Pedro
Villarroel Díaz
La fe en el porvenir, la confianza en la
eficacia del esfuerzo humano,
son el antecedente necesario de toda
acción enérgica
y de todo propósito fecundo
José Antonio Rodó (Ariel)
La
altísima complejidad de la situación política y social del momento requiere de
nuestra atención, con el propósito de observar la naturaleza del régimen como
unidad política y discursiva, así como también las innumerables demandas del
conjunto de la sociedad venezolana.
La
adecuada caracterización de este régimen en lo concerniente a sus déficits
políticos, institucionales y económicos son la condición sine qua non para la
construcción desde la sociedad civil de los elementos de significación hacia una
identidad política, con relato incluido, que promueva la construcción de una
nueva hegemonía con pretensiones de
cambio.
La
sociedad venezolana está atravesando una enorme crisis. La escasez de los alimentos
básicos de la dieta diaria, la inflación, el deterioro salarial de los
trabajadores, la pobreza cada vez mayor, la inseguridad, el desempleo, la
restricción de las libertades civiles, los problemas de salud pública, la
corrupción, el desmoronamiento ético y moral, así como el deterioro del sistema
educativo, son los elementos que constituyen el conjunto de las demandas de los
distintos sectores de la población venezolana.
¿Qué
es lo que hay detrás de cada demanda?
Digamos que detrás de cada una de ellas se establece una relación entre
la necesidad propiamente dicha y el deseo, entendido éste como la aspiración a
alcanzar el ideal de realización humana. Es decir qué, detrás de cada deseo, preexiste
el añoramiento de condiciones que están conectadas en el imaginario de la
gente.
Muchos
autores han analizado la realidad política de sus contextos y países. En
América Latina, particularmente, ha habido estudiosos de la política y de los
elementos que la constituyen como fenómeno psicológico, sociológico,
antropológico, semiológico e histórico.
Es
el caso del filósofo político Ernesto Laclau, quién desarrolló los conceptos de
significante flotante y significante vacío dentro de la lógica del proceso de
articulación de la hegemonía política. Veamos lo que señala al respecto:
Los
significantes flotantes son elementos discursivos privilegiados que fijan
parcialmente el sentido de la cadena significante “…constituidos en el interior
de una intertextualidad que los desborda y cuya principal característica es su
naturaleza ambigua y polisémica…” (Laclau, 2004). Dan cuenta de luchas
políticas y semánticas que buscan hegemonizar un espacio político discursivo. A
manera de ejemplo podemos indicar “hambre”, “desempleo”, “corrupción”,
“inseguridad”.
A
diferencia de ellos, los significantes vacíos son elementos particulares,
palabras o imágenes, términos privilegiados que refieren a la cadena
equivalencial como un todo “…son significantes sin significado que, inscritos
en momentos de cambio político y de construcción de identidad popular, juegan
un importante papel en la configuración de una nueva hegemonía política…” (Laclau,
2005). “Pueblo”, “líderes”, “ciudadanos”, por ejemplo.
La
idea del significante vacío está vinculada a las necesidades, a las demandas y
a los deseos, con el agravante en esta cadena relacional que a diferencia de la
necesidad, el deseo no puede ser satisfecho.
El
aspecto más acuciante en la actualidad para la dirección política de la mayoría
opositora venezolana lo constituye el cómo construir una identidad, un rostro,
un lenguaje y un discurso. Cómo construir cadenas de equivalencias de demandas
insatisfechas que produzcan simultáneamente un orden y una diferenciación. Esta
idea supone entender lo político como un proceso de construcción permanente en
el que nada está definido de antemano.
Pretender
producir un cambio de dirección política con las viejas recetas, llámese
conciliación de élites, llámese grupo de iluminados (foquismo) etc., es
pretender cambiar para que nada cambie. Un eterno ritornelo que vacía lo más
importante del momento como lo es la construcción política para el cambio, es
decir, vaciar la política de lo político.
El
problema radica fundamentalmente en cómo construir en un ambiente de demandas e
insatisfacciones múltiples, una cadena
de equivalencias con el propósito de unificarlas para producir cohesión e
identidad.
¿Cómo
cohesionar en un “nosotros”, una identidad afirmativa en contraposición al
“ellos”? Cuando se logra encadenar, cohesionar, a través de las demandas e
insatisfacciones, se produce una identidad que afirma la idea del “nosotros”.
Cuando definimos ya a ellos como los otros y logramos diferenciarlos de
nosotros, los demandantes e insatisfechos, se crea una situación proclive al
cambio.
En
Venezuela, las condiciones objetivas para un cambio están dadas: desconfianza
en la dirección política del régimen derivada del desatino en las políticas
económicas, incapacidad para resolver problemas relacionados con los servicios
públicos como electricidad y agua potable, deterioro de la educación
venezolana, una creciente y pavorosa crisis económica, desmoronamiento del
sistema de salud, entre otros.
Todo
esto ocasiona en la población un sentimiento de repulsa, de insatisfacción
profunda, de rabia y frustración que no consigue todavía cauce, debido a la
carencia de un liderazgo político que traduzca estos sentimientos en una acción
política contundente para producir las transformaciones necesarias hacia una
Venezuela democrática y libre.
Siendo
esto así ¿Cómo articular la heterogeneidad de demandas en una cadena que las
haga equivalentes a través de un significante que permita ordenar y dirigir la
acción política, con el propósito de producir el cambio en la sociedad
venezolana?
Esto
es algo que a nuestro modo de ver no hemos podido aún construir. Desde el
liderazgo representado por la Mesa de la Unidad Democrática no se ha logrado
establecer las articulaciones que combinen la lucha política, por ejemplo, en
la Asamblea Nacional con la lucha en la calle de los demandantes que exigen al
régimen soluciones a sus problemas. De allí que no sea posible visibilizar
todavía una dirección que con claridad y resolución otee en el horizonte de la
comprensión y realización, el anhelado cambio político en Venezuela.
El
liderazgo político opositor, por lo menos en lo inmediato, no luce articulador
para el cambio. Su discurso paradójicamente habla desde el adentro del régimen,
negando su propia esencia transformadora al dedicarse a elementos subalternos que
desdibujan la verdadera lucha, desentendiéndose así de los únicos elementos que
hacen posible la construcción de una identidad desde el afuera del régimen político
actual, que le niegue a éste su sobrevivencia y permanencia.
Una
hegemonía se construye, insistimos en esto. La oposición venezolana hasta este
momento no ha sido capaz, entre otras razones porque no ha logrado constituir
un territorio discursivo que interprete las conexiones de equivalencia de
demandas de la gente, quedando atrapados entonces en la antinomia producida por
el discurso del poder, que genera angustia, confusión y miedo.
Esta
es la tarea gigantesca que tiene por delante la sociedad civil organizada y su
dirección política. Solo en la acción diaria de los demandantes de la sociedad
civil es posible la construcción de lo político, de su relato y de una
ciudadanía democrática.
La
política es una construcción permanente que requiere de su liderazgo, no
solamente claridad del momento que se vive, sino también saber de las
relaciones que hay entre el poder y las demandas insatisfechas de los
ciudadanos. Se constituye políticamente el poder en una relación entre el
estado y los ciudadanos.
Es
impostergable comenzar a construir un liderazgo colectivo en Venezuela, un liderazgo
democrático, donde a pesar de las diferencias y los distintos puntos de vista podamos
convivir en pos del bien superior que no es otra cosa que un Estado de
libertades, de democracia, de participación y de resolución de los problemas
fundamentales del pueblo venezolano.
Creemos
firmemente que estamos en la fase fundamental de construir política, de hacer
política. La política no debe confundirse con un manual de instrucciones. La
política hay que construirla permanentemente. Y debemos comenzar hablando con
la gente, entrando en contacto con las necesidades reales de la gente de
verdad, no desde un buró.
Ahora
¿Es cuestión de un día, es cuestión de un año? No lo sabemos, es cuestión de
procesos. De visibilizar en el horizonte de comprensión las posibles soluciones
a los problemas del país.
¿Recetas?...
han habido bastantes, en economía por ejemplo, así como en otras áreas. El
problema es construir un relato creíble, posible, confiable, que se sienta, pero
que además genere esperanza. Una esperanza de cambio.
Porque
la esperanza está ligada al deseo y si nosotros no conectamos deseo con
esperanza, no hay posibilidad de cambio en Venezuela.
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