domingo, 3 de septiembre de 2017

¿Tenemos tiempo para relegitimar una dirigencia opositora? ¿Cuándo pelea Rondón?


Asdrúbal Romero M.


Mi anterior publicación, “Danza Infernal”, generó un número de comentarios superior al habitual. Mucha diversidad. Algunos se extrañan de percibirme ahora como un “defensor a ultranza” de la MUD. Otros hablan de lucidez en mi posición. Pero sí existe un punto en común en medio de tan amplio espectro de opiniones y es esto lo que me ha animado a darle una vuelta de tuerca adicional al asunto. La mayoría, con mayor o menor irritación, termina admitiendo que la pelea había que darla también en el frente electoral regional. Resulta obvio que no es el frente que les gusta, no obstante se va internalizando que, ubicados en el punto actual del avance en nuestra lucha por la democracia, no hemos acumulado aún la fuerza suficiente como para determinar el escenario de confrontación.

A los efectos de precisar la caracterización del punto en el que estamos ubicados: es uno de derrota parcial, en el sentido utilizado por Benigno Alarcón Deza, Director del Centro de Estudios Políticos de la UCAB. Lo señala así en su muy interesante artículo “10 lecciones de una derrota” -www.politikaucab.net/2017/08/25/10-lecciones-de-una-derrota/ -, de cuya lectura no debería eximirse nadie interesado en estos temas. Se produjo una derrota, insisto en lo de parcial, cuando el 30J se celebró el acto de elección de la asamblea nacional constituyente (anc) que se inventó el Régimen. El común de los opositores percibía ese evento como algo que había que evitar a toda costa que se diera. Albergaron la esperanza que la MUD se encargaría de lograr ese objetivo, como si fuese una encomienda no explícitamente exteriorizada. Y tal cosa no ocurrió. No sé cuántas personas de ese común se habrán detenido a analizar si en verdad la MUD tenía el potencial para evitar el acto de cristalización de la derrota. ¿Es la única culpable?

Parte de las respuestas a esa pregunta están contenidas en el artículo ya referido. No todas, porque un análisis más exhaustivo de tan compleja interrogante tendría que pasearse por otras: ¿De verdad el pueblo ha salido a luchar por su democracia? ¿Qué porcentaje de ese pueblo, del cual nos encanta hablar en abstracto, nos queda con posibilidades de salir a sumarse a esa lucha? ¿Será que se aplica aquello de “Rondón no ha peleado todavía”? –hace poco un amigo politólogo, Yván Serra, nos traía a colación esa otrora frase popular que el tiempo ha desdibujado, para referirse a nuestra situación política actual-. ¿Saldrá Rondón en algún momento? ¿Le quedarán fuerzas para salir?

Lo cierto es que la celebración de las elecciones y la posterior entrada triunfal de los “nuevos constituyentes” portando los cuadros del rechazado injerto del Bolívar- Chávez, se constituyeron en acontecimientos que generaron un tremendo desinfle emocional de las bases opositoras. Después de eso, siendo justos, no fue que la MUD cambió calle por elecciones regionales, fue que no quedó calle para convocar.

Ahora bien, retornando a esa región de coincidencia de los comentarios que suscitó mi anterior artículo, además de quedarme la sensación de que la gente poco a poco se va a ir convenciendo que, de realizarse las elecciones, concurriría a votar –lo cual debe tener al Régimen desde ya pensando en cómo se sale del paquete electoral-: la acumulación de errores que la MUD ha cometido, balance incuestionable, le ha generado un importante clima adverso de opinión. El disgusto ya no es normal. Uno lo percibe en expresiones como esta: “quizás tú tengas razón, pero es que la MUD….” o similares. A pesar de que la MUD va ganando la pelea por decisión, va arriba en los puntos, -recordando ahora al boxeador Vicente Paul Rondón-, ha tenido rounds donde ha puesto al Régimen al borde del nocaut, su dirigencia más visible ha acumulado un desgaste político significativo.

Ya ni Leopoldo, de ellos el líder con el que más me identifico, se salva de los efectos de esa erosión corrosiva que es consecuencia de los errores y también del hecho que el combate ha durado demasiado. Que sí, que hemos llevado al contrario a la zona donde sólo puede hacer trampas propias de un régimen con perfil delincuencial, de lo cual todo el mundo finalmente se ha enterado, es verdad. Pero el combate ha sido tan rudo, el costo económico y social para el país es tan inconmensurablemente alto, que el cerebro principal de la oposición ya anda muy agotado y afectado. Además de que éste es un cerebro distribuido donde la responsabilidad de los errores se diluye entre varios y eso termina irritando aún más. En virtud de esto, me parecieron absolutamente pertinentes las recomendaciones contenidas en la lección novena del artículo de Alarcón.

“Para superar la situación de no-cooperación, o cooperación insuficiente entre actores y partidos de oposición” –una forma muy elegante y sintética para describir todo lo complicado que está el mundo opositor- recomienda tres medidas correctivas. 1) Constituir una dirección política que dé sentido a la lucha, que se gane el respeto y la legitimidad entre los actores (partidistas o no) que se oponen al Gobierno. 2) Partiendo del reconocimiento que no se cuenta con una estrategia unitaria, conformar una plataforma amplia que incluya a todos los sectores de la oposición bajo el compromiso de estructurar un plan político unitario. 3) La oposición debe escoger, lo antes posible, quién será la cara visible de este proceso. Reconozco que ya ando resumiendo. Quien quiera puede ir a la fuente original de la propuesta, que yo en mi mente, antes de conocerla, sintetizaba de la siguiente manera: Es urgente diseñar y convocar un proceso de relegitimación de la dirigencia política opositora.

Se dice fácil pero no lo es. Nada fácil. Parte del diagnóstico de lo abigarrado y caótico cómo ha evolucionado nuestra estructura política opositora. En todo caso, otra pregunta pertinente: ¿Habrá tiempo para construir una opción opositora más limpia, clara y legitimada? Mi respuesta, en primera aproximación, es negativa. Tiene que ver con lo acelerado del escenario que se nos viene encima. ¿Qué va a ocurrir? Muchos me preguntan como si uno tuviese una bola de cristal. No la tengo, pero sí una visión del escenario más probable que compartiré con mis lectores en mi próximo artículo.


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