Nelson Acosta Espinoza
¿Es posible diseñar un futuro alternativo a la
tortuosa realidad del presente que
vivimos? Amigos lectores, responder esta interrogante es vital. Su
trascendencia se deriva del marco político, económico y social que enfrentan
los ciudadanos de este país. En un cierto sentido, la población comienza a percibir el presente
como irremediable. Son cortas, por así decirlo, las zancadas que pudieran empujar hacia un
futuro distinto que oblitere las actuales penurias. Los actores a cargo de tan
delicada misión se encuentran sumidos en una pasividad intelectual y práctica.
De ahí la modestia de sus iniciativas. Por otro lado las instituciones, por
ejemplo las universidades, están neutralizadas organizativamente. No pueden
asumir a cabalidad su misión tradicional de ser “las casas que vencen las
sombras”.
Disculpen esta dosis de pesimismo. En realidad, en mi persona como en el resto de los
venezolanos, reinaba un optimismo esperanzador al inicio del año 2016.
Percibíamos signos de cambio. El triunfo electoral en las elecciones
parlamentarias alentaba este sentimiento. Sin embargo, la ofensiva
gubernamental (suspensión del referéndum revocatorio, ruptura de la mesa de
negociación, entre otras circunstancias) logró neutralizar las pulsiones de cambio
que anidaban en la mayoría de la población. Los estudios de opinión revelan que
un cierto escepticismo y pasividad caracterizan la conducta actual de la ciudadanía.
Parece importante, después de esta descripción,
intentar hacer una caracterización del momento actual. Punto de partida para el
esbozo de una estrategia que apunte hacia el diseño de un futuro posible. ¿Cómo
definir, entonces, esta coyuntura? El
dilema que se enfrenta pudiera ser sintetizado en estas dos opciones: ¿continuidad
o ruptura con lo existente? Esta suerte de indeterminación ha sido conceptualizada con la palabra interregno.
Antonio Gramsci, intelectual y político italiano, con
este vocablo caracterizaba una situación histórica donde lo viejo está muriendo
y lo nuevo no termina de nacer. Intentaba describir “situaciones
extraordinarias en las que el marco legal existente del orden social pierde
fuerza y ya no puede mantenerse, mientras que un marco nuevo, a la medida de
las nuevas condiciones que hicieron inútil el marco anterior, está aún en una
etapa de creación, no se lo terminó de estructurar o no tiene la fuerza
suficiente para que se lo instale”.
El párrafo anterior, a mi juicio, describe a plenitud
la situación actual del país. Los venezolanos nos encontramos ubicados en un
escenario político donde se encuentran en pugna la opción de continuidad y de
transformación. La primera, estimulada con fuerza por el aparato institucional
del gobierno, luce segura bajo una aparente solidez. La segunda, hasta el
momento no ha podido expresarse con firmeza y, en consecuencia, carece del
consentimiento activo de la ciudadanía. Cuidado. No se mal interprete esta última
afirmación. La población, de acuerdo a diversos estudios de opinión, mayoritariamente
rechaza las políticas del gobierno y a sus personeros. Sin embargo, esta
actitud no es traducible en su totalidad hacia las agrupaciones políticas que
conforman el universo opositor.
Este desbalance lo
podemos describir con el término interregno. En otras palabras, las opciones políticas (IV y V república) y
sus respectivos relatos están agonizando. Sin embargo, los demócratas no han
podido, aún, elaborar una narrativa distinta a las que prevalecieron en el
pasado y que proporcione direccionalidad política al hastió y desencanto
presente en la ciudadanía.
Los actos de calle el pasado 23 de enero, a mi juicio,
demostraron la ausencia de una vanguardia política con una clara visión de la
actualidad y de alternativas de cara al futuro. Carecía de una narrativa, de una consigna que denunciara el presente y
anunciara el porvenir. Sin estos dos ingredientes el significado político de la
calle se pierde.
En fin, en estos momentos el país demanda un liderazgo
que este a la altura de las actuales circunstancias. Lo electoral es
importante, pero debería subordinarse a la apuesta fundamental y, esta no es
otra, que derrotar política y electoralmente al gobierno. En ese orden. Para
ello sería necesaria la elaboración de una propuesta y su traducción en un relato
que llegue y entusiasme a la ciudadanía.
No hay alternativa, la política es así.
1 comentario:
"Los actos de calle el pasado 23 de enero, a mi juicio, demostraron la ausencia de una vanguardia política con una clara visión de la actualidad y de alternativas de cara al futuro. ...."
Esto es cierto, pero no es la única causa de la debilidad de los actos de calle...."Los rusos tambien juegan"...jajaja
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