domingo, 10 de febrero de 2019

LA GAYA CIENCIA Y LAS REDES SOCIALES


Pedro Villarroel
Los seres humanos adoptamos distintas actitudes al leer un texto. Algunos leemos los textos para responder, otros, para comprender y esa diferencia establece la línea de división entre una lectura que se piensa desde los sentimientos y aprehensiones y otra, dirigida a estimular el pensamiento y la reflexión.

Es necesario entender que el cerebro comprende conceptos y después los convierte en imágenes. El cerebro no comprende palabras sino conceptos. Muchas veces leemos sin lograr establecer la diferencia entre el texto leído y el autor. En muchas ocasiones, intentando dar respuesta a un texto escrito, nos colocamos en posición de ataque y exterminio en relación al autor.

Las redes nos ofrecen hoy día un excelente territorio de análisis para comprender los grandes problemas que en la comunicación se nos presentan en este momento. Distingamos una gama infinita de grupos de contacto, que van desde afiliaciones familiares, grupos de conexión ciudadana, grupos de afiliaciones de profesionales, entre ellos las universitarias y los grupos de afiliación propiamente política.

Estos grupos reproducen en su interior tópicos y temáticas que giran en torno a sus centros de interés, observando en algunos de ellos, especialmente los conformados por políticos y profesionales, una forma muy particular de leer, de entender y comprender los textos que allí circulan.

En este sentido, quiero destacar dos actitudes que inundan el pensamiento y producen distorsiones entre el texto escrito, el autor y el lector: El resentimiento y la arrogancia, actitudes que obnubilan la serenidad necesaria que se requiere para analizar adecuadamente un texto escrito.

La labor hermenéutica es profundamente racional y debe ser construida quirúrgicamente, tratando de evitar la intermediación de análisis emocionales que perturben la lectura adecuada del mismo.

*Cambiar la cartografía del ojo* que tenemos y comenzar a ver, más que persona, contextos, es una tarea ineludible. Aprender a separar uno de otros, sería un gran avance y un aporte significativo en medio de esta gran crisis del lenguaje y la comunicación.

Esto me lleva a reflexionar en un eje que transversaliza las actitudes y comportamientos humanos, me refiero al campo de la ética. Para ello voy a tomar el texto La Gaya Ciencia, de Friedrich Nietzsche, en el aforismo 341, referido al eterno retorno como guía para esta reflexión. Cito:

*“El peso más grande. ¿Qué ocurriría si, un día o una noche un demonio se deslizara furtivamente en la más solitaria de tus soledades y te dijese: Esta vida, como tú ahora la vives y la has vivido, deberás vivirla aún otra vez e innumerables veces, y no habrá́ en ella nunca nada nuevo, sino que cada dolor y cada placer, y cada pensamiento y cada suspiro, y cada cosa indeciblemente pequeña y grande de tu vida deberá́ retornar a ti, y todas en la misma secuencia y sucesión -y así́ también esta araña y esta luz de luna entre las ramas y así́ también este instante y yo mismo. ¡La eterna clepsidra de la existencia se invierte siempre de nuevo y tú con ella, granito del polvo! ¿No te arrojarías al suelo, rechinando los dientes y maldiciendo al demonio que te ha hablado de esta forma? ¿O quizás has vivido una vez un instante infinito, en que tu respuesta habría sido la siguiente: Tu eres un dios y jamás oí́ nada más divino? Si ese pensamiento se apoderase de ti, te haría experimentar, tal como eres ahora, una transformación y tal vez te trituraría; la pregunta sobre cualquier cosa: ¿Quieres esto otra vez e innumerables veces más? pesaría sobre tu obrar como el peso más grande. O también, ¿cuánto deberías amarte a ti mismo y a la vida para no desear ya otra cosa que esta última, eterna sanción, este sello?”*

Como podemos ver, el eterno retorno no es estar condenado a vivir siempre lo mismo, cual mito de Sísifo. En la esencia del texto citado se desprende una profunda reflexión sobre el sentido de la vida, sobre los propósitos, sobre la afirmación de la existencia, en esa vida que valga la pena ser vivida irrepetiblemente. Una reflexión que debe superar los elementos (resentimiento y arrogancia) que condenan a los seres humanos al eterno retorno de lo mismo, que no permite la superación de esos estadios irreflexivos y rutinarios.

El eterno retorno sería entonces ese llamado de la conciencia que penetra nuestra vida y nos dice “Vas a vivir eternamente la vida que has vivido y la que vives". Ese eterno retorno es lo que le permite al ser humano poder reflexionar sobre su existencia y revisar si ésta vale la pena repetirla infinitamente. Esa es la pregunta que hace Nietzsche en el aforismo citado. Entonces el planteamiento allí es ético, porque ahí el hombre entra en razón y reflexión sobre esa vida vivida y las posibilidades de cambio.

Todo este pensamiento debe convertirse en un trabajo permanente de revisión y de autocrítica, con el propósito de crecer como persona y como ser humano: comprensivo, atento y sensible. Dejar atrás la máquina de exterminio del pensamiento y las personas en la que hemos convertido las redes. Yo diría ¡No trabajemos para el fracaso, trabajemos para el éxito propio y de los demás!

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