"El
teniente coronel tenía razón cuando, el primer 23 de Enero de su mandato, dijo
que no había nada que celebrar: para una mentalidad militarista nada más
aborrecible que conmemorar el derrocamiento de un gobierno militar y, peor aún,
para sustituirlo por gobernantes civiles durante casi medio siglo...". Manuel
Caballero
Manuel Barreto Hernaiz
Han transcurrido 59 años desde ese momento en el
cual Venezuela se sacó de encima un régimen opresivo y tirano.
Una vez más recordamos que ese triunfo de la libertad
fue posible gracias a la unidad de los partidos políticos, sindicatos, gremios
empresariales, estudiantes, periodistas, Fuerzas Armadas y el noble pueblo
venezolano, sin embargo, y más allá del tantas veces recordado
"Espíritu del 23 de Enero", se hace inaplazable replantearnos el
pensamiento y la acción política acordes con el tiempo que vivimos.
En ese momento el país, como un todo, demostró
que la UNIDAD era posible. En aquel entonces el enorme reto de unir a un grupo
de partidos con fricciones e ideas diversas se logró porque no se planteó la
unidad como un eslogan para ir a un proceso electoral, sino para hacerle frente
a una dictadura y recuperar la democracia. En aquel momento el esfuerzo
concatenado se centró en un acuerdo con un solo objetivo: cada quien debería
hacer lo suyo para lograr el cambio lo más pronto posible.
A cincuenta y nueve años de aquella democrática gesta
tenemos de vuelta al gorilismo hecho gobierno, pero con una enorme diferencia:
aquel régimen si entendía en qué consistía la seguridad alimentaria y no había
ni hambre, ni inflación ni escasez. Éste tan sólo implementa las tácticas de la
Seguridad Nacional aderezadas con chispazos del G-2.
Que si bien aún faltan semanas para carnaval,
por más que se disfracen de demócratas lo dictatorial les brota sin recato y
sin pudor, pues abolieron las elecciones, suspendiendo los derechos políticos
de los venezolanos; desconocen a la Asamblea Nacional, electa por 14 millones
de venezolanos, y colocan a un servil y aquiescente Tribunal Supremo de
Justicia a usurpar prácticamente todas las funciones legislativas.
El espíritu que debe prevalecer este 23 de enero
es el de la firme convicción de retomar cuanto sea necesario, además de
nuestras gorras y desvencijados zapatos marchistas, para que la calle no se
calle; para dejar atrás tanta desesperanza y frustración social.
El espíritu de este 23 de enero debe
hablar con claridad a la desmotivada y confundida ciudadanía que está ávida de
señales trasparentes que le permitan actuar comprometidamente en pos de
una transición y no de una transacción política. El espíritu de este 23 de
enero debe traernos ideas más frescas y no tan complejas, pues quedó más que en
evidencia, que la unidad a medias no sirve para mayor cosa. Que se regionalice
la lucha, que no se desgaste el esfuerzo en mover la pesada estructura de la
MUD hacia un solo frente, sino en cada calle, en cada parroquia, en cada
municipio.
Si ya estamos claros que no resulta nada
fácil luchar contra un sistema amoral, ruin y dictatorial, si ya se ha
explicado al detalle que no tenía sentido aceptar un diálogo en los términos
que planteaba el régimen, pues se podía prever que la MUD no lograría
salir bien parada de tales escarceos dialogales y algo muy lamentable, que al
sentarse se fracturaría el momentum político y la dinámica de acciones de
responsables y sentidas protestas desarrolladas hasta ese momento se verían
torpemente enfriadas.
El espíritu de este 23 de enero no se trata tan
solo de estrategias y tácticas de carácter coyuntural, sino del
compromiso ante decisiones fundamentales: adhesión a la verdad, búsqueda de la
justicia, y sensatez en el accionar, pues la angustia y la incertidumbre no nos
pueden conducir a más desaciertos, ya que la rabia y la frustración
pueden ser el impulso que active los cambios tan ansiados, pero no es lo más
propicio para lo permanente. El espíritu de este 23 de enero debe
amalgamar sólida y correctamente ese imperativo deseo de más del 80% de los
venezolanos, que claman, anhelan y aspiran un porvenir más digno y más justo.
El espíritu de este 23 de enero le recuerda a las
Fuerzas Armadas el cumplimiento constitucional; el deber de garantizar el
Estado de Derecho; de defender la soberanía y proteger a la ciudadanía, tal
como aconteció en aquel 23 de enero.
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