lunes, 8 de diciembre de 2014

Nomenklatura vs la gente



Nelson Acosta Espinoza

Amigos lectores, hay coincidencia entre los diversos grupos que conforman el espectro político del país sobre la gravedad del escenario político y económico que estamos confrontando. Existen, desde luego, diversas lecturas y aproximaciones que intentan dar cuenta de esta situación. Cada una de ellas responde a las visiones e intereses que se encuentran en juego. Tener una acertada comprensión de la realidad, en consecuencia, es vital para poder diseñar una estrategia de cambio.

Un ángulo de aproximación, por ejemplo, sería indagar sobre las contradicciones que presenta la vida pública del país. Conocerlas sería un buen punto de partida para iniciar la formulación de una política para poder superarlas. Estas tensiones son de diversas naturalezas y despliegan su lógica en disímiles ámbitos. Ello hace que, a veces, se dificulte su acertada comprensión. 

Una confusión reiterada es dar importancia estratégica a aspectos secundarios. En desmedro de otros de mayor peso e importancia. Un ejemplo, que puede ilustrar esta aseveración, son aquellas posturas de índole estrictamente electoralistas. Se asume el acto comicial desde una perspectiva "mágica"; se supone que los comicios por si mismos constituirían un acto de rebeldía política. La dimensión principal, vale decir, concitar un consenso entre la gente para desplazar a la actual nomenklatura política queda rezagada ante esas urgencias electoralistas. 

Me voy a alejar momentáneamente del hilo conductor de este escrito. La finalidad es explicar el sentido de la palabra nomenklatura. A ver: este término define a una élite formada exclusivamente por los miembros del partido en el poder (la extinta Unión Soviética, los países del desaparecido bloque comunista, Cuba y, ahora, Venezuela). Su significado puede extenderse a las cúpulas de los partidos políticos, altamente burocratizados y, en consecuencia, alejados de las necesidades y demandas de la gente.

Retomemos el hilo conductor de este escrito. Por favor, no se piense que se está asumiendo una postura pesimista, por no decir, derrotista. Todo lo contrario. Se pretende llamar la atención sobre la necesidad de politizar en términos estratégicos las venideras elecciones incluyendo, desde luego, la escogencia de los candidatos que representaran al bloque democrático. El tema, no es primaria vs consenso. Lo trascendental, ante lo cual debería subordinarse la deliberación política, podría condensarse en esta escogencia: nomenklatura vs la gente. Aquí reside la contradicción fundamental de la coyuntura política y, este dilema, debería orientar las estrategias de comunicación del bloque democrático.

Este escribidor, humildemente, ha advertido sobre un virus que viene atacando nuestro cuerpo político desde tiempo atrás: la desafección democrática. Las ciencias políticas la definen de la forma siguiente: "sentimiento subjetivo de la ineficacia, de cinismo y de falta de confianza en el proceso político, los políticos y las instituciones democráticas que genera un distanciamiento y alienación en relación a estos, falta de interés por la política y los niveles más bajos de participación en las principales instituciones de la representación política, pero sin cuestionar el régimen político"

¿Cómo combatir esta desafección que se viene presentando en amplios sectores de la población? ¿Cómo levantar estos estados de ánimo político? Desde luego, no es fácil esta tarea. La experiencia histórica, por ejemplo, enseña que es necesario condensar en una sola consigna la totalidad de las contradicciones presentes en un momento dado. Pan y paz, así resumió Lenin las complejidades de la situación Rusa en el año 1917. Y tomó el poder. 

La oposición democrática debería redefinir su relato político para poder sumar fuerzas para lograr la transición política deseada. Su eje narrativo debería girar en torno al enfrentamiento nomenklatura chavista vs la gente. Esta debería ser la contradicción básica del momento actual y, es una, que pudiera condensar en términos políticos los otros temas (inflación, escasez, desempleo, inseguridad, etc.) que angustian y pesan sobre la gente. Expuesta de esta forma se tendría claro quien es el responsable y el adversario a ser derrotado.

En consecuencia, habría que construir propuestas para defender a la gente (aquí se incluye a toda la población, sin distinciones artificiosas) de las políticas empobrecedoras que pone en práctica la nomenklatura que ejerce el poder y obtiene enormes privilegios derivados de la ejecución de las funciones públicas.

En otras palabras, para poder defender los intereses de la gente hay que enfrentar a la nomenklatura chavista. Sin duda, la política ahora es así.

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