda humanitaria, garantías para la celebración de elecciones presidenciales democráticas, con observación internacional calificada, con un CNE imparcial y el cese de la persecución política. Por su parte, recientemente el ministro del Poder Popular para la Comunicación, Jorge Rodríguez, señaló que “Venezuela no va a ir a un evento electoral, ni va a firmar ningún acuerdo con la oposición venezolana hasta que se levanten las groseras sanciones que la dirigencia de la derecha solicitó frente al Departamento del Tesoro de Estados Unidos, y frente a las autoridades españolas, canadienses o de otra índole”. Estas demandas vienen acompañadas por la petición de Gobierno acerca del reconocimiento de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) y la creación de una comisión de la verdad para “juzgar las responsabilidad de los líderes opositores en los disturbios suscitados en las protestas entre abril y agosto de este año”.

Es obvio que estas demandas (MUD y Gobierno) son contradictorias y, por lo demás, de difícil cumplimiento. De parte del oficialismo apuntan, más bien, a ganar tiempo de cara a las próximas elecciones municipales. Igualmente, la participación de sectores democráticos en estos comicios debilita las argumentaciones de la MUD en la mesa de negociación en Santo Domingo, refuerzan los del gobierno y no combaten los desencantos que campea en densos sectores de la población votante.

En fin, mientras el gobierno tiene una posición homogénea la oposición se debate entre argumentaciones contradictorias que la debilita y no genera confianza en la masa opositora que, dicho sea de paso, constituye la mayoría del país. No será una sorpresa, entonces, que se produzca una abstención significativa en la elección del domingo próximo.

Al escenario electoral y político es necesario agregar un ingrediente. Me refiero al fenómeno de la hiperinflación. Sus consecuencias son trágicas. La más evidente es el empobrecimiento acelerado de la población cuyas remuneraciones se quedan cada vez más rezagadas con respecto al alza de precios. El costo real de la Canasta Básica para una familia de cinco personas es de 3,9 millones de bolívares (CENDAS). Hoy el salario mínimo integral es de Bs 456.507. En otras palabras, se está configurando una situación social de naturaleza catastrófica que requiere ser encausada políticamente.

La pregunta surge a boca de jarro ¿está la oposición procesando apropiadamente esta dramática situación social y económica? ¿En las municipales los candidatos opositores contextualizaron sus propuestas en el marco de esta tragedia nacional? Soy de la opinión que, salvo contadas excepciones, en el debate electoral municipal no se procesaron apropiadamente los temas que ensombrecen el futuro de la población de nuestras ciudades. Un electoralismo a la antigua prevaleció en las estrategias implementadas por los candidatos opositores. Quizá, ahí radique la dificultad para combatir el sentimiento abstencionista presente en sectores de la población.

En el 2018 se celebrarán diversos procesos electorales: elección de concejales, diputados a los Consejos Legislativos y presidenciales. Al menos así está previsto hasta este momento. Esperemos que en las dos primeras no se repitan los errores de las elecciones municipales. En otras palabras, que estos comicios brinden una oportunidad para cuestionar las políticas del ejecutivo. Y, en relación a la elección presidencial, es vital desestimar la primaria como instrumento de escogencia del candidato presidencial. Ante la posibilidad que se adelanten los comicios es importante buscar un candidato designado por consenso que vaya más allá de los partidos y que sea símbolo del país que quiere cambio más allá de la MUD.

Sin la menor vacilación, en la hora actual es imprescindible exigir al liderazgo opositor que coloque a un lado sus intereses particulares y opte por una figura que exprese el sentir de todos los venezolanos.

Sin lugar a dudas, la política es así.





Criptomoneda, criptopolítica Maduro y su contagiosa opacidad



Héctor E. Schamis*

Maduro anunció la creación del Petro, criptomoneda con la cual espera “avanzar en materia de soberanía monetaria, hacer transacciones financieras y vencer el bloqueo financiero”. El Petro estará respaldado por las reservas de crudo, oro y diamantes, agregó. Con ello se busca eludir las sanciones internacionales y acceder a fuentes de crédito alternativas.

La criptomonedas son monedas virtuales y privadas que funcionan sin intermediación. Las transacciones se realizan directamente entre el comprador y el vendedor, y el valor de la moneda se determina por la oferta y la demanda, sin respaldo ni regulación de autoridad monetaria alguna, es decir, sin Banco Central. Su cotización, entonces, depende de su credibilidad, funcionando como medio de pago e instrumento de inversión al mismo tiempo.

Asombra por cierto la súbita conversión del chavismo al dogma económico liberal. Hayek, por ejemplo, estaría muy a favor de las criptomonedas. En The Denationalization of Money, de 1976, aboga por un mercado de dineros privados basado en la competencia de las diferentes denominaciones. La demanda convergería sobre el dinero de reputación más robusta, continúa el argumento, lo cual redundaría en estabilidad de precios.

Es improbable que la criptomoneda tenga éxito. No obstante, es una buena metáfora. Es por cierto una alegoría de la política, de un régimen que cultiva la opacidad.

Bastante cerca del Bitcoin y similares, Hayek escribió sobre la privatización del dinero como respuesta a la inflación—¡de dos dígitos!—que acosaba a Gran Bretaña en aquellos años. Sin embargo, difícilmente optaría hoy por el Petro. Ocurre que credibilidad y reputación no es precisamente lo que Maduro tiene para ofrecer.

A saber, la inflación no es de dos dígitos sino de cuatro. La base monetaria crece por encima del 1.000% anual. PDVSA se halla en default selectivo, habiendo incumplido el pago de dos cupones de sendos bonos por 183 millones de dólares este último viernes. Toda transacción en Petros equivaldría entonces a prestarle a un gobierno que ya destruyó una moneda y sobreendeudó a un país.

En consecuencia, es improbable que el instrumento financiero en cuestión tenga éxito. No obstante, la criptomoneda es una buena metáfora. Su nombre es por el uso de la criptografía como mecanismo de seguridad de las transacciones, todas ellas digitales. Cripto, a su vez, proviene del vocablo griego “kryptos”, que significa oculto, escondido, secreto. Es por cierto una alegoría de la política, de un régimen que cultiva la opacidad.

Por ejemplo, se observa un retardo de crecimiento en el 33% de la población infantil, un daño de por vida. La mortalidad materna creció 10% entre 2006 y hasta 2016, pero aumentó un fulminante 65% solo en 2016. Además, el 63% de los hospitales públicos no tienen agua potable, el 51% no dispone de camas para las operaciones y el 64% no tiene leche para los niños. Estos datos según Cáritas, institución que declaró la emergencia sanitaria. El gobierno dice que es mentira.

Los enfermos protestan en las calles. No hay drogas para quimioterapia ni equipos para diálisis, por citar dos ejemplos. La alternativa a morir antes de tiempo en el país es ir a hacerlo en el exterior. En Venezuela se desafían los patrones demográficos tradicionales: también emigran los ancianos, no para construir un futuro sino en busca de atención médica. El gobierno sostiene, en contraste, que el país es un modelo de desarrollo social y humano. Practica la criptopolítica social.

Este domingo se vota en elecciones municipales. Es necesario recordar que doce alcaldes electos están fuera de sus cargos, presos, inhabilitados, prófugos o en el exilio. Esos doce alcaldes representan a diez millones de venezolanos. Es una suerte de criptoelección. El gobierno destituye a los alcaldes de forma ilegal y elije sus reemplazantes de manera fraudulenta. Y así despoja de derechos políticos a un tercio del país.

Además, el 80% de los venezolanos vive en la pobreza. La vasta mayoría de ellos no come tres veces al día. El subsidio alimentario oficial, conocido como bolsa CLAP, se distribuye de acuerdo a la preferencia electoral de los distritos. Y por supuesto es obligatorio tramitar el carnet de la patria para ser beneficiario, instrumento de control social. El hambre es política de Estado y estrategia electoral al mismo tiempo.

Todo esto mientras la MUD dialoga con el gobierno en la República Dominicana, o una parodia de ello. Siguen aumentando los presos políticos, y los voceros más importantes del gobierno ya han dicho que no aceptarán ayuda humanitaria internacional y que no habrá elecciones presidenciales si no se levantan las sanciones económicas. Pero la MUD no ha informado a Venezuela y al mundo acerca de qué han dialogado. Se trata de un criptodiálogo, la opacidad puede ser contagiosa.

Pero hay algo más profundo y más trágico que se oculta, en buena parte por miopía, sino irresponsabilidad, de la comunidad internacional. Es esta inexplicable demora en acabar con un régimen que representa una amenaza como nunca hemos vivido en el continente. La desventura venezolana pertenece a todo el hemisferio.

Nótese, en Venezuela no hay Estado. No hay ley, ni frontera, ni política fiscal, ni monopolio de la coerción, ni derecho alguno que la autoridad proteja. La tragedia humanitaria ya pronto se medirá en hambruna y epidemias, en una ola de refugiados de un país con 30 millones de habitantes. Y en Venezuela se ha militarizado la disputa por el recurso, la explotación y el contrabando de la gasolina, virtualmente gratis, y de la minería ilegal.

En otro contexto geográfico estaríamos hablando de “warlords”, de los señores de la guerra que controlan una porción del territorio para acceder a un recurso natural valioso; típicamente, caucho, marfil, diamantes…o petróleo. Esta es la historia, estilizada, de las guerras por el recurso en África. El chavismo ha importado dicha problemática pero en paz. Le alcanza con las múltiples criptoguerras de su régimen criminal.
*El País
10 DIC 2017