Nelson
Acosta Espinoza
Contra todo
pronóstico Donald Trump fue electo presidente de Estados Unidos. Resultado que ha
sorprendido a un gran número de analistas y consultores electorales. Vale la
pena, entonces, intentar reflexionar sobre algunas de las variables que ayudan
a explicar este sorpresivo triunfo. Y, desde luego, intentar sacar algunas
conclusiones que arrojen luz sobre la coyuntura política y claves que puedan orientar el accionar
político de los demócratas de este país.
En principio
debemos señalar que ambos candidatos (Trump y Clinton) eran percibidos, en las
encuestas a pie de urna, como “ni honestos ni confiables”. En un cierto sentido,
esta apreciación es coherente con una cierta desconfianza hacia el
establishment político que se ha venido expresando a escala global. Por ahora sus manifestaciones
han sido de naturaleza electoral. Por ejemplo, el Brexit, el referéndum colombiano y en algunos
resultados electorales en países europeos.
Por otro lado,
esta elección presidencial reveló la existencia de una fractura social que no
había sido atendida por los relatos políticos convencionales que posan su
atención en sexo, raza, nivel de estudios, etc. Las elites políticas del partido demócrata, por ejemplo, no
procesaron las demandas de insatisfacción presentes en las poblaciones rurales
y los distritos obreros desindustrializados (white working class). Esta
circunstancia fue aprovechada por Donald Trump y explica sus excelentes
resultados electorales en ciudades industriales devastadas por la crisis como
Detroit o Pittsburgh en “las que a más de un tercio de los votantes les cuesta
ya creer en el optimismo globalizador de los demócratas”. Esta pérdida de
confianza en las elites demócratas dio pie al surgimiento de un relato político
que hizo hincapié en particularismos nacionalistas y xenófobos.
Otro de los
aspectos a ser resaltado y que cuenta para explicar el éxito del candidato
republicano es el uso del lenguaje. Trump llevó a cabo una estrategia donde colocaba más atención en la recepción que en
la emisión de sus discursos políticos. De ahí el alto contenido emocional (valores, sentimientos, emociones…) de sus apariciones públicas que contrastaba
con el tono desapasionado de su contendedora.
Es importante
resaltar este aspecto y su implicación en la cultura política que prevalece en
la oposición venezolana. Un significativo número de investigaciones han
resaltado la importancia del lenguaje y las emociones en el marco de la
comunicación política. A pesar de esta evidencia, un cierto elitismo ilustrado ha
inspirado la visión política que
predomina en amplios sectores democráticos en el país. Este racionalismo cuenta
para explicar la perplejidad de estos sectores: “como siendo mejores y teniendo
propuestas más apropiadas, los electores no se rendían a su oferta con el voto
masivo”.
La respuesta a
esta dificultad la podemos encontrar en una militancia y aproximación
racionalista hacia la política. Existe un liderazgo democrático que gestiona su
activismo político en el marco de una visión “desapasionada de la mente” y, en
consecuencia, le dan un mayor peso a los esquemas programáticos y a las ofertas
electorales. En otras palabras, prestan
más atención a la propuesta programática que a la posibilidad que la misma sea
recibida.
Me parece útil hacer
referencia de un conjunto de investigadores (Frank Luntz, Drew Westen, George
Lakoff, entre otros) que resaltan la importancia en la comunicación política del
uso emocional del lenguaje y los marcos conceptuales. Su común mensaje pudiera
resumirse así: la percepción final del elector respecto al discurso político es
tan importante o, quizás más importante, que el contenido de las propuestas.
En cierto sentido,
el éxito de Donald Trump obedeció a que entendió
y aplicó el contenido de esta premisa básica de la comunicación política a la
contienda electoral.
En otras palabras,
poner el acento en la recepción y no en la emisión discursiva implica una
aproximación a la práctica política desde de nuevas lógicas que acarrea nuevos desafíos.
Esperemos que la dirección política de la oposición actué a tono con esta
máxima e inicie el despliegue de una estrategia acorde con las circunstancias
que se están generando en la actualidad.
Sin dudas, la
política es así.
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