Nelson Acosta
Espinoza
El próximo lunes
se arriba a un nuevo aniversario del derrocamiento del General Marcos Pérez
Jiménez. En efecto, en la madrugada del
23 de enero de 1958 el dictador decide abandonar el país y toma rumbo hacia la
República Dominicana. Previamente habían ocurrido un conjunto de
acontecimientos – convocatoria de un plebiscito para decidir si continuaba en
el poder; intento de rebelión militar el 1 de enero; nacimiento de la Junta
Patriótica encabezada por Fabricio Ojeda; convocatoria de huelga general;
pronunciamiento de la iglesia católica- que precedieron y proporcionaron legitimidad a la rebelión cívico-militar que
dio al traste con el régimen perejimenista.
El 31 de octubre
del mismo año, las principales fuerzas políticas suscriben el denominado Pacto
de Punto Fijo. En este acuerdo se establecía el compromiso de civilizar las
relaciones partidistas, la defensa de la constitucionalidad y el derecho a
gobernar de acuerdo con el resultado electoral; gobierno de unidad nacional, no
hegemonía partidista y presentación de un programa mínimo común. Lo suscriben Rómulo
Betancourt, Raúl Leoni, Gonzalo Barrios de AD; Jóvito Villalba, Ignacio Luis Arcaya, y Manuel López
Rivas, de URD; y Rafael Caldera, Pedro del Corral y Lorenzo Fernández por COPEI.
Este acuerdo
puede ser descrito como una suerte de
reforma pactada entre los principales actores políticos del momento. Con este
arreglo se intentaba enmendar los errores que se cometieron en el llamado
trienio adeco: radicalismo, sectarismo y persecución a otras fuerzas políticas
adversas al régimen. Se proporcionaba así sustentación a la restauración del
modo de vida democrático.
En la
actualidad, respetando las distancias, el país se encuentra frente a una
realidad que comparte rasgos comunes con este pasado. Por un lado, tenemos un
gobierno renuente a celebrar elecciones y, por el otro, un bloque de fuerzas
que presiona para la realización de la consulta electoral. Este conflicto
ocurre en el marco de una situación económica
desastrosa que ha ocasionado el empobrecimiento general de la población
del país.
En este contexto
y de cara al futuro parece apropiado formular la siguiente interrogante: ¿ruptura
o reforma del actual régimen político? Los líderes del 1958, por ejemplo y a
diferencia de la izquierda de la época, apostaron por la restauración pactada
de la democracia de partidos. Acuerdo que, sin lugar a dudas, proporcionó estabilidad política hasta
finales de la década de los setenta del siglo pasado.
Ahora bien, en
el marco de la actual crisis política, es válido formular la siguiente
interrogante ¿se aplicará en el futuro inmediato una versión renovada del pacto
de punto fijo? En otros términos, la Venezuela post chavista se debatirá entre
la reforma del chavismo, cambiando su forma pero no su fondo o, por el contrario, la ruptura con este estilo de política,
implicaría un cambio de la forma para transformar su contenido.
De transitar la
segunda opción el país se encaminaría hacia un nuevo pacto institucional que
tendría como finalidad superar el agotamiento de la IV y V República. Ello
implicaría abrirse hacia nuevas opciones de organización social, cultural,
política y económica para el país. Iniciativas que deberían ser “relatadas”
mediante una nueva narrativa que se diferencie sustantivamente con las que hegemonizaron el espacio público a lo largo del siglo pasado.
Este aspecto de
la realidad política es vital. Hay que estar atento a no sucumbir ante las
viejas rutinas. Ellas están bien asentadas en la cultura política que ha
prevalecido en el país. Se pretende, a veces, combatir al régimen con las herramientas
del pasado. Se cuestiona la forma y se olvida el contenido sustantivo de sus prácticas
políticas. Hay actores que apuestan por una reforma pactada con el régimen.
En fin, en este
nuevo aniversario del 23 de enero hay que ser optimista. Tengo confianza que
existen suficientes reservas políticas y culturales en el país para neutralizar
a los restauradores y poder abrirse hacia una ruptura que deje atrás las formas
de organización social, política y cultural del pasado.
1 comentario:
Ya seguir denunciando al presente régimen por su incumplimiento de la Constitución; y que ha llevado a la sociedad venezolana a su crisis general mas profunda en toda su historia, resulta insuficiente.
Hay que mirar el futuro.
Muchos de los que están al frente de la oposición consideran que el socialismo democrático puede ser la vía para recuperar el país.
Es evidente que el socialismo democrático desde el punto de vista político funciona; así de demostró en los 40 años (1958-1998).
Pero no nos convirtió en un país desarrollado.
De allí la llegada de Chávez al poder.
El problema es un desarrollo económico liberando las fuerzas del mercado, y la libertad individual de emprendimiento.
No podemos volver a ensayar el socialismo democrático que no logró sacarnos del tercer mundo.
Solo una economía de mercado nos pondrá en el camino hacia el primer mundo.
China lo hizo. Se dio cuenta que el capitalismo es el único sistema de crecimiento sostenido y exponencial.
Miedo da que el pais, en el futuro, caiga en manos de socialistas democráticos que todavía creen que el marxismo es una ciencia del gobierno.
Algunos de los aquí escriben sienten que su pasado socialista o comunista es una presea para mostrar y no una equivocación que llevó a generaciones a tomar una vía que los llevó a desperdiciar su vida.
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