Nelson Acosta
Espinoza
“Empate
hegemónico” y “equilibrio catastrófico” pueden ser expresiones apropiadas para
caracterizar la coyuntura política en Venezuela después de la muerte del
presidente Chávez. En otras palabras, ninguno de los grupos que en la
actualidad se disputan el poder en el país ha tenido la capacidad de imponerse en términos
de una clara hegemonía política. Ni el ejecutivo ni el parlamento con sus
respectivos aliados han podido construir alternativas viables para la mayoría de
la población. Como resultado de esta situación,
el equilibrio de poder resultante puede ser caracterizado como inestable,
frágil y susceptible de rompimientos inesperados. Hasta cierto punto, el “poder”
se ha transformado en un espacio vacío. Los distintos grupos
institucionalizados que compiten políticamente no han podido ocupar y
hegemonizar a cabalidad este espacio. Esta consideración da pie para poder caracterizar la situación política del país en
términos de la existencia de un equilibrio frágil y catastrófico.
Vamos a detenernos
y ampliar la consideración anterior. Lo que intento señalar es que las viejas
formas de expresar lo político están agotadas. Esta afirmación es valida tanto
para el oficialismo como para una gran parte de la oposición democrática. El
gobierno ha renunciado a la política. Sus últimas iniciativas apuntan hacia esa
dirección. Potencial ilegalización de los partidos políticos y cancelación de
las elecciones. Por su parte, la expresión política del sector democrático se encuentra
en crisis y con dificultades para generar políticas de masas con
potencialidades hegemónicas.
Ahora bien, una
inquietud surge a boca de jarro. En el marco de una situación como la descrita ¿cuál
sería la estrategia apropiada? Bien, en forma simple, esta interrogante puede
ser respondida apelando a la movilización de “los de abajo" contra “los de
arriba”. Sin lugar a dudas, esta alternativa suena simple. Sin embargo en su sencillez
se encuentra la llave de su éxito histórico.
¿Qué intentamos
decir? Bien la respuesta se encuentra en la necesidad de construir
discursivamente un nuevo sujeto de acción colectiva- la ciudadanía- capaz de
reconfigurar este orden político y social que es percibido como injusto y anti democrático.
En otras palabras, “los de abajo” lo compone la ciudadanía que mayoritariamente
sufre este socialismo y rechaza al gobierno. “Los de arriba” están representados
por la elite que usufructúa en la actualidad el poder político en el país y
sobre la cual se arrojan serias dudas en relación al tema de la corrupción y el
narco trafico
Este es el mejor
momento para aplicar una estrategia de naturaleza transversal que facilite una
sinergia entre la diversidad de actores que luchan por el restablecimiento y profundización
de la democracia. Expresado en otros términos, en la medida en que la mayoría de la población se encuentra
sufriendo los efectos de este socialismo del siglo XXI, existe una oportunidad
para que esta maniobra de sesgo transversal desborde el clivaje
gobierno/oposición que ha operado en los últimos años.
Desde luego, una
opción de esta naturaleza deber ser “narrada” y enmarcada en una o varias expresiones
que sellen la frontera que separa a “los de abajo” con “los de arriba”. El profesor
Asdrúbal Romero ha propuesto la palabra “destructores”. Con esta expresión pretende
identificar a la elite política que ha destruido el país y el futuro de una
gran mayoría de venezolanos. El uso de esta expresión por parte de la oposición
democrática facilitaría la construcción de un framing “propio y
coherente, dentro del cual desarrollar un lenguaje efectivo en su conexión con
los ciudadanos”.
Este es un debate abierto. La oposición
debe indagar sobre la elaboración de una
narrativa que le permita conectarse con la ciudadanía. Lo que está en juego es
la construcción de un nuevo proyecto de país que requiere de la elaboración de
una nueva “gramática” que interpele a la totalidad de la ciudadanía lejos de la
falsa dicotomía gobierno/oposición o izquierda/derecha.
Es necesario construir una
alternativa discursiva que rompa con el actual empate hegemónico y, para ello,
se requerirá del consenso activo de la ciudadanía.
La política es así.
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