Nelson
Acosta Espinoza
Bien, amigos
lectores, finaliza el año 2016. Vale la pena destacar que su inicio estuvo
preñado de un franco optimismo de naturaleza política. La población votó el 6D
mayoritariamente contra el gobierno.
Hizo este ejercicio de esperanza a través de la tarjeta de la unidad
democrática. En otras palabras, otorgó a esta agrupación electoral un voto de
confianza. Desafortunadamente se cierra este año con un signo contrario al que
caracterizó su estreno. Dos fracasos, uno electoral y, otro de naturaleza
política, marcan el fin del 2016.
Primero, la cancelación del referéndum revocatorio y, segundo, el fiasco
de la mesa de negociación política.
Me parece
apropiado reflexionar sobre estos acontecimientos. Es imperativo desentrañar su
lógica interna en orden de ubicar las causas que pudieran dar respuestas a las
interrogantes que se derivan de estos reveses. Cavilar en sentido crítico sobre
estos hechos es una obligación moral y política. El país, a la luz de los
últimos acontecimientos, lleva rumbo
hacia la definitiva instauración de un régimen de naturaleza totalitaria.
La
cancelación de RR y la suspensión de la mesa de negociación constituyen signos
inequívocos que telegrafían la posibilidad de un cierre definitivo de salidas políticas a la actual crisis.
Parece
apropiado, entonces, formular un conjunto de interrogantes. ¿Ante esta
posibilidad cual ha de ser la conducta de la oposición? ¿Debe este sector
revisar las claves a través de las cuales analiza la coyuntura política? En
otras palabras, ¿su narrativa es la apropiada para este momento político? ¿Será
sensato, asentar el peso de su estrategia en las venideras elecciones de
gobernaciones? ¿Es electoral la salida a la actual crisis política?
Es indudable
que son múltiples las variables que inciden sobre los temas implícitos en estas
preguntas. Sin embargo, hay un aspecto de fondo que vale la pena considerar. Me
refiero a la narrativa a través de la cual sectores de la oposición interpretan
la problemática política del país. Tengo la impresión que estos actores asumen el presente con las claves discursivas
del pasado y, en consecuencia, su percepción estratégica es errónea.
En otras
palabras, su conducta se encuentra orientada dentro de los viejos
parámetros que caracterizaron la gestión política en el periodo democrático.
Hábitos difíciles de erradicar y que conforma la marca de identidad de una
manera obsoleta de asumir la conducción de los asuntos públicos. Un ejemplo de
esta práctica fue el frenazo que se le dio al movimiento ascendente de protesta
popular a cambio de unas “negociaciones” que no condujeron a nada concreto y
positivo.
Parece
adecuado, entonces, iniciar una interpretación sobre qué es lo que se está
agotando en la vida pública del país. Y, a partir de esa constatación, iniciar
el diseño estratégico para el futuro.
La muerte de
Juan Vicente Gómez el 17 de Diciembre de 1935, por ejemplo, dio inicio al siglo
XX venezolano y a la insurgencia de nuevos actores y narrativas políticas. Un
grupo de jóvenes (generación del año 28) interpretaron su realidad lejos de las
claves de la Venezuela de los caudillos. Tuvieron éxito porque rompieron con
los hábitos políticos del pasado. No cayeron en la tentación restauradora. Sin
embargo, hubo intentos de signo caudillista: la expedición armada del “Falke”,
ocurrida en Cumana el 11 de agosto de 1929. Ensayo que se llevó a cabo en términos
de los viejos hábitos restauradores.
Bien
pudiéramos hipostasiar, por ejemplo, que
la reciente “muerte” del billete de cien bolívares constituye el símbolo del
fin de una época histórica. Sin ánimo de exagerar se están abriendo las
compuertas de la historia. Se requiere, entonces, de nuevos actores y discursos
que interpreten el momento actual y comiencen a diseñar un futuro que marque
distancia con el pasado de la IV y V república y sorteen con éxito la tentación
restauradora.
Los fracasos
recientes muestran que las viejas prácticas de la IV república no son útiles en
la actualidad.
El año que
viene se encuentra preñado de incertidumbre e interrogantes. Esperemos que la
oposición democrática las asuma dentro de una nueva visión que permita
desbrozar el camino hacia un nuevo arreglo político, económico y cultural.
Sin duda, la
política es así.
Felices
pascuas y mis mejores deseos para el año 2017.
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