Nelson
Acosta Espinoza
Cerrar un ciclo histórico.
Podría decirse que aún esta tarea se encuentra pendiente. En un cierto sentido nuestras
elites políticas, económicas y sociales no han cumplido a cabalidad con este imperativo.
Afirmación dura. Parece conveniente, entonces, preguntarse ¿qué se quiere
subrayar con esta expresión? O, en otras palabras ¿a qué periodo de nuestra
historia me estoy refiriendo?
Para dar
respuestas a estas interrogantes me voy a permitir hacer un ejercicio de
memoria. A finales de la década de los ochenta el modelo político y económico democrático
mostraba signos evidentes de agotamiento. En otras palabras, el petro estado había entrado en crisis. La
sociedad, en su conjunto, experimentó una sensación anómica que demandaba cambios
sustanciales en el ordenamiento económico, político y social vigentes.
Esa demanda fue
asumida por un conjunto de venezolanos e interpretada como la imperiosa
necesidad de producir cambios sustanciales en la manera de conducir los asuntos
públicos. Se creó así la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado
(COPRE). En su inicio fue encabezada por el Dr. Ramón J. Velásquez y el Dr.
Carlos Blanco asumió la Secretaria Ejecutiva.
Este organismo convoco a un grupo eminente de
venezolanos que se abocaron al diseño de un nuevo proyecto de país a partir del
agotamiento del que estuvo vigente en Venezuela a lo largo del siglo XX. Sin
lugar a dudas, esta iniciativa representó el programa más completo que haya
conocido el país después de la instauración del régimen democrático.
Desafortunadamente la clase política de la época no lo interpretó así. No
entendieron la urgencia de transformar el estado y de abrir oportunidades de
cambio esencial en la sociedad de esa época. Esta incomprensión abrió camino al
modelo autoritario que actualmente se encuentra vigente. Es conveniente
subrayar que en la actualidad este proyecto muestra signos irreversibles de agotamiento.
En este sentido,
estamos de nuevo ante la oportunidad dar
cumplimiento a la tarea que no se pudo completar a finales de la década de los
ochenta. De ahí, la expresión con la que iniciamos este breve escrito: cerrar
este ciclo histórico. En otras palabras, las tesis de la reforma del estado
(desde luego actualizadas a las actuales circunstancias) constituyen el punto
de partida para la formulación de un proyecto de país y dotar de un nuevo
significado al proyecto democrático.
Parece apropiado
formular las siguientes interrogantes ¿tiene el sector democrático un proyecto estratégico
de largo aliento? ¿Su narrativa contiene los lineamientos para democratizar, descentralizar
y federalizar las instancias de poder en el país? ¿Da cuenta de las autonomías
culturales e históricas presentes en las distintas regiones del país? ¿Han federalizado su relato político?
Observo con preocupación
una dedicación, casi exclusiva, al tema electoral. Desde luego que éste es un
aspecto crucial desde el punto de vista táctico.
Sin embargo, el mismo debería estar subordinado a una visión de naturaleza estratégica.
Y, ese horizonte, no debe ser otro que el señalado en los anteriores párrafos.
Elaborar o poner
al día la narrativa descentralizadora y federalista es una tarea imprescindible.
Es el mejor remedio para curar la enfermedad restauradora y el electoralismo
per se. Evitar el síndrome de las puertas giratorias. Vale decir, transitar en círculos
sin una visión de naturaleza trascendental.
La oposición
democrática tiene ante sí una oportunidad de naturaleza histórica: desplazar el
chavismo y abrir caminos para la construcción de un país a lo largo de nuevas líneas
de ordenamiento económico, político y cultural.
Cultivar la idea
federal tiene profundas raigambre en la historia del país. Recordemos que la
Republica debe al Cabildo su primer acto de soberanía y de independencia en
nuestra historia. Los sucesos
del 19 de Abril de 1810 y otros posteriores, dieron nacimiento a una República
opuesta a cualquier forma de opresión, fundada en la soberanía del pueblo, en
la autonomía de las provincias sin más límites que la razón y la ley justa en
la sociedad.
Rescatar este legado es tarea de primerísima
importancia y proporciona base para este nuevo relato de naturaleza
federalista.
Sin dudas, la política ahora es así.
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