jueves, 21 de noviembre de 2013

Progreso y doxa popular, una nueva visión de la pobreza.



Luis Enrique Vizcaya

Progreso, progresismo y otras categorías asociadas al primero, son abordadas desde diferentes discursos que incluyen los generados en la Filosofía, la Historia, Sociología y las ciencias sociales o humanas en general. Un ejercicio de transparencia intelectual nos obliga a destacar las dos referencias más importantes, la primera que revisaremos rápidamente, imbuida de la crítica de la modernidad donde el progreso es revisado genealógicamente, allí se resalta su condición de “categoría ideológica del discurso moderno que promueve la concepción homogénea-lineal- optimista de la historia. Idea-fuerza vehiculada en el discurso técnico para justificar el modelo productivista de occidente (…) Esta visión progresiva está presente como substrato semiótico en el terreno de las ciencias humanas, en el discurso ético-político, en la estética y, en general, en todos los sistemas de representaciones. Con la crisis de la modernidad, esta ideología del progreso se desvanece dando paso a una nueva sensibilidad posmoderna que postula el carácter relativo del conocimiento técnico y la discrecionalidad del desarrollo histórico” (Rigoberto Lanz, Las palabras no son neutras)

Para cumplir con nuestro propósito nos explayaremos en una segunda visión resemantizada, registrada en las reflexiones de importantes pensadores contemporáneos y, en el sentido y la sensibilidad de la Doxa popular, asimilada ésta a la concepción platoniana como opinión, conocimiento obtenido en la experiencia”, también como imaginación, fe o creencia de la gente no docta. Es evidente el sentido de mejoría de las condiciones de vida individual y colectiva que se resuma en la acción individual, social y humana de empujar hacia un destino mejor en la jornada cotidiana y en el tiempo histórico para alcanzar proyectos y horizontes más ambiciosos.

Puede ser objetivado en un empleo, una vivienda, un título profesional, un vehículo, un centro de asistencia médica, un parque, también en educación, justicia, seguridad, libertad o recreación. Es necesario resaltar una tendencia principal hacia la individuación de los logros.

¿LA IDEA DE PROGRESO SIGUE SIENDO LA MISMA?
 
Aun cuando hay indicios empíricos, fenomenológicos de la vigencia de la idea de progreso, es necesario comprender que la humanidad ha sido impactada por los procesos globalizadores, culturales y tecnológicos, generándose cambios sustantivos en nuestra civilización y a la cual no escapa nuestra sociedad nacional. No es posible soslayar las aspiraciones irrefrenables de cambio, las cuales han sido valoradas como caudal histórico, social, cultural, político y del imaginario del mundo occidental. Son fuerzas “inmanentes hacia el perfeccionamiento humano” como las califica Robert Nisbet, o como las concibe Hannah Arendt “la noción de que existe algo a un progreso de la humanidad como conjunto y que el mismo forma la ley que rige todos los procesos de la especie humana…”



Sin embargo estamos obligados a responder la pregunta que hemos elevado en razón de que ella nos permite desarrollar las reflexiones pertinentes, y resaltar los registros de los cambios que conducen a una profundización de cómo entendemos hoy el progreso y como lo insertamos en el pensar y el accionar políticos. Nos resulta oportuna y acertada a nuestro interés la afirmación de Zygmunt Bauman “El progreso ya no es una medida temporal, algo provisorio, que conduciría finalmente a un estado de perfección ( o sea, a un estado de situación en el que todo lo debía hacerse ya ha sido hecho y ningún otro cambio es necesario) , sino un desafío y una necesidad perpetuos y quizás interminables, verdadero significado de sentirse vivo y bien”. Pero es aquí donde se introduce un verdadero y significativo giro, cuando Bauman agrega “No obstante, si la idea de progreso en su forma actual nos resulta tan poco familiar que uno se pregunta si aún está entre nosotros, es porque el progreso, como otros tantos parámetros de la vida moderna,  ha sido individualizado; lo que es más: desregulado y privatizado. Esta desregulado porque la oferta de opciones para “mejorar” las realidades presentes es muy diversa (…) Y está privatizado porque el mejoramiento ya no es una empresa colectiva sino individual: se espera que los hombres y mujeres individuales usen, por si mismos e individualmente, su propio ingenio, recursos y laboriosidad para elevar su condición a otra más satisfactoria (…)”

EL PROGRESO, EL PENSAMIENTO Y EL ACCIONAR POLÍTICOS EN LOS NUEVOS TIEMPOS
Los cambios ocurridos en el paisaje social actúan y son actuados, en tanto que son una realidad transformada y al mismo tiempo actúan como un elemento activo de modificación cualitativa. Los elementos que han hecho su aparición han descompuesto los discursos y modos de ejercitación de la política, los comportamientos y mecanismos de interlocución así como los contenidos y prácticas de la cultura política tradicionales pierden su fundamentación, he aquí el enigma, la pregunta de qué hacer.

La respuesta sobrepasa los intentos malabaristas de querer resolver una situación tan compleja a través de unos afeites o arrebatos de modernizar los ingredientes publicitarios de las campañas electorales creyendo que se está logrando la comunicación eficiente que conducirá a una victoria, sin producir cambios en la cultura política y lo que llama Giddens la reestructuración de los universos políticos.
Si nuestra oferta fundamental es el progreso, se hace necesario armar una carta de navegación, distinguir y valorar todos los elementos que componen el nuevo cuadro para insertar nuestra propuesta en los nuevos escenarios. En este inventario ocupa un papel importante el agotamiento sufrido por nuestras instituciones y agencias político-partidistas quienes siguen rezagadas ante las demandas de la sociedad y no generan los cambios esperados, lo cual los distancia del colectivo y las aspiraciones individuales de progreso. Se hace urgente enfilarnos a estudio del comportamiento político, los procesos socializadores, el papel de los actores nuevos y tradicionales, y un replanteamiento de los procesos electorales inscribiéndolos en una visión estratégica y no episódica.

LOS POBRES Y EL PROGRESO
Uno de los datos relevantes del proceso de cambio en Venezuela es la aparente imposibilidad o dificultad de comunicación con los sectores más humildes de la sociedad, empíricamente lucen seducidos y prendados del discurso oficialista. El último proceso electoral se produjo un cierto avance, debido mas a un esfuerzo sobrehumano del candidato de los sectores democráticos Henrique Capriles, pero no podemos afirmar que fue producto de una política integral, ni a una política diseñada para tal fin.

De lo que hablamos es de la conformación de una nueva política cuyo sustento se corresponda con una visión verdaderamente fundada en la dignidad humana y no en una concepción caritativa, que le otorgue a los humildes un carácter protagónico e incluyente. De una nueva apreciación de la pobreza puede desprenderse un nuevo modo de comunicación y relación políticas, de desentrañar y acercarse a su doxa, a su cultura.


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