Nelson
Acosta Espinoza
La situación política en el país se descompone a una velocidad
inusitada. La tensión y conflicto entre los poderes constituidos tiende
agravarse. Hoy en día es factible señalar que de hecho la Asamblea
Nacional, en términos prácticos, se encuentra disuelta. Los últimos sucesos
policiales parecen indicar que esta desinstitucionalización viene acompañada de
una arremetida de naturaleza represiva.
Por otro
lado, la ciudadanía se encuentra desmotivada y frustrada. En otras palabras,
desmovilizada. La anulación del referéndum revocatorio y los errores tácticos
cometidos por la dirección política de la MUD han provocado este estado de
ánimo. En síntesis, a falta de dirección y de una adecuada motivación política
la población se encuentra ocupada en sobrevivir. El sentimiento de rebelión,
desde luego, existe. En estado latente,
adormecido. A la espera que una vanguardia política lo despierte con la
consigna y estrategia adecuada.
Me parece
apropiado referirme, brevemente, a la dinámica de acontecimientos que llevaron
a la perdida de funcionalidad política de la Asamblea Nacional. Considero que
una debilidad en la conducta de esta institución se expresó en la concentración
de su actividad en el plano estrictamente jurídico. Y fue en ese ámbito,
precisamente, donde el ejecutivo concentró su ofensiva: designó
inconstitucionalmente magistrados del Tribunal Supremo; suspendió a los
diputados de Amazonas, anulando en la práctica la mayoría de las dos terceras
partes de la Asamblea y, finalmente, la AN cometió “desacato” al funcionar con
los diputados de Amazonas. La consecuencia, no esperada, fue que la Asamblea
Nacional en la práctica ha quedado disuelta. Desde luego sigue marchando pero
carece del poder para ejercer sus funciones.
El
escenario político actual pudiera sintetizarse de la manera siguiente. La
principal trinchera institucional (la AN) se encuentra anulada; las
gobernaciones y alcaldías en manos de la oposición están sumidas en una
pasividad o carencia de motivaciones para impulsar políticas de calle; en lo
“electoral” se ubican las esperanzas políticas de los tres grandes partidos;
represión selectiva contra algunos actores políticos de la oposición (VP);
profundización de la tendencia autoritaria del régimen y desencanto en la mayoría de la población.
Estos rasgos, descritos apresuradamente, caracterizan la coyuntura política y
social del país. Desde luego, hay que añadir que los mismos se dan en el marco
de una crisis económica de naturaleza catastrófica.
Tengo la
impresión que estamos viviendo una situación que pudiera ser caracterizada como
anómica. Vale decir, existe una disfuncionalidad entre las metas
culturalmente definidas y los canales sociales legítimos para alcanzarlas. Esta
situación de anomia es evidente en la Venezuela actual. Ejemplos: por un lado
la percepción, cada vez más evidente, que los canales institucionalizados para
lograr objetivos legítimamente definidos
se hayan bloqueados. Y, como consecuencia, la creciente criminalidad y
la corrupción generalizada presente en las instituciones públicas.
En el
plano político esta anomalía se observa con mayor claridad. Metas políticas y
canales para acceder a ellas se encuentran, por así decirlo, obstruidos. Atasco
de naturaleza estructural. En otras palabras, estamos en presencia de un
atolladero histórico. Su resolución,
entonces, pasa por la definición de
nuevas metas e instrumentación de reglas distintas para alcanzar las mismas.
Existen
diversas respuestas ante estas dificultades: ritualismo, conformidad y
rebelión, entre otras. Las dos primeras deben ser combatidas por ser
inapropiadas en el ámbito de un contexto de naturaleza política. La tercera, a
mi juicio, es la adecuada en el marco de las actuales circunstancias.
Expresado
en otros términos, para salir de esta situación conflictiva va ser necesario
desarrollar un nuevo “sistema de metas y medios aceptables”.
Esta ha de
ser la tarea que en el plano político debería ser inmediatamente asumida por
los sectores democráticos.
Rebelarse,
en otras palabras, es la conducta apropiada para las actuales circunstancias.
La
política debería ser así.
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